Las claves
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El presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, ha reabierto el debate sobre la conveniencia de trasladar la capital desde Teherán hacia el sur del país. A su juicio, la amenaza que supone la falta de agua para la ciudad y la presión demográfica obligan a planear una reubicación como salida de la crisis.
El mandatario aseguró la semana pasada que ya planteó la idea al líder supremo, Ali Jamenei, el año pasado. Aun así, reconoció que la propuesta ha generado críticas dentro del aparato político y administrativo.
El anuncio se produjo durante una visita a la provincia de Hormozgán, en el golfo Pérsico, justo frente a Dubái, una región que el presidente describe como estratégica por sus conexiones marítimas y su potencial económico. Defendió, allí, que el acceso directo a aguas abiertas impulsaría la actividad comercial y reduciría la dependencia de los grandes trasvases internos.
Teherán, Karaj y Qazvín, las tres ciudades en el norte del territorio, sufren una larga sequía y una disminución alarmante de las reservas hídricas. La capital se ha expandido más allá de cualquier previsión y concentra hoy a más de diez millones de habitantes. Y no sólo eso: consume cerca de una cuarta parte del agua disponible en Irán, una proporción que el Gobierno considera insostenible.
Mapa de Irán.
Pezeshkian aseguró que el año pasado apenas se registraron 140 milímetros de lluvia. La media histórica ronda los 260. Otros cálculos difunden un panorama aún más precario. Los niveles pueden quedar por debajo de los 100 milímetros.
Los embalses que garantizan el 70% del suministro de las ciudades han reducido drásticamente su aportación por la falta de lluvia y la evaporación del agua restante. Lo que ha obligado a recurrir a los acuíferos subterráneos, sobreexplotados desde hace décadas. Y, como consecuencia, varios sectores del área metropolitana sufren hundimientos del terreno de 30 centímetros al año.
El propio presidente ha alertado en repetidas ocasiones del riesgo de un colapso. En verano de este año, los cortes de agua fueron habituales en distintos distritos de la capital. La prensa estatal llegó a especular sobre la cercanía del Día 0. El momento en el que la demanda supere por completo a la capacidad de suministro.
Para Pezeshkian, trasladar la capital permitiría repartir actividades y población, y, al mismo tiempo, diseñar un crecimiento menos lesivo para el territorio. Pero muchos expertos recuerdan que Irán fue históricamente una civilización que supo adaptarse a la aridez mediante sistemas de captación subterránea como los qanats.
Varios gobiernos han financiado infraestructuras colosales sin estudios ambientales rigurosos. El resultado ha sido la proliferación de obras carísimas que apenas ofrecen soluciones. Hay datos alarmanes. Por ejemplo, las fugas en la red urbana de Teherán alcanzan casi un tercio del agua distribuida.
La crisis es, en cualquier caso, de escala nacional. Las marismas de la provincia de Golestán, tradicional refugio de aves migratorias, se han vaciado hasta dejar de atraer a especies habituales como flamencos o pelícanos. La combinación de presas en los tramos altos de los ríos, temperaturas más elevadas y tres años consecutivos de sequía ha empeorado una crisis ecológica que amenaza la seguridad alimentaria de los habitantes de la zona.
La propuesta de nueva capital, aún sin detalles concretos ni plazos, pretende abrir un debate que la clase política iraní ha evitado durante años. Es cierto que el gobiernos del expresidente Hasán Rohaní ya estudió el asunto. Sin avances significativos. Algo que el país no puede permitirse mucho más tiempo.
