La reciente cumbre entre Kim Jong-un y Vladímir Putin en Pekín no solo ha dejado imágenes de un acercamiento estratégico entre dos líderes aislados en la escena internacional, sino también la enésima confirmación de las obsesiones del régimen norcoreano con la seguridad y el secretismo.
Tras más de dos horas de reunión en la capital china, las cámaras captaron a asistentes de Kim limpiando minuciosamente todo lo que el dirigente había tocado: el vaso del que bebió, la mesa donde lo apoyó y hasta el respaldo y reposabrazos de la silla en la que se sentó.
El periodista ruso Alexander Yunashev difundió en Telegram las imágenes, que muestran cómo el personal eliminaba cuidadosamente cualquier rastro del líder.
“Después de la finalización de las negociaciones, el personal que acompañaba al jefe de Corea del Norte eliminó cuidadosamente todas las huellas de la presencia de Kim”, escribió el reportero del Kremlin.
El gesto, repetido en anteriores viajes, refleja la importancia que Pionyang concede a impedir que servicios de inteligencia extranjeros -sean aliados o adversarios- obtengan indicios sobre la salud del dirigente, según informó Reuters.
Biología del líder
La limpieza obsesiva no es un hecho aislado. Como recordaba el diario japonés Nikkei, Kim viajó a China en su tren blindado “Taeyangho”, equipado con un baño privado destinado a evitar cualquier fuga de restos biológicos.
Fuentes de inteligencia surcoreanas y japonesas señalan que cabello, piel, excrementos o colillas de cigarro podrían ofrecer pistas valiosas sobre el estado físico del líder norcoreano.
“La condición física del líder supremo tiene un gran impacto en el régimen. Corea del Norte hace un esfuerzo particular por aislar todo lo relacionado con eso”, explicó un funcionario surcoreano al rotativo nipón.
Según el experto Michael Madden, del Stimson Center en Washington, estas medidas son parte de un protocolo que se remonta a la era de Kim Jong-il.
“El retrete especial y las bolsas para desechos, desde colillas hasta restos de comida, existen para que ninguna agencia extranjera pueda obtener muestras y analizarlas”, apuntó.
Esa información, advierte, podría revelar enfermedades crónicas o dolencias que afectarían a la estabilidad política de Pionyang.
Un patrón repetido
No es la primera vez que se documentan este tipo de escenas. En 2018, durante la cumbre intercoreana, guardias de seguridad norcoreanos rociaron con desinfectante la silla y la mesa antes de que Kim se sentara junto al entonces presidente surcoreano Moon Jae-in.
Ese mismo año, en Singapur, el dirigente viajó con su propio retrete portátil. Un año después, camino a Hanói para su encuentro con Donald Trump, las cámaras captaron a su hermana, Kim Yo-jong, recogiendo las colillas de cigarro que él había arrojado en una parada, para evitar dejar rastros de ADN.
En 2019, tras la cumbre de Hanói, el personal de Kim fue visto retirando colchones y limpiando a fondo la habitación del hotel donde se alojó.
Y en 2023, antes de otra reunión con Putin, agentes de seguridad inspeccionaron su silla con un detector de metales y la desinfectaron a conciencia antes de que se sentara.
Desconfianza y propaganda
Las imágenes difundidas desde Pekín ponen de relieve la naturaleza paranoica de un régimen que, pese a exhibir públicamente gestos de cercanía con Moscú, no concede tregua en su obsesión por la seguridad del líder.
Cada colilla recogida, cada mesa desinfectada y cada retrete transportado en el tren blindado son parte de un ritual que trasciende lo sanitario y entra de lleno en lo político: blindar la figura de Kim Jong-un como símbolo de continuidad y poder absoluto.
