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La premiada periodista estadounidense Lucy Hornby llegó a China en 1995 para enseñar inglés en una ciudad industrial llamada Wuhan, mucho antes de que el Covid la hiciera famosa. Fascinada, se quedó en China durante casi dos décadas, trabajando como reportera para Reuters y el Financial Times.

Ha informado desde todas las provincias chinas, profundizando en la política de élite, la política medioambiental y las oscuras estructuras de propiedad de los conglomerados más poderosos del país. Su trabajo le valió varios premios, entre ellos el Premio SOPA 2018 a la Excelencia en el Periodismo Económico.

Abandonó Pekín en 2019, justo antes de la Covid, para disfrutar de una beca Nieman en Harvard. Se convirtió en investigadora visitante en el Centro Fairbank de Estudios Chinos de Harvard, donde investigó el resurgimiento del Partido Comunista bajo el mandato de Xi Jinping. Actualmente es asociada sénior no residente en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).

Hornby nunca abandonó realmente China, al menos intelectualmente. Su newsletter, She Said Xi Said (Ella dijo que Xi dijo), es un diario agudo, poco sentimental y a menudo divertido de alguien que conoce el país demasiado bien como para idealizarlo.

Lucy Hornby, analista y excorresponsal del Financial Times en China. Cortesía de la entrevistada

¿Cómo viviste esa última salida de China después de dos décadas?

¡Una beca en Harvard era una oportunidad increíble! Eso fue lo que me empujó a volver a Estados Unidos. Por otro lado, una de las contradicciones del periodismo diario es que debes conocer el tema lo mejor posible, pero también abordarlo con una mirada completamente nueva cada día. Sentía que estaba perdiendo esa capacidad de ver las cosas con nuevos ojos. La partida fue una locura: era julio, mucha gente de la oficina estaba de vacaciones, habían estallado grandes protestas en Hong Kong y yo estuve trabajando hasta el último segundo. Nos entristeció mucho dejar a tanta gente que conocíamos y queríamos.

En medio de todo el estrés y la agitación, el editor de FT para Asia me llamó y me dijo: “Tienes que escribir un artículo de despedida de China. Es importante”. Pensé: “¿Estás bromeando? No se me ocurre ninguna forma de resumir 20 años en 1.700 palabras”. Al final, nunca lo hice.

El último día, iba en bicicleta a casa cuando un hombre que empujaba un carrito se detuvo a mi lado para saludarme. Era un trabajador migrante que había tenido un puesto de verduras en nuestra esquina durante muchos años, hasta que Pekín eliminó las “estructuras ilegales” de las calles. Tenía una familia agradable y trabajadora, pero no los había visto desde que los obligaron a marcharse. En medio de este abrumador periodo de despedidas, fue agradable volver a saludar a un viejo vecino. Ambos éramos transeúntes en Pekín, pero sentí que habíamos atado nuestro pequeño nudo en el inmenso tapiz de esa ciudad.

"Ahora hay muchos menos periodistas extranjeros sobre el terreno en China por el colapso de la industria de la información en Occidente"

¿Cuál es la idea errónea más extendida en Occidente sobre la China actual?

Las “grandes ideas” sobre China no son erróneas: Xi es autoritario, la fuerza militar de China está creciendo, la economía se está ralentizando. El problema es que se está perdiendo la capacidad de anclar esas concepciones generales en la realidad vivida en China. China es una caja bastante opaca. A los extranjeros les resulta difícil evaluar las motivaciones o los sutiles cambios de postura, o valorar las fortalezas y debilidades reales a través de la pantalla de bravuconería y opacidad.

Por ejemplo, EEUU está tomando importantes compromisos políticos en materia de inteligencia artificial, basándose en el temor de que China vaya muy por delante. ¿Es China realmente un fantástico Estado tecnológico en el que la inteligencia artificial funciona a la perfección, o los ciudadanos chinos también gritan de frustración ante el bucle infinito de un “servicio de atención al cliente” que no responde?

En el pasado, los reportajes de calidad que salían de China servían de base para esos debates en Occidente. Podíamos entender que China pudiera tener simultáneamente una gran clase media urbana y una represión persistente; que pudiera tener una retórica muy agresiva y una profunda cautela en el extranjero.

Ahora hay muchos menos periodistas extranjeros sobre el terreno en China por el colapso de la industria de la información en Occidente y a la postura mucho más restrictiva de China, además, por supuesto, de la COVID.

Las restricciones impuestas por Xi a los medios chinos limitan enormemente la visibilidad de las preocupaciones y limitaciones de los responsables políticos chinos. Sin información nueva, corremos el riesgo de que se produzca un diálogo de sordos con respecto a China. Esto supone un problema para las democracias. Es difícil para los ciudadanos opinar de forma significativa sobre el principal reto de política exterior del próximo siglo cuando la información es limitada.

Gran retrato del presidente Xi Jinping en el Tíbet. Go Nakamura Reuters

¿Está Occidente exagerando o subestimando los riesgos a largo plazo del “colapso” de la economía china?

El periodo de crecimiento espectacular de China hace ya un tiempo que terminó. Ahora todo el mundo habla de la desaceleración, pero en realidad el gran periodo de desaceleración fue entre 2014 y 2019. Probablemente tocaron fondo durante la pandemia. Ahora China es una economía madura, con tasas de crecimiento y desaceleración poco emocionantes, sin las oscilaciones salvajes del 8% o el 11% de crecimiento, o incluso del 15% en algunos trimestres, seguidas de desaceleraciones repentinas y bruscas.

El mayor error es subestimar lo enorme que es China. Incluso en recesión, consume una gran cantidad de recursos naturales. Si la demanda de acero aumenta en cualquier parte del mundo, la producción china puede satisfacerla. Puede exportar vehículos eléctricos o nuevas tecnologías o productos tradicionales poco interesantes muy rápidamente, y eso puede inundar la industria de cualquier otro lugar. Esto significa que China, el factor económico más importante de la mayoría de los países, es algo que sus políticos y votantes no pueden controlar en absoluto.

Pensemos en cómo los europeos del sur y del este se sentían poco representados en las decisiones de la zona euro, o cómo los países latinoamericanos son históricamente rehenes de las decisiones sobre los tipos de interés que toma la Reserva Federal de Estados Unidos. Esto puede ser muy frustrante y desestabilizador para las democracias. Ahora esa falta de poder proviene de un país enorme en el que casi no hay visibilidad externa del proceso de toma de decisiones políticas. Eso va a suponer un verdadero reto de gobernanza a nivel mundial.

Otro concepto erróneo es la idea de que si la economía china se ralentiza, no tenemos que preocuparnos por su influencia en el extranjero. En el futuro, la proyección del poder de China puede no estar directamente vinculada a su rendimiento económico. Los países suelen proyectar su poder en el extranjero, incluso militarmente, después de que un auge prolongado se haya ralentizado, o en respuesta a problemas económicos reales en el país. La historia europea tiene muchos ejemplos de ello.

"Xi dedica muchos esfuerzos a controlar la cultura, por eso no tienen mucho éxito con las exportaciones culturales"

¿Qué ideas equivocadas predominan sobre la guerra de aranceles entre EEUU y China?

China utilizó los aranceles de forma muy deliberada para desarrollar su propia capacidad industrial y nacionalizar la cadena de suministro industrial. La diferencia con Estados Unidos hoy en día es que China desplegó esa estrategia durante décadas —eliminando algunos aranceles y añadiendo otros— y lo comunicó claramente a su industria nacional. La Administración Trump utiliza los aranceles como moneda de cambio: los impone hoy, los retira mañana o tal vez solo amenaza con ellos. Este enfoque es destructivo y desestabilizador para la industria nacional estadounidense. Es igualmente destructivo y confuso para otros países que, de otro modo, podrían ofrecer una alternativa al abastecimiento procedente de China. Básicamente, los aranceles deben utilizarse como una herramienta deliberada a largo plazo, no como una competición de lanzamiento de hachas.

Sueles usar metáforas llamativas —como comparar las purgas maoístas con el caso Epstein, o las tierras raras con la canela— para explicar la política china. ¿Por qué recurres a ellas?

En Occidente, China se suele entender como una excepción, no como parte de la continuidad de la historia mundial o del comportamiento humano. Su dinámica interna puede parecer muy diferente, incluso ajena, y difícil de seguir. Una gran barrera es que sus figuras políticas son hombres de cierta edad que visten de forma idéntica y cuyos nombres se confunden fácilmente para los lectores que no hablan chino. He estado jugando con analogías para ver si pueden hacer que China resulte más accesible al lector general no especializado. Mi publicación más exitosa tenía un título nada periodístico: “Las tierras raras se parecen más a la canela que al petróleo crudo”. ¡Ningún editor de periódico publicaría semejante barbaridad! Pero funcionó. Los lectores han sido amables, pero imagino que algunas personas pueden encontrar este enfoque simplista o ridículo.

Tras seis años fuera, volviste a China este verano y describiste Pekín como una ciudad “apagada”, similar a la época posterior a la crisis asiática. ¿Crees que es solo una fase o revela un cambio más profundo en la sociedad y la política chinas?

¡Me lo estaba preguntando también! Las personas que han visitado recientemente las ciudades del delta del Yangtsé, especialmente Hangzhou, se han llevado una impresión más dinámica. En general, creo que refleja la transición hacia una economía madura y la combinación de políticos envejecidos con una sociedad más antigua y acomodada.

Kind of an unusual list — if you want insight into “working class China” I’d still recommend: Leslie Chang’s “Factory Girls” Sheng Keyi’s hard-hitting novel, “Northern Girls: Life Goes On”

- She said Xi Said

Read on Substack

En tu crónica sobre Beidaihe retratas un lugar cargado de nostalgia, jerarquía y poder, más simbólico que real. ¿Refleja eso cómo funciona hoy el Partido bajo Xi Jinping, con una élite que representa el poder mediante gestos rituales y opacos, aunque las decisiones reales se tomen en otros espacios?

Beidaihe es una de las pocas ventanas a la cultura extremadamente aislada de la élite del Partido Comunista. Tienen sus propias jerarquías, preocupaciones y privilegios, e incluso sus propias tensiones y desengaños, por lo que he podido observar; es un ambiente muy diferente al del ciudadano chino medio. Quizás la mejor analogía sería la realeza europea o el Vaticano. Con ese artículo intentaba echar un vistazo a esa cultura.

¿De dónde provienen hoy en día las formas más sorprendentes de resiliencia o energía en China, ya sea en el ámbito político, económico o cultural?

El mero número de personas que hay en China se traduce en una gran cantidad de energía.

¿Se convertirá China en una potencia cultural mundial, y no solo en una potencia económica o geopolítica?

La República Popular China ha tenido muchas dificultades para superar esa barrera; irónicamente, el maoísmo fue su mayor exportación de poder blando durante el siglo pasado. La cultura debe atraer primero a su propio país. El Gobierno chino dedica muchos esfuerzos a controlar la cultura, por lo que creo que esa es la razón por la que no tienen mucho éxito con las exportaciones culturales.

Tu substack She Said Xi Said mezcla análisis políticos con historias personales, comparaciones mordaces y un tono que se niega a conformarse con la ideología. ¿Quién es tu lector ideal y qué conversaciones esperas suscitar?

Me gusta leer publicaciones en las que aprendo algo que no sabía antes, así que si alguien más siente lo mismo con mis escritos, ¡me encantaría! Hablando más en serio, China es grande, ha llegado para quedarse y su impacto global es real. Creo que es importante que el público en general comprenda a China, al igual que el resto del mundo comprende la política y las motivaciones estadounidenses. Los periodistas que cubren China trabajan duro, y hay una gran variedad de contenidos y puntos de vista en substack y en los pódcasts centrados en China. Me alegro de poder contribuir a esa conversación colectiva.