Como un superhéroe emergido de una ficción californiana. Así apareció Vladimir Putin en Moscú tras la reunión en la que, alfombra roja mediante, resucitó gracias a la labor de Donald Trump.
Ya en Moscú, Putin le transmitió a su círculo más próximo de colaboradores que el encuentro con el mandatario estadounidense, en el que Trump hizo suyas las demandas territoriales de su contraparte, fue "extremadamente útil".
Pocos vuelos entre Estados Unidos y Moscú han debido acumular más sonrisas y brindis que el que trasladó a Putin de Alaska. Sin duda también saboreaba las palabras de sus agencias estatales, que proclamaban que "Occidente está al borde de la histeria".
Esas mismas agencias mostraron las fotos de Putin, con una sonrisa de oreja a oreja, en la escalinata de su avión de la compañía Aeroflot. Semblante orgulloso y mentón altivo.
La imagen escenifica el estado emocional de un líder que lleva más de tres años, desde que lanzó su ataque contra Ucrania, convertido en un paria para las naciones democráticas y que, contra todo pronóstico, se ha visto resarcido por su antigua némesis, el hombre que ocupa la Casa Blanca.
Ese momento político lo resumió también la portavoz oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova, que apuntó de foma directa a los medios occidentales.
"Los medios occidentales están en un estado que puede describirse como frenético, transformándose en locura total: llevan tres años informando que Rusia está aislada, y hoy han visto la alfombra roja tendida para recibir al presidente ruso en Estados Unidos".
Como si lo estuviera celebrando, mientras Zakharova publicaba ese mensaje, Putin viajaba escoltado por cazas estadounidenses de regreso al Kremlin.
Un avión de combate estadounidense escolta el avión presidencial ruso.
Poco escuchó Trump las voces de quienes se manifestaron a la puerta de la base aérea conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage (Alaska) donde se reunieron los dos presidentes y a cuyo alrededor se multiplicaron las voces que tachaban de "dictador" al ruso.
Entre los críticos con la reunión, destacó la de la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, que sostuvo que Trump"le brindó" varias "cortesías injustificadas" a Putin.
"El matón debería devolver de inmediato las decenas de miles de niños que secuestró en Ucrania", le reclamó la política al líder ruso.
Horas después de su sonriente aterrizaje, Putin sostuvo una reunión en el Kremlin con la cúpula de la Administración Presidencial, el Gobierno, la Duma y los representantes ministeriales para informar de los resultados de la cumbre en Alaska.
"Tuvimos la oportunidad y la aprovechamos para hablar sobre el origen y las causas de esta crisis (la invasión de Ucrania). Es precisamente la eliminación de los motivos iniciales sobre lo que debe construirse la solución", comunicó Putin.
"Respetamos la postura de la administración estadounidense, que ve la necesidad de un cese rápido de las hostilidades. A nosotros también nos gustaría esto, así como avanzar hacia la resolución de todos los problemas por medios pacíficos", añadió.
El temor ucraniano
Al otro lado de la trinchera, los ucranianos mostraron su decepción por una reunión que, según el diario Kyiv Post, supone "un ensayo para la traición".
"La cumbre de Alaska parecía un gran avance… para Rusia", comenzó su columna en ese diario Bohdan Cherniawski, director de operaciones de la Fundación Ucraniano-Americana para la Libertad.
La decepción se ha extendido por el país.
El presidente de la comisión de Exteriores del Parlamento ucraniano, el diputado Oleksandr Merezhko, declaró a EFE que "Trump ha puesto fin de facto al aislamiento político de Putin".
"La propaganda rusa va a sacarle partido", dijo adelantándose a los titulares que luego se multiplicaron en los medios oficiales.
"La alfombra roja, los apretones de manos, las sonrisas y los halagos legitimaron a Putin y sus crímenes de guerra", escribió el analista militar Oleksandr Kovalenko para el grupo Resistencia Informativa.
Para Kovalenko, la cumbre fue una "clara victoria" para Putin, un resultado plasmado en la sonrisa y la épica con la que quiso retratarse en su aterrizaje en Moscú.
