Japón acude este domingo a las urnas para renovar la mitad de la Cámara Alta del Parlamento en un clima político atravesado por la inflación, la incertidumbre económica y el auge de los populistas de derechas que han hecho de la inmigración su gran baza de campaña.
La coalición gobernante encabezada por el primer ministro Shigeru Ishiba se enfrenta, pues, al riesgo de perder su mayoría parlamentaria. Los radicales de Sanseito y el Partido Conservador de Japón ganan terreno con mensajes abiertamente xenófobos.
Los datos de inmigración son muy bajos si se comparan con los europeos. Apenas llegan al 3% de la población. Pero en el último año ha subido diez puntos porcentuales, en buena medida por la llegada de trabajadores chinos y vietnamitas. Y un cuarto de millón de brasileños.
El oficialista Partido Liberal Democrático (PLD), que ha gobernado Japón casi sin interrupción desde el final de la Segunda Guerra Mundial, necesita asegurar al menos 50 de los 125 escaños en juego para mantener la mayoría que comparte con su socio, Komeito.
Las encuestas, sin embargo, auguran un retroceso significativo que puede obligar a Ishiba a pactar con formaciones opositoras o incluso a abandonar el cargo si la derrota se considera demasiado abultada.
Es cierto que el resultado del domingo no determinará automáticamente la supervivencia del Ejecutivo. Pero analistas e inversores temen que el resultado provoque una parálisis política algo inoportuna, a la espera de que entre en vigor unos aranceles con Estados Unidos —Trump habla del 25%— que afectarían a sectores estratégicos como la automoción.
“Si la coalición pierde de forma contundente, Ishiba puede verse forzado a dimitir, y eso abriría un nuevo capítulo de inestabilidad justo antes del 1 de agosto, cuando expira el plazo para cerrar un acuerdo con Washington", valora David Boling, de la consultora Eurasia Group, a la agencia Reuters.
Otra inquietud de los economistas es que el futuro Gobierno dependa de partidos que defienden un aumento del gasto público que haga peligrar la ya delicada situación fiscal del país. Japón, conviene recordar, tiene la mayor deuda pública del mundo: supera el 252% del PIB, más del doble que la española.
El avance de Sanseito, por otra parte, ha sorprendido incluso a los observadores más curtidos. Fundado hace apenas cinco años, el partido ultraderechista ha pasado de difundir delirios sobre las vacunas en YouTube a consolidarse como un aspirante a obtener entre 10 y 15 escaños, según los últimos sondeos.
Con un mensaje simple —“Los japoneses primero", a lo Trump— y mucha presencia en las redes sociales, esta formación ha conseguido conectar con una parte del electorado desencantada con el rumbo del país.
Su líder, Sohei Kamiya, acusa a la globalización de empobrecer a Japón y señala a los extranjeros como responsables de la subida de los precios y de una supuesta pérdida de soberanía económica.
“El número de trabajadores extranjeros ha crecido de forma excesiva. Están comprando tierras y acciones japonesas", declaró recientemente Kamiya sin el aval de los datos oficiales.
La narrativa que asocia inmigración con criminalidad, antaño relegada a los márgenes del discurso político, ha calado en sectores amplios de la sociedad. “Los extranjeros no respetan las normas, roban y agreden a los japoneses", afirmó durante un mitin el novelista reconvertido en político Naoki Hyakuta, líder del Partido Conservador de Japón.
Giro a la derecha
El auge de estas formaciones ha empujado al PLD a endurecer su discurso migratorio. El asesinado Shinzo Abe, que gobernó entre 2012 y 2020, abrió las puertas del país a los trabajadores extranjeros para paliar la escasez de mano de obra.
El portavoz del Gobierno, Yoshimasa Hayashi, no desacredita su decisión. Pero añade que “algunos cometen actos delictivos o abusan del sistema público", y se suma a la narrativa del “exceso de inmigración" difundido por los populistas.
Como parte de esta nueva línea, el Ejecutivo ha creado una oficina especial dentro de la Secretaría del Gabinete para “canalizar las preocupaciones ciudadanas" sobre los residentes extranjeros, incluyendo denuncias sobre delitos o uso indebido de los servicios sociales.
Ocho ONG denunciaron el pasado 8 de julio que varios partidos han basado sus campañas en mensajes “sin fundamento y abiertamente xenófobos" y, en una declaración conjunta, exigieron a los candidatos que dejen de incitar al odio. “No reciben un trato preferente", recuerdan. "Lo que sí existe es una creciente hostilidad hacia ellos".
"El PLD ha funcionado históricamente como una gran casa común para distintas corrientes, pero si se inclina demasiado hacia la derecha puede perder a los votantes del centro", advierte Tsuneo Watanabe, analista de la Sasakawa Peace Foundation, a la agencia Reuters. El domingo se conocerán los resultados.
*** Con información de John Geddie y Tim Kelly, de la agencia Reuters.