"No hay un equivalente chino de Alexéi Navalny porque no hay un partido de oposición en China y, por lo tanto, no hay un líder de la oposición". La columnista del New York Times, Li Yuan, constataba de esta manera la inexistente pluralidad de partidos sobre la que se configura el sistema político del gigante asiático. Al mismo tiempo, evidenciaba la censura y la falta de libertad de expresión impuesta por el régimen chino. Una situación que, según Li, convierte a todos los críticos, disidentes y opositores al autoritarismo en Navalnys. 

La reciente muerte del líder opositor ruso en una cárcel del círculo polar ártico, donde estaba aislado, enfermo e incomunicado, puso en gran medida fin a las esperanzas de democratización de un país que ha tenido durante 25 años a Vladímir Putin en el poder. Su fallecimiento -o, mejor dicho, "asesinato"- ha conmocionado al mundo, que veía en él el símbolo de la resistencia al Kremlin. Incluso a alguien capaz de desbancar, también desde la cárcel, al actual presidente. 

A su funeral, celebrado este viernes a las puertas de la Iglesia del Icono de la Madre de Dios, situada en el distrito moscovita de Mariino, acudieron miles de personas a pesar del amplio control policial y de que el Kremlin amenazó con castigar a quienes participasen en manifestaciones no autorizadas durante el funeral y el entierro.

[Miles de personas despiden a Navalny y desafían las advertencias de las autoridades rusas]

Es precisamente esa notoriedad, ese reconocimiento público lo que diferencia a Navalny de los presos políticos de China: éstos, una vez encarcelados, se convierten en una sombra, desaparecen totalmente del mapa (también de internet) y apenas tienen contacto con el exterior. Uno de los casos más significativos es el del activista Liu Xiabo, Premio Nobel de la Paz que murió de cáncer de hígado en 2017 mientras estaba en prisión, donde cumplía una condena de 11 años. 

El Gobierno le acusaba de "incitar a la subversión" tras haber sido uno de los principales autores de lo que se conoce como Carta 08, un manifiesto político que pedía a Pekín respetar derechos constitucionales, entre ellos la libertad de expresión, pero también otros no definidos, como el fin de un régimen de partido único. 

Casi 49.000 presos políticos

Hoy, es difícil saber cuál es el número exacto de opositores y críticos con el régimen que están entre rejas. Entre otras cosas, porque algunos de ellos simplemente desaparecen de la esfera pública de la noche a la mañana. Algo que, de hecho, ha sucedido también con funcionarios como el ministro de Defensa de China, el general Li Shangfu. 

La organización sin ánimo de lucro Duihua ha registrado desde el 2000 los casos de 48.699 presos políticos en China. De ellos, 7.371 se encuentran actualmente bajo custodia gubernamental. Y prácticamente ninguno tiene un reconocimiento público siquiera parecido al de Navalny. 

Carteles con la cara del disidente y Nobel de la Paz, Liu Xiaobo. Reuters

No obstante, al parecer, hay quien ha señalado al magnate chino Ren Zhiqiang, antiguo promotor inmobiliario y crítico del presidente Xi Jinping, como "el Navalny de China". En marzo de 2020, Ren, ahora de 72 años, fue detenido después de que se difundiera en las redes sociales un texto suyo en el que criticaba la gestión de la pandemia y llamaba sutilmente "payaso" a Xi. 

Previamente, su cuenta de Weibo –conocido como el Facebook chino–, donde acumulaba millones de seguidores, había sido eliminada. Desde su detención, señala la columnista del New York Times, que le conocía personalmente, ninguno de sus allegados ha tenido una comunicación directa con él.