Taiwán fue uno de los países que mejor manejó la primera ola de la pandemia. Sin embargo, casi un año después, Taiwán se encuentra ante su primer brote grave de coronavirus.

La isla busca desesperadamente vacunas para proteger a su gente y China se ha ofrecido a ayudar. Pero esto coloca a los líderes taiwaneses en un dilema: el de si deberían aceptar la ayuda de un país que quiere que Taiwán deje de existir como entidad autónoma. Hasta ahora, Taiwán ha rechazado la oferta.

El dilema no existió hasta mediados de este mes. Hasta entonces, Taiwán sólo había registrado 1.500 infecciones y 12 muertes. Pero luego los casos comenzaron a aumentar drásticamente. Solo el jueves, Taiwán informó de 13 muertes. Además, pocas personas en Taiwán están protegidas con la vacuna contra el virus.

Hasta esta semana, Taiwán había recibido solo alrededor de 700.000 dosis de vacunas. Solo el 1% de una población de 23 millones había recibido al menos una dosis. 

Para frenar el aumento de casos, las autoridades de Taiwán necesitan más vacunas y rápido. Este martes, el ministro de Salud, Chen Shih-chung, señaló que llegarían dos millones de dosis en junio y 10 millones a finales de agosto. "Taiwán está trabajando para expandir la vacunación, y continúan llegando dosis de vacunas importadas", escribió en Twitter la presidenta del país, Tsai Ing-wen.

Ante la escasez de vacunas que sufre su vecino, China anunció que estaba dispuesta a suministrar las dosis necesarias a la isla. Sin embargo, las relaciones entre los dos países no son las mejores y Taiwan no está dispuesto a ceder. 

Los líderes de Taiwán llevan años luchando por una mayor independencia para la isla, algo a lo que China se resiste de forma vehemente. Pekín cree que Taiwán es parte de su propio territorio y quiere que se unifique con el continente.

Los analistas señalan que aceptar este ofrecimiento pondría a Taiwán en la tesitura de que China es más capaz de cuidar al pueblo de Taiwán que los propios líderes de la isla. Sin embargo, si rechazan las dosis, podría parecer que Taipéi está arriesgando la salud de su propia población.

Hung Hsiu-chu, una figura destacada del partido opositor KMT, ha presionado a la presidenta para que acepte las vacunas chinas y le recordó que el verdadero enemigo era el virus.

Ante la presión, la presidenta intenta reforzar su posición y ha acusado a China de haber frustrado las negociaciones de la isla para asegurar el suministro de la vacuna Pfizer/BioNTech. "Rechazamos la interferencia externa en nuestro trabajo para llevar vacunas a Taiwán y nos oponemos a los intentos de explotar el suministro de vacunas con fines políticos", escribió.

La posición de la presidenta va de encuentro también a los sentimientos de gran parte de la población, que no quiere vacunas fabricadas en China y se preocupa por su seguridad y eficacia. Sin embargo, si los contagios se disparan, la estabilidad de su mandato podría estar en tela de juicio.