Para millones de indios, cielo e infierno coinciden estos días a orillas del Ganges. Por un lado, la pandemia golpea al país con más virulencia que nunca y se están registrando un cuarto de millón de nuevos contagios y 1.500 muertes al día. Por otro, más de 120 millones de hindúes se dan cita en el mayor festival religioso del mundo para bañarse en las aguas del Ganges.

Para complicar aún más la situación, la OMS sigue con preocupación los datos sobre la variante de la Covid-19 que se está extendiendo por el país, una mutación de la que se sabe poco y se teme pueda ser más resistente y contagiosa que ninguna otra.

Cuando millones de fieles se entreguen al delirio religioso del festival Kumba Mela y se bañen, codo con codo y sin ninguna protección, estarán purificando sus almas de pecados, pero paradójicamente pueden estar condenando sus cuerpos.

En los cuatro días más sagrados del Kumba Mela, hasta 30 millones de personas pueden llegar a coincidir al mismo tiempo en el baño ritual a las orillas del Ganges a su paso por la ciudad de Haridwar. Esos son el lugar y el momento en los que, según los astrólogos, las aguas del río tienen más poder purificador, algo que sólo ocurre cada 12 años. Es el período más auspicioso de la década para la religión hindú.

Sin embargo, y según la ciencia, no puede haber un peor momento para entregarse a celebraciones y permitir reuniones masivas como ésta en un país donde el 30% de las personas testadas dan positivo, se acumulan ya 180.000 muertes y se calcula que hay el doble de pacientes graves que camas de hospital.

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Mientras el resto del mundo confía en la eficacia y rapidez de los planes de vacunación para controlar la pandemia, la India intenta de momento aplanar la curva de nuevos casos. El país atraviesa un momento especialmente crítico, con 20 veces más casos diarios que en el mes de febrero, y hace tiempo que ha superado a Brasil como segunda nación con los peores números de muertes y contagios.

Entretanto, en las grandes ciudades se ha impuesto un toque de queda nocturno y restricciones en comercios y lugares públicos, se permite la celebración de campañas electorales en cuatro de los estados más densamente poblados. Los mítines políticos suelen atraer a grandes multitudes con regalos y la presencia de celebridades y, para los candidatos, congregar a miles de ciudadanos en sus apariciones públicas es un objetivo a conseguir, aunque ello suponga relajar las medidas de seguridad.

Escasez de vacunas

El sistema sanitario indio, con recursos muy limitados y más de un año de desgaste por la lucha continuada contra la pandemia, mantiene una batalla titánica en todo el país. Aunque la mitad de todos los casos se registran en la región de Maharastra, es en las áreas rurales donde se teme que el virus se halle más extendido, precisamente donde la cobertura sanitaria es peor.

Los poco más de cien millones de vacunas que hasta ahora se han administrado entre la población y la aprobación con carácter de urgencia de la vacuna rusa Sputnik-V, son la única nota positiva en una situación que se complica día a día: cada semana se informa de un 70% más de infectados con respecto a la anterior, formando una espiral que se alimenta a sí misma y se agravará a corto plazo por las excepciones permitidas en religión y política.

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El Gobierno se ha comprometido a dar prioridad en el plan nacional de vacunación a la población mayor de 45 años, pero en todo el país se informa de escasez de vacunas y de personal médico para administrarlas. Paradójicamente, en este país se fabrican dos de los antídotos más usados en el mundo contra el coronavirus: el comercializado por la empresa británico-sueca AstraZeneca y la versión autóctona: Covaxin, del laboratorio indio Bharat Biotech.

En la capital, Nueva Delhi, el gobierno municipal informó el domingo de que hay menos de cien camas libres para una ciudad de 20 millones de habitantes.

Ajenos a toda esta situación, o creyendo que tal vez la solución a ella haya que buscarla fuera del mundo material, miles de peregrinos, devotos y curiosos siguen llegando a diario para acercarse a los ghats (muelles) del Ganges en Haridwar. Allí, las 12 akhadas o cofradías de gurús han montado sus campamentos y cientos de miles de gurús, desnudos y con sus cuerpos cubiertos de ceniza, permanecerán allí hasta finales de mes.

Aunque se han habilitado 11.700 cabinas de baño y 6.700 orinales, además de instalarse 38 clínicas provisionales y un hospital con 159 camas atendidos por 200 doctores y 1.500 enfermeras, se teme que la falta de medidas de seguridad y la estrecha convivencia de tan elevado número de personas, y la posterior vuelta a sus lugares de origen, forme una “tormenta perfecta” que resulte en un nuevo foco de infección.

Aglomeración y violencia

Los más prudentes y adinerados tendrán la ocasión de dejar caer sus ofrendas florales en el Ganges alquilando un helicóptero por unos 45 euros, pero la Policía lo ha desaconsejado porque podría obstaculizar la labor de los más de 100 drones que vigilan el área día y noche.

Alok Sharma, uno de los oficiales de seguridad que trabajan en el Kumba Mela, asegura en una conversación telefónica a EL ESPAÑOL que habría resultado imposible limitar la afluencia de público a esta celebración: “Ni la pandemia ni un meteorito habrían podido detener la llegada de millones de personas al “Mela”. En el pasado trabajé durante los Juegos de la Commonwealth (una especie de Juegos Olímpicos para países angloparlantes) y otro Kumba Mela, pero este año es… es muy grande. Nadie sabe lo que es esto”, concluye.

Sharma afirma que, después de perder dos dientes al intentar impedir una avalancha en el anterior festival, prefiere alejarse cuando la riada humana pierde el control y su caudal parece superar al del mismísimo Ganges.

En medio de estas condiciones, la convivencia no siempre es fácil y son frecuentes las disputas entre los fieles de las distintas cofradías, que a veces se tornan violentas y suelen arrojar un saldo de decenas de muertes en este tipo de ocasiones. El uso de drogas como el “bhang”, bolas de cannabis que se suelen ingerir disueltas en leche y azúcar, la rivalidad por conseguir y mantener un lugar preferente junto al río y las disputas históricas entre “akhadas” hacen que muchos gurús se comporten de manera violenta y son uno de los mayores problemas de seguridad del Kumba Mela.

Tirath Singh Rawat, jefe del gobierno regional de Uttarakand, donde se encuentra Haridwar, ha hecho de la celebración del Mela su proyecto estrella. Su primera decisión oficial al tomar posesión del poder en marzo fue inundar de flores las aguas del Ganges a su paso por Haridwar. En una videoconferencia con periodistas hace pocos días, aseguró que el éxito del festival religioso era el proyecto más importante de toda su legislatura.

Aunque las autoridades indias han avisado de que se requerirá un análisis negativo reciente para poder acceder a las zonas de baño, en las jornadas anteriores ha resultado imposible hacer cumplir este requisito y se ha terminado por admitir la afluencia masiva de fieles sin ningún control.

“En la prensa de todo el mundo, el Kumba Mela dejará vistosas fotos y vídeos virales, pero en mi país dejará una herencia de muchas muertes y sufrimiento que ahora mismo no podemos ni imaginar”, se lamenta por teléfono el oficial Alok Sharma.

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