Una de las pocas cosas que se saben a ciencia cierta sobre la tribu Sentinel es que no les gustan las visitas. Descrita a veces como la tribu más primitiva y aislada del planeta, esta comunidad de entre 150 y 400 personas vive, sin contacto con otras poblaciones desde hace 60.000 años, en una pequeña isla del Golfo de Bengala situada entre la costa oriental india y Birmania. Hace unos días, los sentinel asesinaron a un misionero norteamericano que se empeñó en llegar hasta ellos para convertirles al cristianismo, pero según los científicos un simple estornudo podría acabar con la vida de toda la tribu.

Los 72 kilómetros cuadrados de selva donde viven los sentinel están bordeados por una playa alrededor de una pequeña colina. Etnográficamente, esta pequeña isla se puede considerar una máquina del tiempo donde perviven los últimos seres humanos estancados en el pre neolítico. Los sentinel ya estaban allí cuando en Europa todavía había mamuts lanudos y tigres de dientes de sable. En la actualidad, el archipiélago de las islas Andamán, del que forma parte la isla Sentinel norte, es administrado por el gobierno indio, que tiene totalmente prohibido cualquier tipo de interferencia con el frágil mundo sentinel. Hay quien lo ve como un zoo humano que no se puede visitar y hay quien lo ve como un reto que puede costar la vida.

El joven estadounidense John Chau, de 27 años, aprovechó que el pasado mes de agosto la India dejó de incluir a Sentinel norte en la lista de 29 islas a las que no se puede acceder sin permiso expreso y volvió a intentar, por quinta vez en su vida, contactar con esta tribu para predicar. "Debéis pensar que estoy loco y todo eso, pero creo que merece la pena llevar a Jesús a esta gente. Por favor, no os enfadéis con ellos o con Dios si me matan", escribió en un email a su familia.

El misionero Chau en una foto de su Instagram el pasado octubre.

Poco después pagó unos 3.000 euros a unos pescadores para que le llevasen en una lancha hasta la costa oeste de la isla y le dejasen allí con un kayak. Tras desembarcar en la playa, los pescadores afirman haber visto cómo el joven caía abatido por una lluvia de flechas y, moribundo, conducido con una soga al cuello hasta el interior de la isla. Al día siguiente el mismo grupo de pescadores dijo ver cómo un grupo de sentinel llevaba a cabo unos rituales con el cadáver de Chau. El misionero llevaba consigo balones de fútbol, redes de pesca, medicinas y una Biblia como regalos para la tribu.

La bienvenida a los intrusos

Este desgraciado incidente es uno más de los intentos fallidos por parte de occidentales de intentar acercarse a una comunidad conocida por su agresividad y deseo de aislamiento. A pesar de que el gobierno indio siempre ha prohibido poner el pie en las Andamán a viajeros y curiosos, en 1974, una expedición occidental que incluía a un fotógrafo de National Geographic dejó en la playa de los sentinel un coche de plástico en miniatura, algunos cocos, un cerdo vivo atado, una muñeca y papel de aluminio. La lancha motora que los transportaba llegó a tomar tierra lejos del alcance de las flechas sentinel y el único resultado del experimento con el pretencioso nombre de “Misión hombre en busca del hombre” fue que tal vez alguno de esos objetos haya transmitido a los nativos enfermedades para las que su organismo no tenga defensa.

El mismo año, unos meses más tarde, el exrey de Bélgica Leopoldo III se empeñó en acercar su yate de recreo a la costa de la isla y, como todos los demás intrusos, fue advertido por una lluvia de flechas y los gestos desafiantes de un rupo de guerreros sentinel. Tras el tsunami de 2004, un helicóptero del Ejército indio sobrevoló las Andamán para comprobar los daños sufridos por las islas y comprobar si sus habitantes necesitaban ayuda. Esta vez, incluso mujeres y niños lanzaron flechas y piedras contra el helicóptero.

Desde 2003 está prohibido fotografiar o filmar a los sentinel. La India los considera a como una entidad independiente y tan solo se adjudica el papel de “vigilancia remota” de este pueblo, y por tanto las leyes indias no son aplicables a ellos. Tras la muerte de John Chau, el único proceso judicial que se ha iniciado es contra los pescadores que facilitaron el acceso del joven a un lugar que era manifiestamente peligroso y cuyo acceso entrañaba riesgo de muerte.

Stephen Corry, director de Survival International, afirma que “esta tragedia no debería haber ocurrido nunca. Las autoridades indias deberían haber asegurado la protección de los sentineleses y su isla para garantizar la seguridad, tanto de la tribu como de los foráneos. En vez de ello, hace unos meses las autoridades levantaron una de las restricciones que protegían la isla de la tribu sentinel frente al turismo extranjero, una medida que envió justo el mensaje equivocado y que puede haber contribuido a este terrible suceso”. Sobre la tragedia que ha costado la vida a John Chau, Corry señala: “Espero que esta tragedia sirva de llamada de atención para que las autoridades indias eviten otro desastre y protejan debidamente las tierras de los sentinel y de las demás tribus andamanesas frente a futuros invasores.”

Espero que esta tragedia sirva de llamada de atención para que las autoridades indias eviten otro desastre y protejan debidamente las tierras de los sentinel

En 1977, un buque carguero embarrancó en el litoral de la isla, donde crecen barreras de coral. Al comprobar que la tribu había extraído trozos de metal del casco, la prensa internacional lanzó titulares que ironizaban con pasar “de la edad de piedra a la edad de hierro en un día”. En 1981, otro barco, el Primrose, de más de 100 metros de eslora, quedó varado a poca distancia de la costa sentinel; al ver que un grupo de indígenas se acercaban portando armas, la tripulación pidió ayuda urgente por radio.

En aquellos instantes una gran tormenta que se acercaba a la zona hizo imposible recibir ayuda y fueron las olas quienes mantuvieron a raya a los guerreros sentinel y salvaron la vida a la gente del Primrose.

Todo lo que se dice, piensa o escribe sobre este pueblo es supuesto. Ni siquiera se conoce cómo se llaman a sí mismos, qué estructura social tienen o cuáles son sus creencias. Tampoco se sabe qué ha sido del cuerpo de Chau. Las pocas imágenes que hay de esta tribu son antiguas, de mala calidad y tomadas a gran distancia. Se sabe que, por ejemplo, han afilado pedazos de metal extraídos del barco que naufragó en su costa hace más de 40 años y con ellos han fabricado puntas de flecha y lanzas. Posiblemente, las mismas que acabaron con la vida del misionero hace unos días.