El 15 de agosto la Corte Oriental de Hong Kong anunciará el veredicto sobre el destino de los tres promotores principales de la denominada ‘Revolución de los paraguas’: Joshua Wong, Alex Chow y Nathan Law. Les acusan de organizar y promover aquella marea de paraguas pacífica que inundó las calles de la excolonia británica en forma de acampada durante 79 días en otoño de 2014 sin permiso. Pedían el derecho al sufragio universal frente a una reforma electoral dictada por Pekín que seguía limitando la democracia de esta región autónoma de China.

El pasado 21 de julio, dicho tribunal declaró culpables a Wong, actor principal de aquella revuelta estudiantil, y a Chow por delito de reunión ilegal; mientras que a Law se le inculpó de incitar a la participación al movimiento. Podría condenárseles, pues, a una pena máxima de tres años de cárcel.

"Mi juicio está politizado. No tengo ninguna duda de que Pekín está dentro", cuenta a EL ESPAÑOL Joshua Wong. Pero eso no le asusta: "No tengo miedo al veredicto. No me siento arrepentido por nada de lo que he hecho. Estoy dispuesto a pagar el precio y no voy a temer ante ninguna supresión”.

El joven activista, de 19 años, fundó el pasado abril un partido, ‘Demosisto’, para concurrir a las elecciones regionales del próximo septiembre. Él no puede presentarse como candidato al no alcanzar la edad mínima de 21 años para ser elegido. Aun así, sí podrían optar sus otros dos compañeros, Wong y Law, de 25 y 23 años. El partido "tiene como fin convocar un referéndum de determinación para decidir el futuro de Hong Kong independientemente del sistema político que haya en el país", explica a este diario Wong.

Sería una candidatura importante por su simbolismo, más que por practicable: les quedaría convencer a 1.200 miembros del comité electoral afines a Pekín para permitir su candidatura, algo altamente improbable, teniendo en cuenta que acabaron ante los tribunales precisamente por organizar una protesta por la ley electoral que establecía ese parámetro. El especialista en Asuntos Asiáticos del think thank estadounidense Congressional Research Service (CRS), Michael F. Martin, comentó en un artículo del Council on Foreign Relations que, "cuando el Gobierno pequinés trata el asunto del sufragio universal, siempre lo hace valiéndose de la palabra 可以 (keyi)" —que viene a significar 'puede', 'es posible', 'a lo mejor'—, reflejando así el desinterés que muestra la Ejecutiva de Xi Jinping por atajar esta problemática.

Además, si se les condenara con una pena de tan sólo tres meses de prisión, el reglamento del Consejo Legislativo no les permitiría ostentar el ejercicio de un cargo público. De ahí el peso político de este veredicto. Sin embargo, el magistrado del caso, June Cheung Tin, expresó, antes de anunciar los cargos, que la Corte no está influenciada y que “no es el lugar para solventar problemas políticos o sociales”.

El experto en Extremo Oriente y periodista español en Shangai, Zigor Aldama, explica a EL ESPAÑOL que "una condena se interpretará como una cesión a las presiones de Pekín, mientras que la absolución dará alas a quienes abogan por un referéndum de autodeterminación". Por otra parte, el transcurso de este caso judicial apenas lo está cubriendo la prensa local; es más: se suele tachar a estos tres promotores de "colaboracionistas con Estados Unidos en una conspiración para provocar la inestabilidad social", explica Aldama.

Un manifestante en un enfrentamiento contra la Policía en Hong Kong. Tyrone Siu Reuters

Pese a todo ello, los tres activistas no temen al veredicto judicial. “Porque nuestros actos, durante la Revolución de los Paraguas, fueron bastante importantes para Hong Kong”, explicó Nathan Law tras ser declarado culpable junto a sus compañeros el pasado 21 de julio. “No me arrepiento de nada”, declaró a su vez Wong a la agencia Efe después de salir del tribunal.

El movimiento que paralizó Hong Kong

La ‘Revolución de los Paraguas’, o la ‘Primavera Asiática’, tuvo lugar entre el 22 de septiembre y el 15 de diciembre de 2014. Este levantamiento fue organizado como un medio pacífico para protestar contra la reforma electoral del Gobierno de Pekín del 31 de agosto de ese mismo año —que limitaba el sufragio universal por el cual todo candidato a las elecciones regionales debe mostrar amor a la patria y ser aprobado por 1.200 notables de un comité electoral—.  Con el paso de los días y la acampada de los manifestantes frente a los edificios oficiales, la Policía trató de disolver la concentración mediante el uso de gases lacrimógenos y esprays pimienta, generando un clima de gran tensión y engrosando afiliados a la causa revolucionaria por unas elecciones democráticas. Los protestantes se sirvieron de paraguas con el fin de protegerse de los violentos ataques perpetrados por las fuerzas de seguridad y el utensilio terminó por convertirse en un símbolo para el movimiento.

Los paraguas amarillos fueron el símbolo de este movimiento pro-democrático. Damir Sagolj Reuters

Este fenómeno, que recuerda a la revuelta de Tiananmen de 1989, congregó a cientos de miles de personas que querían mantener el espíritu de ‘un país, dos sistemas’ impuesto en Hong Kong tras su adhesión a China en el año 1997. La creadora de este levantamiento fue la organización estudiantil 'Scholarism' —cuyo líder es Joshua Wong—, la Federación de Estudiantes y el movimiento 'Occupy Central', aunque el mando de la insurrección lo detentaron los tres jóvenes.

Si bien en el resto de China no tuvo consecuencias significativas, ya que desde Pekín se quería mantener en silencio este altercado —incluso se llegó a bloquear el acceso a Instagram en sus fronteras—, desde la aledaña ciudad de Macao y en Taiwán mostraron su apoyo al movimiento pro-democrático. En un comunicado de la Casa Blanca se expresó la atención prestada a la situación en la excolonia británica y se deseó que las autoridades de Hong Kong actuasen con moderación. Por otra parte, el entonces vice primer ministro británico, Nick Clegg, mostró su "simpatía" con el movimiento en un mensaje en su cuenta de Twitter.

Tras varias semanas de cargas policiales, enfrentamientos entre ciudadanos y sentadas frente a edificios oficiales —como ocurrió en la ‘Plaza Cívica’—, los agentes de seguridad hongkoneses consiguieron sofocar una revuelta que no obtuvo concesión democrática alguna por parte de la Ejecutiva de Xi Jinping, fracasando, así, un ideal renovador que parecía indestructible. Tras este fenómeno, "se ha incrementado la presión sobre Hong Kong y el sistema de libertades que representa", concluye Aldama.

En palabras de Wong, líder de la 'Revolución de los paraguas', "la lucha contra el comunismo es larga". Y aunque acabe en prisión, Wong se muestra optimista: "El movimiento no terminará, porque vamos a continuar con la creencia y con la idea de luchar por el futuro de Hong Kong. La generación de jóvenes hongkoneses han perdido su apoyo al Gobierno comunista".

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