Casi parecía pedir perdón por no aguantar más como jefe de Estado a sus 82 años. El emperador Akihito solicitó este lunes sutil pero claramente poder abdicar en favor de su hijo y así pasar el testigo como cabeza de la familia imperial más antigua del mundo, que se remonta a la fundación de Japón en el año 660 a.C. La Constitución nipona no le permite abdicar sin más.

“Me preocupa que pueda hacerse difícil para mí desempeñar mis responsabilidades como símbolo del Estado (…). Cuando un emperador enferma o su estado de salud es grave, me preocupa que, como ha sucedido en el pasado, la sociedad entre en punto muerto o la situación pueda impactar en las vidas de la gente (...) En ocasiones me planteo cómo sería posible evitar esta situación”. Así se expresó en un mensaje televisado a la nación, fórmula que únicamente había empleado anteriormente tras el devastador tsunami y terremoto de 2011.

El emperador Akihito plantea su abdicación a los 82 años. Casa Imperial de Japón Reuters

Su humildad en las declaraciones y el fondo neutro sin ningún tipo de adorno de la sobria puesta en escena iba acorde con la cultura japonesa, pero también suponen una muestra de sencillez y el colofón a la actitud de perdón que ha mantenido durante su mandato. Encuestas sobre la abdicación del emperador muestran que un 85% apoya su petición.

Tsugu Akihito (23/12/1933) tenía 11 años cuando su padre, el emperador Hirohito (conocido como emperador Showa tras su fallecimiento), comunicó a la nación nipona que Japón se había rendido ante los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Un año antes había alcanzado la edad que según la tradición familiar era suficiente para ocupar un rango de oficial en el Ejército, pero su padre se negó. Con 25 años, fue el primer príncipe heredero japonés en casarse con una ciudadana sin sangre azul aunque perteneciente a una familia adinerada, Michiko Shoda.

Paseo nupcial de los príncipes herederos Akihito y Michiko el 10 de abril de 1959. Kyodo/ Reuters

La “Realización de la Paz”

Cabeza de la iglesia sintoísta, la religión tradicional nipona, nació como hijo de una divinidad, pero su derrota en la Segunda Guerra Mundial obligó a un vuelco terrenal en el trato a Akihito y en su actitud hacia el mundo.

No sería hasta 1989 cuando asumiría el cargo de emperador al fallecer su padre (aunque lo ejercía en la práctica desde hacia medio año por la mala salud de su padre), el mismo año que cayó el Muro de Berlín y se abría un horizonte para un mundo nuevo.

Así, el fin de la Guerra Fría marcó casualmente el comienzo de su mandato, en el que pediría perdón públicamente en diversas ocasiones por los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial dentro y fuera de su país (incluida China), algo doblemente significativo viniendo del primer emperador de Japón que no recibe trato de divinidad. La última vez que lo hizo fue este mismo año, cuando en enero visitó Filipinas, donde habían fallecido 1,1 millones de filipinos y 518.000 soldados y civiles japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, la ceremonia de entronización de Akihito (en 1990, ya pasado el periodo de luto) se celebró en Tokio, en lugar de Kioto, la antigua capital imperial, y se dice que dio comienzo la llamada era Heisei, que significa “Realización de la Paz”, señala el centro de estudios de relaciones internacionales CIDOB. Fue el primer emperador en acceder al cargo como “símbolo del Estado y la unidad del pueblo”, un nuevo estatus ideado en la Constitución postbélica, señala la agencia de noticias japonesa, Kyodo.

La sucesión

Su hijo Naruhito, que hoy cuenta con 56 años -uno más que cuando su padre accedió al trono- y es el mayor de tres hermanos (dos hombres y una mujer), está llamado a ser su sucesor. Sin embargo, su esposa Masako Owada sufre depresión crónica desde hace más de una década, según The New York Times. Parece que por la presión de no dar un varón heredero a la dinastía y a causa de los límites que ha supuesto la jaula de oro de pertenecer a la familia imperial para su carrera profesional. Antes de contraer matrimonio con el príncipe heredero, Masako era funcionaria diplomática.

Las miradas de la familia imperial se centran en la princesa Masako mientras Akihito ríe en 2015. Oficial

El único vástago que han tenido los príncipes herederos es una niña (la princesa Aiko, en diciembre de 2001) y la Constitución nipona de la postguerra no permite el acceso de una mujer al Trono del Crisantemo. En noviembre de 2005, un panel de expertos en la sucesión al trono ya presentó un informe que proponía permitir a las mujeres y a sus descendientes acceder al cargo de jefe de Estado, recuerda Kyodo.

Es un debate que quedó en el aire cuando el hermano del príncipe heredero y su mujer tuvieron un niño y ya no urgía el cambio, explica el CIDOB. Ahora podría retomarse, aprovechando que la petición de dimisión de Akihito fuerza a una revisión de la Carta Magna. El primer ministro conservador de Japón, Shinzo Abe, anunció que analizaría “cuidadosamente” cómo dar solución a la solicitud del emperador.

Amante de los peces

Akihito estudió Ciencias Políticas y Economía en su época universitaria, pero lo que realmente le interesaba era la biología marina. Amante de los peces, se le considera un experto en la taxonomía de los peces llamados “gobioides”, una especialización sobre más de 2.000 especies cuya complejidad precisamente los convierte en “muy difíciles” de clasificar, destaca el portal especializado Science Direct.

Un pececillo de los corales del Pacífico, que puede llegar a alcanzar máximo 11 centímetros, fue registrado por primera vez en 2005 con el nombre de Exyrias akihito en su honor, según FishBase.org. Más concretamente, fue “en reconocimiento de su significativa contribución” al conocimiento de cierta tipología de peces, explica el portal Fishes of Australia. “Muchos de los especímenes de E. akihito han sido suministrados por el Laboratorio Biológico de la Casa Imperial de Tokio”, añade.

A los 70 años fue sometido a cirugía para extirparle un tumor de cáncer de próstata, y nueve años más tarde le implantaron un marcapasos. De carácter “reservado y afable” según el think tank barcelonés, a sus 82 años y con osteoporosis ha confesado no sentirse con las fuerzas necesarias para seguir adelante hasta su muerte, como exige la ley. En 2015 despachó 270 obligaciones oficiales y este año en mayo la Casa Imperial había anunciado que reduciría su carga de trabajo debido a su edad, recuerda Kyodo. Si llega a producirse su renuncia, será la primera de un emperador japonés en dos siglos.

Noticias relacionadas