La decisión de la cadena ABC de cancelar el programa de Jimmy Kimmel después de que el cómico sugiriese que el asesino del activista conservador Charlie Kirk es trumpista ha causado gran revuelo en Estados Unidos. Primero por las formas con las que se ha llevado a cabo dicha cancelación y luego porque Kimmel no es la primera figura mediática que se ve en una tesitura semejante… y son pocos quienes creen que será la última.
"Hemos tocado fondo durante el fin de semana, con la pandilla MAGA [un acrónimo que hace alusión al ecosistema trumpista] intentando desesperadamente caracterizar al chico que asesinó a Charlie Kirk como alguien distinto a ellos y haciendo todo lo posible para sacar provecho político de ello", declaró Kimmel el lunes por la noche durante su habitual monólogo.
El comentario, que la mayoría de los estadounidenses considera entre "desafortunado" e "insultante" habida cuenta de las simpatías progresistas que por lo visto profesa el asesino de Kirk, generó un aluvión de críticas. Pero cuando parecía que el asunto iba a quedarse ahí llegó Brendan Carr, el presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones, la agencia federal encargada de regular los medios de comunicación, y dejó un aviso a navegantes en el pódcast del activista derechista Benny Johnson.
Donald Trump atendiendo a los periodistas en el Air Force One durante el regreso a Washington desde Londres.
"Podemos hacerlo por las buenas o por las malas", empezó diciendo Carr. Y añadió: "Estas empresas pueden encontrar maneras de cambiar su conducta y tomar medidas con respecto a Kimmel… o la FCC tendrá que asumir el trabajo". En cuestión de horas, Nexstar, la empresa que opera 32 de las 200 filiales locales de ABC, anunció que dejaba de emitir el programa de Kimmel. No mucho después, la cadena anunció que lo cancelaba del todo.
Al conocer lo ocurrido Carr dijo que Nexstar había hecho "lo correcto" y añadió: "Las emisoras locales tienen la obligación de servir al interés público y si bien esta puede ser una decisión sin precedentes es importante que las emisoras se opongan a la programación de Disney que consideren que no refleja los valores comunitarios". La alusión a Disney se explica porque es la empresa matriz de ABC.
Por su parte Donald Trump, todavía de viaje en el Reino Unido, publicó un mensaje en su red social, Truth Social, describiendo la cancelación de Kimmel como "una gran noticia para Estados Unidos".
Ya a bordo del Air Force One, el presidente denunció que el "97%" de las cadenas de televisión son "negativas" y solo trasmiten "mala publicidad" sobre él. Además, dejó abierta la puerta a intervenir en el ecosistema de medios: "Me pensaré si les retiro la licencia".
Los antecedentes
"Carr tiene razón cuando afirma que la cancelación de Kimmel es una medida sin precedentes", escribía este jueves el cronista David Sims en la revista The Atlantic. "Pues cuando recientemente la CBS anunció que el programa de Stephen Colbert, otro gran crítico de Trump, no seguiría más allá de la presente temporada alegó problemas financieros", explica Sims.
Muchos atribuyeron el fin del programa de Colbert a los problemas que sus constantes críticas al presidente generaban en los despachos de Paramount, la productora bajo cuyo paraguas organizaba su famoso The Late Show. Lo que insinúa Sims en The Atlantic es que con la cancelación de Colbert la gente trató de disimular un poco mientras que la de Kimmel, además de inmediata, ha sucedido con luz y taquígrafo.
Tampoco parece casualidad que la noticia anunciando el fin del programa de Kimmel haya llegado poco después de que los abogados de Trump presentaran una demanda por difamación contra el New York Times y cuatro de sus periodistas: Susanne Craig, Russ Buettner, Peter Baker y Michael Schmidt. Una demanda que también incluye a la editorial Penguin Random House por haber publicado un libro escrito por los dos primeros titulado Lucky Loser: How Donald Trump Squandered His Father’s Fortune and Created the Illusion of Success.
Trump reclama 15 millones de dólares a modo de compensación después de que, según reza la demanda, el periódico, los reporteros y la editorial hayan promovido difamaciones tanto en el citado libro como en tres artículos que profundizaban en una serie de escándalos. Todos ellos redactados, dice Trump, "con verdadera malicia" para tratar de sabotear sus opciones durante la campaña electoral del 2024.
La demanda contra el New York Times sucede a la que Trump presentó el pasado julio contra el principal diario conservador del país: The Wall Street Journal. En aquella ocasión el presidente también acusó al periódico de difamación tras publicar un artículo que afirmaba que el actual inquilino de la Casa Blanca le había entregado un dibujo de una mujer desnuda al magnate y pederasta Jeffrey Epstein en 2003.
En un principio los abogados de Trump describieron el documento como "inexistente". Sin embargo, el dibujo apareció poco después, cuando el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, controlado por el Partido Republicano, lo publicó tras pedir a los herederos de Epstein que aclarasen la polémica. Entonces el equipo legal de Trump cambió de registro; el dibujo existía, vale, pero no había sido obra de su cliente.
Además, ese mismo mes la ya mencionada Paramount, la empresa matriz de CBS News, acordó pagar 16 millones de dólares a Trump con el fin de resolver una demanda de 20.000 millones de dólares presentada por el presidente. Ésta se había interpuesto tras una entrevista del famoso programa 60 Minutes con la entonces vicepresidenta Kamala Harris durante la campaña presidencial.
"Ojo por ojo"
Aunque algunas figuras dentro de la derecha estadounidense –el ejemplo paradigmático sería Tucker Carlson– han criticado lo que muchos están calificando como "ataques a la libertad de expresión" y "ataques a la libertad de prensa", a día de hoy el sentimiento mayoritario dentro del conservadurismo norteamericano es de celebración.
"Es curioso porque esta es una táctica que se empezó a usar contra nosotros a partir del 2017", le explicaba al reportero Ali Breland el antiguo líder del grupo ultraderechista Proud Boys: Enrique Tarrio. "Nos expulsaban de todas las plazas públicas, nos marginaban, y fue terrible para nosotros; tanto que siempre juré que yo nunca se lo haría a nadie", cuenta. "Pero ahora tengo una mentalidad diferente: ojo por ojo".
"Christopher Rufo ha tardado seis meses en traicionar su propio criterio", argumenta el ensayista Thomas Chatterton Williams en alusión a un activista conservador particularmente famoso que ha celebrado la cancelación de Kimmel.
"En febrero escribió que las publicaciones en redes sociales ‘ya no deberían ser motivo de aniquilación social y profesional’ […] pero en agosto ya había imitado a sus enemigos generando una ola de indignación al rescatar los tuits antiguos de un periodista". Y añade: "Este episodio demuestra no solo su propia hipocresía, sino también por qué siempre se debe ir contra las campañas que ponen en la diana el discurso inapropiado".
Cabe recordar que Chatterton Williams ha sido, durante el último par de décadas, uno de los intelectuales más críticos con la censura amparada en la corrección política practicada por grupos progresistas estadounidenses en lugares como la universidad.
‘Orbanismo’
Al margen del cruce de sables que se está dando en la plaza pública, el Partido Demócrata ha exigido la renuncia de Brendan Carr, el responsable del regulador mediático, alegando que utilizó su cargo para presionar a una empresa privada y obligarla a tomar medidas drásticas contra la libertad de expresión.
Asimismo, el miembro de mayor rango de la Comisión de Supervisión de la Cámara de Representantes, Robert García, un miembro del Partido Demócrata de California, ha abierto una investigación en torno a la decisión de retirar a Kimmel del aire. Y el expresidente Barack Obama se ha pronunciado ironizando: "Tras años de quejarse de la cultura de la cancelación, la administración actual la ha llevado a un nuevo y peligroso nivel".
Hay, incluso, quien ha comparado las formas de Trump con las del primer ministro húngaro. "Así fue como Viktor Orbán consolidó su control sobre los medios de comunicación en su país", contaba este jueves el analista Brian Stelter en la CNN.
"Presionar a los medios de comunicación privados para que sigan la línea del partido, castigar a los dueños que se resistan y recompensar a los que se sometan… Trump y sus aliados parecen estar aplicando esa misma estrategia en Estados Unidos", dice Stelter.
"Esta historia me resulta demasiado familiar", declaró hace un par de días –también a la CNN– el político liberal húngaro Gábor Scheiring. "Tanto la decisión de ABC sobre Kimmel como la decisión de CBS de cancelar The Late Show huelen a lo que a veces llamo ‘orbanismo’".
"Es importante entender que en Hungría los propietarios de los medios de comunicación, tanto extranjeros como nacionales, capitularon en lugar de montar una resistencia colectiva", añade Scheiring. "Eso permitió la estrategia de captura sistemática de Orbán".
De momento en Estados Unidos van dos de cuatro. Las cadenas CBS y ABC parecen haber claudicado, pero los dos periódicos que se encuentran en la diana –New York Times y Wall Street Journal– han dicho que están dispuestos a dar la batalla.
