Jamie Dimon, el consejero delegado de JP Morgan Chase, debió de sorprenderse bastante cuando, a mediados de la semana pasada, escuchó a Donald Trump decir que una de las razones detrás de la pausa de tres meses en su guerra comercial tenía que ver con lo que había dicho el propio Dimon en una entrevista concedida a la cadena Fox. ¿Y qué dijo el banquero durante su intervención televisiva? Pues, básicamente, que a causa de los aranceles anunciados previamente por el presidente la primera potencia del mundo se dirigía hacia la recesión.
El motivo de la sorpresa de Dimon se había aireado varios días antes durante un encuentro con sus colegas David Solomon, Brian Moynihan y Charlie Scharf –los consejeros delegados de Goldman Sachs, Bank of America y Wells Fargo– celebrado en Washington. Al preguntarles cuándo habían hablado con Trump ninguno dio una fecha reciente. Alguno, de hecho, dijo no haber tenido una “conversación sustancial” con el presidente desde su primer mandato. Dimon, por lo visto, estaba en las mismas.
"Aunque algunos banqueros han podido hablar con altos funcionarios del Gobierno durante las turbulencias desatadas por los aranceles, incluido el vicepresidente JD Vance, muchos de ellos sienten que sus opiniones no tienen mucho peso ante el presidente", escribían los corresponsales financieros del Wall Street Journal el pasado 8 de abril en un reportaje sobre el citado encuentro. De ahí la sorpresa al saber que Trump había prestado buena nota de lo dicho por Dimon en la Fox.
Al desconcierto que los banqueros han experimentado estas últimas semanas se ha sumado el de varios multimillonarios próximos a Trump. El más influyente de todos ellos, Elon Musk, no tardó en hacer público su desacuerdo con la política arancelaria del presidente –con quien ha hecho muy buenas migas en los últimos meses– al tiempo que pedía un acuerdo basado en "cero aranceles" con la Unión Europea. En paralelo, Musk intercambió varios insultos con Peter Navarro, uno de los asesores de Trump en materia comercial, en las redes sociales.
Bill Ackman, un conocido gestor de fondos y otro de los multimillonarios cercanos al presidente, comparó la imposición de gravámenes con una "guerra nuclear económica" y aseguró que la fórmula empleada por la Casa Blanca –que no se basa en los aranceles que cobran otros países sino en los desequilibrios comerciales– es errónea. En consecuencia, añadió, la decisión de Trump solo podía significar una cosa: impuestos a las importaciones extraordinariamente altos. "Esto no es lo que hemos votado", sentenció.
Por su parte Vivek Ramaswamy, un magnate procedente del mundo de las farmacéuticas y la persona escogida inicialmente junto a Musk para liderar el Departamento de Eficiencia Gubernamental, o DOGE, ha optado por guardar silencio en torno al affaire arancelario en lugar de embarcarse en su habitual defensa pública de Trump. Una actitud bastante común estas últimas semanas entre quienes no están de acuerdo con el presidente pero siguen dependiendo de él. Sería el caso de Ramaswamy, quien hace dos meses anunció que el año que viene intentará convertirse en el gobernador de Ohio; una apuesta política que tendrá más posibilidades de naufragar sin el apoyo de la Casa Blanca.
Las bases trumpistas
No obstante, toda esa muestra de descontento y desconcierto no se ha visto replicada entre las bases trumpistas. Una parte de las mismas parece apoyar cualquier tipo de ofensiva comercial contra el resto del planeta por una cuestión ideológica. Se trataría de aquellos votantes de tendencia nacionalista que consideran que el buen futuro de Estados Unidos pasa por reindustrializar su economía y estampar el Made in America en cuantos más productos mejor. Y no solo por una cuestión puramente económica sino porque urge –piensan estas personas– reducir la dependencia del exterior.
Es el caso de una trabajadora de fábrica sita en Colorado y entrevistada por el Washington Post. "Necesitamos dejar de depender de otros países, especialmente de aquellos que no son amigos", contestó esta persona ante las preguntas del periodista. "Además, hay que devolver los empleos a Estados Unidos". "Con suerte, a largo plazo, devolverá la mano de obra al país", declaró otro trabajador, este de una planta química ubicada en Michigan, al Post. "Si esto es lo que hay que hacer para que otros países nos traten bien entonces que se haga", opinó una sesentona llamada Kathy McConnell que reconoció haberse quejado de la inflación el pasado otoño.
"Es el único presidente con las agallas para hacerlo, aunque sus decisiones puedan llenar de meado tus cereales", espetó de forma un tanto gráfica otro partidario del presidente, en este caso de Misuri, llamado Kenny Cook. "Creo que veremos altibajos durante un tiempo", añadió, "pero Trump está haciendo un gran trabajo y, además, lo está haciendo por el pueblo estadounidense".
Otra parte de las bases trumpistas se ha mostrado a favor de la guerra arancelaria por una cuestión muy sencilla: la confianza que ha depositado en su líder, tanto en materia comercial como en la materia que sea. "Siempre le digo a la gente que no tengo que preocuparme por nada porque él lo tiene todo", le explicaba Melissa Sample, una votante de 57 años procedente de Wisconsin, a un periodista del Wall Street Journal. "Hay un método detrás de su aparente locura y por eso confío en él".
Son testimonios que vienen avalados por las encuestas. Una de ellas, realizada la semana pasada, o sea cuando ya se sabía que iban a implantarse aranceles aunque todavía no se conocían sus barreras, mostró que el 93% de aquellos encuestados que habían votado en noviembre por Trump aprobaba la decisión. Solo el 6% se mostró en contra.
Deep MAGA vs Dark MAGA
Para Ian Bremmer, el analista político que dirige la consultora de riesgo Eurasia Group, lo que se ha visto durante los días que han seguido a la declaración de guerra comercial emitida hace semana y media por Trump es un enfrentamiento entre lo que él llama Deep MAGA y Dark MAGA. Es decir: entre el trumpismo militante, el de clase obrera y clase media, y el trumpismo de corte libertario procedente del anarcocapitalismo.
"Los Deep MAGA son aquellas personas que creen que Estados Unidos lleva mucho tiempo sin representar sus intereses y que, por tanto, buscan un trato justo", explicaba Bremmer hace unos días. "Quieren que la clase trabajadora y la clase media tengan una vida mejor y que no se aprovechen de ellas; quieren políticas internas que no sean depredadoras". En cuanto a Dark MAGA –cuyo mayor representante sería Elon Musk–, Bremmer la define como la corriente defensora del "globalismo, del libre comercio y de la captura de las políticas de un Estado más pequeño para que sirvan a sus intereses".
"El fin de semana pasado hubo un repudio, al menos tácticamente, de Dark MAGA por parte de Deep MAGA", continuaba explicando Bremmer. “Y ahí es donde se enmarca la pelea que hemos visto entre Elon Musk, quien dirige el DOGE, es el hombre más rico del mundo y el segundo más poderoso –hasta la fecha– del Gobierno de Trump, y Peter Navarro, que solo es asesor comercial en la Casa Blanca y no es, ni de lejos, tan influyente como Elon".
Por contextualizar: Navarro acusó a Musk de velar por sus propios intereses como empresario, los cuales se podrían ver seriamente afectados por los aranceles, en lugar de mirar por la sociedad estadounidense. "Navarro no estaba peleando por pelear", añade Bremmer, "sino que estaba defendiendo la política que ha abrazado Trump".
La pausa de 90 días: ¿estrategia o corazonada?
Teniendo en cuenta todo lo anterior cabe preguntarse cómo han quedado las cosas en ambas facciones –y entre ambas facciones– después de que el miércoles Trump tomara, de forma un tanto abrupta, la decisión de pausar la mayoría de los aranceles previamente anunciados, con excepción de los aplicados a China, durante un periodo de tres meses.
Lo que él mismo ha dicho, más allá de prestar atención a la intervención televisiva de Jamie Dimon, es que la decisión partió de una "corazonada" tras ver que la gente se estaba asustando más de la cuenta. Y es que tras el descalabro de los mercados bursátiles llegó un incremento de los intereses de la deuda estadounidense. También ha dicho pretender, con esta pausa, abrir una ronda de negociaciones con los diferentes socios comerciales de Estados Unidos.
En palabras de una de las fuentes del Financial Times dentro de la Casa Blanca: "A Trump le parece bien que Wall Street sufra un golpe, pero no quiere que se derrumbe todo el edificio".
La explicación de la "corazonada", por cierto, desmiente lo que comunicaron nada más conocer la decisión el secretario del Tesoro, Scott Bessent, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, y un asesor dentro de la misma llamado Stephen Miller. "Ha sido una estrategia desde el principio", dijo el primero. "Me queda claro que muchos de ustedes, en los medios de comunicación, no han leído El arte de la negociación", dijo la segunda en alusión al libro más famoso de todos los firmados por Trump cuando solo era un empresario. "Han estado presenciando la mayor estrategia económica magistral de un presidente estadounidense en la historia", dijo el tercero.
Desde Dark MAGA eso es lo que esperan; que todo haya sido una táctica negociadora en lugar de una corazonada. Aunque, en última instancia, si esa corazonada ha venido dictada por los mercados significa que éstos todavía ejercen influencia sobre Trump. En cuanto a Deep MAGA, todo parece indicar que su confianza en el presidente se mantendrá más o menos intacta porque, en su opinión, no estaría dando marcha atrás sino buscando la mejor manera de apuntalar el mejor futuro posible para el país.
A fin de cuentas, Deep MAGA se basa en el fortísimo vínculo personal que Trump ha conseguido establecer con sus integrantes. Algo que sus críticos definen como un culto a la personalidad. Sea como fuere, lo que existe entre el mandatario y una parte sustancial de quienes le votan se ha forjado, dice el analista Joshua Chaffin, "a lo largo de los años, primero cuando Trump entró en sus salas de estar a través de la telerrealidad y luego a través de los mítines que celebra por todo el país". Unos mítines, añade, que a menudo reflejan "el ardor de un renacimiento religioso".
