La presidencia de Donald Trump parece haber contribuido a disuadir a miles de personas de cruzar ilegalmente la frontera sur de Estados Unidos en busca de seguridad o mejores condiciones de vida.

Desde que el mandatario republicano saliera elegido y, sobre todo, desde que se instalara en la Casa Blanca el número de detenciones fronterizas ha menguado visiblemente: de noviembre a junio cayeron casi un 50% respecto al mismo periodo del año anterior y en los cinco meses siguientes a la investidura, un 60% en comparación con el mismo intervalo en 2016.

En abril se registró la cifra más baja en 17 años. Y aunque en junio se produjeron 1.500 detenciones más que el mes anterior, el número fue un 54% menor que en junio de 2016.

La caída se enmarca dentro de una tendencia negativa que se remonta en el tiempo, pero la retórica y políticas migratorias de la nueva Administración la han acelerado, señalan los expertos.

“Paciera que menos gente intenta cruzar”, afirma Randy Capps, director de investigación para EEUU del think tank Instituto de Política Migratoria (MPI, por sus siglas en inglés). “Probablemente tenga que ver en parte con los cambios en política migratoria entre las administraciones de Obama y Trump -y más que los propios cambios, que aún se están implementando, la fuerte declaración de intenciones de la Administración Trump-”.

La nueva Administración ha celebrado la bajada como un éxito propio. “Esta bajada de detenciones no es accidental”, afirmó el secretario de Seguridad Nacional, John F. Kelly, en una declaración escrita al Senado en abril. Sin embargo, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU no respondió a una petición de este diario para abordar la caída.

Durante la campaña electoral, Trump prometió erigir un muro en la frontera con México y prometió expulsar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que viven en Estados Unidos. Ya en su primera semana como presidente, el republicano firmó dos órdenes ejecutivas ordenando la contratación de nuevos agentes de inmigración y aduanas, el endurecimiento de las políticas migratorias de EEUU y la búsqueda de financiación para levantar la barrera.

Y si bien el muro todavía es un proyecto pendiente -ahora Trump imagina una barrera transparente con paneles solares-, el mandatario pudo mostrar a sus votantes que en sus primeros 100 días al frente los arrestos de supuestos inmigrantes ilegales aumentaron un 38% respecto al mismo periodo en 2016.

Los arrestos de migrantes sin antecedentes penales se han generalizado con la nueva Administración, afirma Maureen Meyer, experta en migración y cuestiones transfronterizas de WOLA, una organización basada en Washington DC dedicada a promocionar los derechos humanos en el continente americano.

Ahora cualquier persona indocumentada en Estados Unidos está sujeta a ser detenida y deportada”, asegura la experta. “Y así lo ha dicho el director de ICE [Oficina de Inmigración y Aduanas] últimamente, cualquier persona indocumentada aquí tiene razones para tener miedo”.

El Washington Post reveló en primavera que la mitad de los migrantes indocumentados que fueron arrestados en las redadas a escala nacional realizadas tras la investidura carecían de historial delictivo o habían cometido delitos relacionados con la conducción.

Meyer matiza que, pese al aparente efecto disuasorio provocado por Trump, los solicitantes de asilo que huyen de la violencia en Centroamérica siguen teniendo razones de peso para viajar a EEUU. México, sin embargo, se está convirtiendo progresivamente en un país de destino para los refugiados, donde se han disparado las solicitudes de asilo.

“Aunque yo creo que, al final de cuentas, México nunca va a absorber la cantidad de personas que quieren buscar protección en Estados Unidos”, dice la experta, que reclama una solución regional a la crisis de refugiados en América Central.

Por su parte, Capps, el experto del Instituto de Política Migratoria, señala que, dado que la situación en estos países no tiene visos de mejorar, las llegadas de personas a la frontera sur de EEUU podrían volver a repuntar. “La gente tiene incentivos muy fuertes para marcharse”, asegura.

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