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Las claves

Si hay algo que puede salvar a Nicolás Maduro de acabar como el dictador Manuel Antonio Noriega es la enorme división que hay ahora mismo dentro del propio Partido Republicano a la hora de decidir qué es lo que se debe hacer con Venezuela.

Mientras que el muy influyente senador Lindsey Graham insistió este domingo en el paralelismo entre la situación actual y los cambios de régimen en Panamá y en Granada durante las administraciones de Ronald Reagan y George H. Bush, otros líderes del GOP han mostrado su espanto ante tal posibilidad.

Por ejemplo, Rand Paul, senador por Kentucky y miembro de una familia de rancio abolengo republicano, afirmó durante el fin de semana que, si el presidente Trump iba a mandar tropas a Venezuela, lo que tenía que hacer era declarar la guerra y, en consecuencia, pedir autorización al Congreso. Paul aseguró que ni él ni los demás senadores tenían suficiente información al respecto, que se trataría de una misión muy peligrosa y muy cara y que, llegado el momento, él se opondría.

En términos similares se manifestó Todd Young, senador por Indiana: "Si esto estuviera pasando, con este nivel de información, bajo la Administración Biden, estaría furioso".

Forman parte del ala más proteccionista del Partido Republicano, el que más cree en el America First y el que ve con desagrado cualquier intervención en el extranjero que pueda poner en peligro vidas de estadounidenses y requiera un gasto económico que se podría destinar a reactivar las industrias locales.

Son, además, los que se niegan a que Estados Unidos se siga viendo en el exterior como una especie de policía universal que se encarga de todo y al que, en consecuencia, todos acaban pasando la tostada. Justo lo que se supone que Trump y el movimiento MAGA venían a poner fin.

Son varios los líderes de dicho movimiento que se han pronunciado en los últimos días en contra de una intervención militar en Venezuela, entre ellos, el omnipresente Steve Bannon. Consideran que no hay razón suficiente para pasar a la acción militar y que con bombardear los barcos sospechosos basta.

Objetivos: Venezuela, Colombia y Cuba

Sin embargo, hay otra parte del Partido Republicano que cree que, para defender los intereses de Estados Unidos en Latinoamérica, hay que adoptar un enfoque más activo. Entre ellos, el mencionado Graham, íntimo amigo de Donald Trump y fiel aliado de la causa ucraniana.

Graham combina un mensaje de interés propio -hay que detener a Maduro porque controla el tráfico de las drogas que luego acaban con la juventud americana- con un cierto sentido de lo que es justo internacionalmente: Estados Unidos debe oponerse a Putin y Maduro porque Putin y Maduro son líderes abyectos.

Más contundente se mostró el senador por Arizona, Rick Scott, quien aseguró que los días de Nicolás Maduro al frente de Venezuela "están contados" y le aconsejó que se retirara a China o a Rusia cuanto antes. Scott, además, afirmó que Estados Unidos iba a encargarse de poner orden en Latinoamérica, una postura extrema que entronca con el republicanismo más conservador y de la vieja guarda, pero que es difícil de conciliar con el partido populista y nacionalista en el que ha derivado.

De hecho, aunque todos puedan estar de acuerdo en la necesidad de expulsar a Maduro del poder -ya durante su primer mandato, Trump puso precio a su cabeza, un precio que ha aumentado hasta los cincuenta millones de dólares en este segundo mandato-, lo que nadie sabe explicar es cómo hacerlo y ahí es donde está la principal divergencia. Escuchando a Scott o a Graham, incluso pasados discursos de Marco Rubio respecto a Cuba, uno podría pensar que se trata de mandar marines en una operación especial o directamente intentar ocupar Venezuela por la fuerza.

¿Una operación de la CIA?

A nadie se le escapa que esta segunda opción es complejísima y la Administración Trump no ha logrado explicarla debidamente. Se podría enmarcar dentro de una "operación antiterrorista" una vez que el Cartel de los Soles ha entrado en la lista de organizaciones criminales y se ha establecido que Nicolás Maduro es su dirigente, pero quitarse de en medio a un líder blindado por sus fuerzas armadas y las distintas guerrillas que ha ido organizando el chavismo a lo largo de los años… y que además cuenta con el apoyo de Rusia, China e incluso Irán, es complejo.

Da la sensación de que esta ala conservadora del GOP lo que quiere es mandar un mensaje y que ese mensaje no se limita a Venezuela. "Sería el final de Cuba", afirmó Scott, quien abogó por una operación quirúrgica contra Maduro y no por una invasión a toda escala. Graham, por su parte, señaló repetidas veces a Colombia, con cuyo presidente, Gustavo Petro, Trump acaba de tener un tenso cruce de palabras. Ahora bien, no dijo nada de actuar contra Petro ni de cambiar el régimen colombiano.

La decisión, al final, recaerá obviamente en Donald Trump, quien ya autorizó a la CIA a llevar a cabo "acciones en cubierto" dentro de Venezuela y que ha desplegado numerosos bombarderos B1 por el Mar del Caribe no solo para atacar a los barcos sospechosos, sino para, en general, disuadir a los narcos. El riesgo es enorme y conviene tenerlo todo bien planeado. El problema es que Trump es más de actuar y luego ver. En este caso, podría tratarse de un tremendo error.