Con la política en las venas y, aunque no lo dice, con la mente en las elecciones de 2022 en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva avisa de que está de vuelta, se siente libre de la Justicia y dispuesto a desafiar a la ultraderecha de Jair Bolsonaro.

Dos días después de que la Justicia anulara las condenas a prisión que pesaban en su contra, Lula convocó a la prensa y se presentó conciliador con casi todos, menos con un presidente, al que tildó de "imbécil", y contra el que indirectamente llamó a la desobediencia.

Su discurso, que duró más de una hora y media sin una palabra leída, se centró en marcar diferencias con Bolsonaro tanto en la política como en lo que él mismo definió como "humanidad".

Subrayó esas diferencias al pedir a la sociedad que se vacune, pues "todavía la pandemia no terminó", en un claro distanciamiento del líder de la ultraderecha, que ha negado desde el inicio la gravedad de una epidemia que en algún momento incluso tildó de "gripecita".

"Hay una lucha titánica contra un Gobierno incompetente, con un ministro incompetente, que no respetan la vida", declaró Lula, para agregar que espera, a sus 75 años, vacunarse la semana próxima.

Un mensaje diametralmente distinto al de Bolsonaro, que además de negar la gravedad de la pandemia ha llegado al extremo de declarar en público que las vacunas son "experimentales" y pueden convertir a las personas en "yacarés" (cocodrilos).

En las entre líneas, Lula habló como candidato a la presidencia para los comicios de octubre de 2022, cuando Bolsonaro aspirará a la reelección, pero al ser preguntado por ello prefirió echar balones fuera.

Economía, vacuna y empleo

"Mi cabeza no tiene tiempo para pensar en la candidatura en 2022", respondió, y dejó esa decisión pendiente para el año próximo, pues "ahora es necesario generar acciones para echar andar el país, hablar sobre economía, sobre la vacuna, la cuestión del empleo".

De esa manera, metió el dedo en la llaga de tres temas en los que el Gobierno de Bolsonaro patina.

La economía brasileña cayó en 2020 un 4,1%, su peor resultado en 25 años y en buena medida por la pandemia, pero el propio Ministerio de Economía reconoce que el bache sólo será superado cuando haya una "vacunación en masa", que por la errática gestión sanitaria está en duda en el país.

El desempleo, otro factor fundamental para retomar el consumo, que es el motor económico de Brasil, está en tasas récord del 14% y la persistencia de una pandemia que sigue descontrolada hace dudar a los economistas de una recuperación en el corto plazo.

Aún cuando una y otra vez negó su candidatura, tuvo algún lapsus que lo traicionó, como cuando auguró una derrota de Bolsonaro en las próximas elecciones y apuntó: "Voy a recuperar..." el terreno perdido en los últimos años.

Lula se mostró dolido con la Justicia y con la prensa, pero en ambos casos rebajó el tono y señaló que ambas son "imprescindibles" para la democracia y garantizó que no guarda "rencores".

Turbulencias financieras

Se mostró sorprendido con la reacción del mercado financiero, donde hubo ciertas turbulencias desde que la Justicia le devolvió sus derechos políticos, y dijo no entender cuál es el temor. Recordó que mientras fue presidente (2003-2011), los bancos "ganaron más dinero que nunca" y Brasil llegó a ser la sexta economía del mundo, casi con "pleno empleo", un crecimiento sostenido y la industria en expansión.

No obstante, aclaró que su lado "es el de los trabajadores" y no el de los "chicos que especulan en la bolsa y ganan fortunas sin producir nada", sobre los cuales dijo que "sí deberán tener miedo" si él llegara a volver al poder.

Ratificó asimismo su convicción, también contraria a la tesis de Bolsonaro, de que el Estado debe tener un papel activo e "inductor" en la actividad económica y recuperar su capacidad de invertir, que se resiente con las privatizaciones que promueve el actual Gobierno.

"No tengan miedo de mí. Soy radical. Soy radical porque quiero ir a la raíz de los problemas, quiero un mundo justo", dijo Lula, quien también sostuvo que no se debe temer a una "polarización" entre él y Bolsonaro.

"Estoy polarizando desde 1979", cuando comenzó la vida sindical que luego le llevó a la política, declaró el exmandatario, que por momentos mantuvo el tono del "Lula paz y amor" que en la campaña de 2002 finalmente llegó al poder tras haber perdido tres elecciones consecutivas, y ahora parece listo para intentarlo de nuevo.

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