Washington DC

Donald Trump tiene su propia agenda internacional y, como viene demostrando desde que llegó a la Casa Blanca, piensa ejecutarla con o sin el apoyo de sus aliados. La ruptura del pacto nuclear con Irán y la reactivación de las sanciones económicas han generado el rechazo de los demócratas, de su antecesor Obama, de sus socios europeos y, cómo no, del régimen de Teherán, que pese a todo respetará de momento el acuerdo.

Una vez anunciada la retirada norteamericana de este tratado queda por ver cuáles serán los siguientes pasos que contempla Washington. Este brusco movimiento exterior, que ni la diplomacia francesa con Enmanuel Macron al frente consiguió frenar, se intuía desde que el presidente Trump prescindió de Rex Tillerson como secretario de Estado y lo sustituyó por el hasta entonces director de la CIA, Mike Pompeo.

"Rex tiene una mentalidad diferente", dijo Trump tras el cese. “Cuando miras el trato con Irán, creo que es terrible. Creo que él pensaba que estaba bien. Así que no estábamos de acuerdo. Con Mike Pompeo, tenemos una forma de pensar muy similar. Va a ir muy bien”.

EEUU se retira del acuerdo nuclear con Irán

Ahí se evidenció ya que Washington apostaría por las tesis de mano dura defendida hasta entonces por Pompeo, mucho más conservador y crítico con el acuerdo nuclear de 2015 negociado por la administración Obama, una visión que compartía con el magnate, que durante toda la campaña electoral lo calificó de “desastroso”.

Precisamente este miércoles Pompeo ha ganado crédito entre la opinión pública estadounidense gracias al avance en las negociaciones con Corea del Norte y la liberación de tres ciudadanos de EEUU retenidos hasta ahora por Pyongyang. Este tanto puede sin duda ayudar al gobierno republicano a defender su hoja de ruta para Irán, un plan secundado, además, por Israel y Arabia Saudí.

Dando un repaso por las declaraciones públicas de Pompeo y Trump de los últimos meses parece claro que su objetivo siempre ha sido modificar el pacto de 2015, corrigiendo los defectos que a su juicio presentaba, o romperlo. Llegados a este segundo escenario, queda por saber cuál es la siguiente fase.

Ahora que Washington está fuera del tratado, los siguientes pasos podrían consistir en presionar Teherán desde dentro, por ejemplo, brindando apoyo político y tecnológico al Consejo Nacional de Resistencia de Irán (NCRI) para facilitar su oposición al régimen iraní. Así lo apunta en un artículo en The Hill el que fuera asesor para Oriente Medio del Consejo Nacional de Seguridad durante las administraciones de Reagan y Bush, Raymond Tanter, quien explica que aunque muchos países tienen programas nucleares y al menos ocho poseen armas atómicas, el caso de Irán es diferente.

En su opinión, el riesgo con este país radica en que “Irán no es un estado normal, sino un país revolucionario que sitúa la continuación de la Revolución Islámica de 1979 como su principal prioridad”. “Por supuesto, el país actúa como un estado ordinario, con embajadas en el exterior y diplomáticos suaves que representan al estado. Pero, los ‘guardianes de la Revolución’, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) son el estado real, porque tienen el ‘poder duro’ en alineación con el líder supremo, y dejan el ‘poder blando’ al presidente, al ministro de Asuntos Exteriores y al Parlamento”.

La idea de que EEUU podría apoyar a la oposición interna al régimen de Teherán como medida de presión para mejorar el acuerdo se sustenta en numerosas declaraciones de Pompeo y Trump. Por ejemplo, a finales del pasado diciembre se produjeron varias protestas en aquel país que fueron duramente reprimidas. Trump entonces respaldó a los manifestantes a través de Twitter, mostrando “gran respeto” por ellos y anunciando que verían “un gran apoyo de los EEUU en el momento apropiado".

Pompeo, por la rebelión interna

La tesis de que una revolución interna puede llevar al país a la democracia es precisamente una de las ideas que ha defendido Mike Pompeo desde antes de ocupar la Secretaría de Estado. Precisamente a propósito de las protestas de diciembre aseguró que “el gobierno de Irán es un régimen teocrático que está mirando hacia atrás, en lugar de desear mejorar la vida de su pueblo”. “Tengo la plena esperanza de que el pueblo iraní continúe su rebelión contra esto”, dijo.

Pompeo ya utilizaba su posición en la CIA para exponer que a su juicio Irán es “un problema en Oriente Próximo y una amenaza mundial”. Sus comentarios más duros se produjeron en el Foro de Seguridad Nacional de Texas en octubre, donde lo calificó como “estado policial de matones” y comparó sus ambiciones con las de los terroristas del ISIS. “El Ministerio de Inteligencia y Seguridad de Irán y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) son los garrotes de una teocracia despótica. Son la vanguardia de un imperio pernicioso que está expandiendo su poder e influencia en todo Medio Oriente”, apuntó.

El exdirector interino de la CIA John McLaughlin ya avisaba tras el nombramiento de Pompeo de que su influencia dificultaría la continuidad del pacto con Irán. “Como secretario de Estado, es probable que esté más en línea con la posición del presidente que Tillerson. Por ejemplo, la idea de que otros mandatarios ayuden para endurecer el acuerdo nuclear para mantenernos dentro. Eso será algo difícil de lograr y si no se logra, podría poner en peligro el acuerdo nuclear”, acertó a aventurar.

Conviene recordar que la insatisfacción de Trump y de los opositores al tratado de 2015 se explica por varios motivos. Primero, porque argumentan que dio acceso a Irán a miles de millones de dólares, pero sin abordar aspectos como el apoyo de Teherán a grupos que EEUU consideran terroristas, como Hamas y Hezbolá; o el desarrollo de misiles balísticos por parte del régimen. Además, su duración se limita hasta 2030. A esto hay que sumar que este régimen ya mintió en el pasado sobre su programa nuclear.

En cambio, los defensores del pacto destacan que impide que Irán se dote de armas nucleares, descartando una carrera armamentística en la zona, y facilita que los inspectores internacionales estuvieran sobre el terreno.

Donald Trump, firmando la retirada de EEUU del acuerdo nuclear iraní. Reuters

Los ciudadanos: ns/nc

Esta discrepancia, pese a ser la justificación de la ruptura del pacto, no parece ser demasiado conocida por la ciudadanía estadounidense. De hecho, para comprender mejor el contexto que lleva a la Casa Blanca a tomar esta decisión que la aleja de sus socios europeos y puede desembocar en una crisis internacional, conviene saber qué opinan del pacto nuclear con Irán los estadounidenses.

Un par de días antes de hacer pública la ruptura, la cadena CBS publicaba una encuesta sobre este asunto, que evidenciaba que la sociedad no tiene las cosas nada claras al respecto.

El 57% de los estadounidenses asegura no saber lo suficiente como para decir qué debería hacer su gobierno con el acuerdo nuclear. Los que sí tienen una opinión clara se dividen a partes iguales entre permanecer en el tratado o abandonarlo (21% respectivamente). Como dato curioso, entre los demócratas el porcentaje de encuestados que evita pronunciarse por desconocimiento se elevaba hasta el 64%, y sólo el 26% apuesta por respetar el pacto.

Pese a que los ciudadanos no parecen tener una idea clara, los partidos sí que se han posicionado. La postura de los demócratas respalda la de Obama, que ve un error la decisión de Trump que pone en riesgo la seguridad en la zona. Además, alertan de que ningún gobierno internacional confiará en la palabra de EEUU si no se respetan los tratados ya suscritos, aunque en esto lo cierto es que de momento las negociaciones sobre desnuclearización con Corea del Norte parecen avanzar.

De momento, habrá que esperar hasta el sábado para saber en qué se traducen las represalias económicas y cuáles serán los próximos pasos de Trump. Algunos expertos hablan de que ahí también hay margen para buscar una tercera vía. Esta consistiría en que finalmente las sanciones económicas, que deben ser detalladas por el Departamento del Tesoro, dieran cierto aire al régimen, permitiendo con límites a algunos países seguir comprando petróleo o favoreciendo exenciones a algunas industrias. La aeronáutica, por ejemplo, podría ser una de las más afectadas por el cambio de rumbo de la Casa Blanca.