Roma

Las advertencias han ido subiendo de tono hasta el punto de que al menos media docena de iglesias chilenas han sido atacadas con cócteles molotov en los días previos a la llegada del papa a aquel país.

Ningún grupo ha reivindicado estos episodios violentos en los que se han dejado mensajes de lo más variopinto, aunque decenas de defensores de las víctimas de la pederastia llevan semanas advirtiendo de que Francisco tendrá que soportar manifestaciones diarias durante su nueva gira internacional.

El Papa inicia un difícil viaje a Chile.

El pontífice se encuentra ya en Santiago de Chile, desde continuará el recorrido por el país antes de llegar a Perú, en un viaje en el que se tendrá que enfrentar a las acusaciones de abusos sexuales que afectan a ambas iglesias.

La semana pasada la ONG estadounidense Bishop Accountability publicó un informe en el que inculpa de pederastia a casi 80 religiosos chilenos desde el año 2000. Entre ellos, un nombre célebre: Fernando Karadima, un sacerdote al que varios feligreses denunciaron por haber cometido abusos en su parroquia de la capital chilena. La Justicia penal de su país lo exculpó ya que los hechos habían prescrito, pero el Vaticano lo consideró culpable en 2011 tras una investigación paralela. Su castigo fue la suspensión de por vida del sacerdocio, aunque la Santa Sede se ahorró abrir un proceso en sus tribunales.

Las denuncias no han cesado desde entonces pero Karadima continúa libre en su país, mientras que en 2015 Francisco nombró obispo a Juan Barros, brazo derecho de éste y principal sospechoso de haber ocultado los delitos. Recientemente la agencia AP publicó que el papa había mandado una carta a la jerarquía católica chilena para que le fuera concedido a Barros un año sabático, aunque el nuncio –embajador- vaticano lo rechazó. De la misiva se interpreta que Francisco sospecharía de la responsabilidad de Barrros, aunque tampoco lo aparta de sus funciones. 

“El papa Francisco dice que llora por las víctimas, pero lo que queremos es que transforme esas lágrimas en acciones”, dijo durante la presentación del informe la coordinadora de Bishop Accountability, Anna Barrett-Doyle. Las dudas sobre la respuesta del clero a las denuncias por pederastia pesan en la percepción de los chilenos hacia la Iglesia, ya que según las cifras del Latinobarómetro es en este país donde esta institución tiene una aceptación más baja de todo el continente, con sólo el 36% de los encuestados. Una pérdida de confianza que afecta también a Francisco, que obtiene la peor valoración de toda Latinoamérica: 5,3% por el 6,8% de la media.

Las mismas asociaciones que anunciaron protestas durante la visita de Jorge Bergoglio a Chile planean que a lo largo de este año se pueda conformar una ONG de víctimas de abusos sexuales en la Iglesia a nivel mundial. Entre sus impulsores está Peter Saunders, quien dimitiera como miembro de la Comisión para la Protección de los Menores creada por Francisco a su llegada al Vaticano.

Sin resolución

Pese a su declarada “tolerancia cero” en este aspecto, los casos se han seguido acumulando en los cajones de la plaza de San Pedro sin que la Santa Sede haya dado ningún golpe de efecto. La práctica habitual tiene como mejor ejemplo al cardenal australiano George Pell, uno de los hombres que acumuló más poder entre los fieles del papa y al que éste nombró jefe de las finanzas vaticanas sin atender a las denuncias que arrastraba desde hace décadas por haber ocultado casos de pederastia en su país. Investigaciones independientes dan cuenta de más de 4.000 casos desde los años setenta, un 7% del clero australiano afectado. Y cuando el clamor para que Pell acudiera allí a declarar fue demasiado grande, el Vaticano le concedió una excedencia que lo apartaba de la escena, al tiempo que evitaba una reprobación explícita.

Una línea de actuación que encuentra también su vertiente peruana, ya que hace unos días la Santa Sede anunció la intervención del Sodalicio de Vida Cristiana, una influyente congregación católica que reconoce que su fundador, Luis Fernando Figari, abusó sexualmente al menos de 36 personas -19 de ellos menores- desde los años setenta a 2002. Al igual que ocurrió en Chile con Fernando Karadima, la Justicia peruana no pudo juzgar a Figari porque los delitos sexuales ya habían prescrito. Sin embargo, la fiscalía pidió recientemente prisión preventiva para él, acusado de asociación para delinquir, secuestro y lesiones psicológicas graves.

Figari, sin embargo, se encuentra en un apartamento del Sodalicio en Roma, al que se trasladó en 2010, cuando comenzaron a arreciar las acusaciones contra él en la prensa peruana. La investigación del Vaticano no comenzó hasta 2015 y tras dos años de estudio emitió un ambiguo decreto que le imponía a la congregación apartar a Figari, al tiempo que le prohibía a éste regresar a Perú “excepto por motivos muy graves”.

El Sodalicio ya había quedado entonces tutelado por una autoridad vaticana, por lo que Pedro Salinas, autor del libro Mitad monjes, mitad soldados, quien descubrió a la opinión pública los actos de Figari, considera en una entrevista en una televisión peruana que la decisión del Vaticano sólo tiene “fines propagandísticos”. “Se está curando en salud para evitar que en algún momento un periodista llegue y le pregunte a Francisco sobre Figari”, dijo.

Visitas a los represaliados de la dictadura

Los casos de Karadima y Figari han sido comparados con el de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Y como ocurrió en la última visita del pontífice a México, donde el papa no se reunió con víctimas de esta congregación religiosa, tampoco está previsto que lo haga en Chile y Perú. No obstante, antes de la salida del vuelo papal, el portavoz vaticano, Greg Burke, tampoco descartó la posibilidad. “No está en el programa. El tema es importante y los mejores encuentros son los privados”, recoge Efe.

Francisco sí se verá con represaliados de la dictadura de Augusto Pinochet y este mismo martes tiene prevista una misa multitudinaria en Santiago de Chile, como también ocurrirá en Lima. “El viaje a Perú va a ser una gran fiesta, en la que el papa va a confirmar en la fe al pueblo peruano, mientras que en el caso de Chile también espero una acogida afectiva”, sostiene Guzmán Carriquiry, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina.

Y así se había planteado desde el Vaticano, como un baño entre los fieles en el que no se había previsto la sombra de la pederastia. Buena muestra de ello es que el profesor Carriquiry elude las preguntas ante estos temas, aunque reconoce que la Iglesia latinoamericana debe hacer una “profunda revisión de sus fallos”, en un panorama en el que “el incremento de las iglesias evangélicas pone el dedo interpelante”.

No serán los abusos sexuales los únicos temas espinosos para Francisco. En Chile será recibido por la todavía primera ministra Michelle Bachelet, quien ha despenalizado el aborto y ha introducido en el Parlamento el debate para aprobar el matrimonio homosexual, antes de ceder el testigo al conservador Sebastián Piñera, que venció en las últimas elecciones. Mientras, en Perú, el anfitrión será Pedro Pablo Kuczynski, que enfangado por las sospechas de corrupción, salvó in extremis una moción de censura para descabalgarlo del Gobierno y tres días más tarde concedió el indulto al expresidente Alberto Fujimori, que cumplía una condena de 25 años por crímenes contra los derechos humanos.