Los años 60 fueron días en los que cada frase, cada imagen o cada acto acabaron convirtiéndose en un mito que vuelve década tras década para rememorar muchos de los sueños que todavía hoy siguen persiguiéndose quizá porque, como cantaba Ismael Serrano, "bajo los adoquines, no había arena de playa", en alusión al famoso lema de los jóvenes del 68.

Pero si alguien ha sido capaz de liderar ese ránking de mitos muertos y renacidos ha sido el Che Guevara. Este 9 de octubre se cumplen 50 años de su fusilamiento en el pueblo boliviano de La Higuera. Un acto que lo catapultó al edén de los que le rezan por necesario, quienes lo lloran por interminado y quienes lo critican por oportunista.

Quizás ésa sea su mayor virtud, no dejar indiferente a nadie, para bien o para mal, pero sobre todo para los millones de jóvenes en todo el mundo que utilizan una camiseta con su rostro sin saber muchos datos de quien les mira a través del algodón, muchas veces realizado en fábricas en países en desarrollo en las que el Che se volvería a morir si las viera.

Homenaje al Che Guevara en Santa Clara, Cuba. Reuters

De Ernesto Che Guevara se han contado sus luces y sobre todo sus sombras. Se le ha cantado en canciones, se le ha recordado en películas y se ha convertido en el negocio más rentable de la imaginería pagana.

Pero donde sigue más vivo que nunca es justo donde se le ejecutó, en un bar a pocos metros de la escuela de la localidad boliviana de La Higuera en la que fue ejecutado. El mejor homenaje posible para un hombre que exprimió la vida al máximo.

El 8 de octubre de 1967, combatientes muertos y rehenes se entremezclan en la Quebrada del Churo mientras soldados y espías estadounidenses buscaban al argentino. El camino hacia el pueblo a través del río con ese "barbudo" capturado se demoró dos horas, una procesión que casi todo el pueblo pudo ver encerrado en sus casas, muertos de miedo.

El 9 de octubre, el Gobierno de Bolivia anunciaba la muerte en combate del guerrillero y su cuerpo era trasladado a la Lavandería de Vallegrande donde un médico certificaba al día siguiente que su cuerpo estaba aún caliente y que el Che había sido fusilado. 

Hoy, cualquiera de los habitantes de La Higuera, un pueblo en mitad de ninguna parte y de difícil acceso todavía, está dispuesto a contar su historia. La mujer que le dio la última sopa, la enfermera que limpió su cuerpo tras ser asesinado y hasta quién tuvo que retirar la sangre en la habitación donde fue asesinado.

"Yo no sabía quién era. Si no, le hubiera ayudado a huir", asegura a The New York Times, Irma Soriano, la tendera que le dio su último alimento.

Esa es la principal excusa que esgrimen casi todos los habitantes del pueblo que fueron testigos inesperados de la muerte del hombre y el nacimiento del mito.

Aula en la que el Che Guevara fue asesinado. Reuters

"Nos decían que los guerrilleros mataban a los hombres y se llevaban a las mujeres para violarlas. No sabíamos realmente quiénes eran", aseguran en La Higuera que hoy vive días ajetreados.

El asesinato de Che Guevara convirtió esta pequeña aldea de montaña, un lugar inhóspito para vivir y fácil para morir, en peregrinación para quienes buscaban el último suspiro del guerrillero.

Hasta ahí llegó el propietario de uno de los últimos trozos de tierra que tocó vivo el Che: el Bar Los Amigos. El matrimonio francés, Cristian y Nanu, convirtió estas pequeñas estancias en una inspiración para quienes buscan al mito.

El lugar está lleno de fotografías, comida casera y lecturas sobre la vida, batallas y pensamientos del argentino.

Es uno de los lugares más reconocidos para los que buscan la ruta del Che y una parada obligatoria hoy para decenas de periodistas que se han acercado hasta el pueblo para recordar lo que ocurrió hace 50 años.

Graffitti con el rostro del Che en Vallegrande, la ciudad boliviana que va a centrar los homenajes. Reuters

El presidente boliviano, Evo Morales, estuvo el domingo por la zona, durmió en una tienda de campaña y charló con los miles de seguidores del revolucionario que se han desplazado a la zona para asistir a la ceremonia de homenaje.

Sin embargo, los actos organizados por el Gobierno de Bolivia para hoy se celebrarán en Vallegrande, la localidad principal más cercana a La Higuera. Hasta ahí han acudido los cuatro hijos de Che y el vicepresidente cubano, Ramiro Valdés, quizá para gritar junto a sus seguidores "hasta la victoria, siempre".

En Santa Clara, la localidad cubana donde se enterraron sus restos, también se ha homenajeado su figura.

"Jóvenes de todo el planeta encontrarán en su voluntad de acero, su fe en la humanidad, sentido del honor y la dignidad, su audacia y austeridad, la inspiración para construir un mundo mejor", afirmó el primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, en el discurso central del acto de homenaje.



El presidente cubano y compañero de lucha en la Sierra Maestra, Raúl Castro, que no pronunció ningún discurso, vestido de uniforme militar, depositó una rosa blanca sobre el nicho que cobija los restos del revolucionario argentino desde hace veinte años.