Bogotá

La historia de los colombianos Wilson Barreto y Luis Hernando Barón, antes enemigos en el frente de batalla y unidos años después por las raras tramas que traza el destino, convertidos en amigos entrañables y dependientes el uno del otro, refleja con precisión la emocionalidad y vaivén vivido en el país sudamericano durante este año que termina.

Y es que 2016 pasará a la historia como el año en Colombia cambió. El año en que inició el fin de la guerra en Colombia, pero también el año que marcó la profunda división que existe en la sociedad colombiana en torno a un tema de alta trascendencia para su futuro: poner punto final a uno de los conflictos armados más largos en la Historia y la incógnita alrededor del qué vendrá después.

Wilson y Luis se conocieron relativamente hace poco más de un año cuando asistieron como becarios a un programa de liderazgo en donde invitan a altos ejecutivos del sector privado, políticos, académicos y emprendedores. Fueron invitados para contar en este escenario su visión del conflicto armado. Wilson fue policía y combatió en terreno al Frente 49 de la guerrilla de las FARC, en las selvas del Meta y Caquetá, en el sureste colombiano. Luis fue comandante de ese frente, pero nunca se habían visto cara a cara. Los sentimientos de desconfianza entre el uno y el otro fueron inmediatos una vez supieron sus procedencias.

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Así mismo ocurrió con todo el proceso de paz liderado por el presidente, Juan Manuel Santos, y que este año se convirtió en la apuesta más importante para su vida, tal y como lo ha descrito. Sin embargo, fue una apuesta que muy pronto fue identificada como una postura política del Gobierno de turno, más que una necesidad del país. “Ése fue uno de los principales errores de comunicación del proceso”, señala hoy en tono reflexivo el excandidato presidencial Antanas Mockus.

Y es que el proceso de paz, paradójicamente, en lugar de unir a un país dividido por la guerra, lo ha fragmentado mucho más. Las heridas que ha dejado el conflicto son difíciles de curar y algunas se han hecho más profundas con lo pactado entre guerrilla y Gobierno en Cuba.

En tanto se iban conociendo noticias de los puntos que adelantaban los negociadores de paz, los críticos del proceso emergían, cada vez con una voz más importante y con una postura que acumuló seguidores rápidamente. Siguiendo al que hasta el momento ha sido uno de los presidentes más populares en el país, Álvaro Uribe, surgió una fuerte oposición al proceso.

Junto a él, existe una amplia porción de la población que, por ejemplo, no concibe que los guerrilleros paguen penas diferenciadas por sus delitos o que puedan tener participación en política. “Todavía existen quienes creen que la única salida es la militar”, dijo la senadora Claudia López, en referencia a al expresidente Uribe y su movimiento.

El Alto Comisionado para la Paz, Frank Pearl, reconoce que lograr la resiliencia necesaria para procesos como éste, no es fácil.

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En las dinámicas de la guerra si mi tragedia le hubiera ocurrido a un guerrillero, yo me hubiera alegrado. Hoy comprendo que llegado el momento nos hubiera tocado matarnos. Era nuestra realidad

Wilson, el agente, quedó ciego tras un ataque con granadas que perpetró el Frente 49 de las FARC al comando de Policía que él resguardaba. Tras curar sus heridas y ser retirado del servicio, aprendió a leer braille y a caminar con bastón. Estudió Leyes. Cuando conoció a Luis, comenzó a hilar los detalles de su historia.

Luis entró forzado a la guerrilla, cuando aún era un niño. Aprendió rápido las mecánicas de la guerra hasta llegar a ser el comandante del Frente. Fue quien ordenó ese ataque que terminó con la visión de Wilson y con la vida de diez de sus compañeros.

Sentados en un café Wilson y Luis se contaron su historia y se dieron cuenta cómo se entrecruzaba. “En las dinámicas de la guerra si mi tragedia le hubiera ocurrido a un guerrillero, yo me hubiera alegrado. Hoy comprendo que llegado el momento nos hubiera tocado matarnos. Era nuestra realidad. Lo que vivíamos día a día”, explicó Wilson.

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Una vez firmado el acuerdo, después de más de cuatro años de negociación, el presidente Santos decidió someterlo a votación de la población, seguro de que una gran mayoría preferiría la paz. Con lo que no contó es que, si bien la mayoría de los colombianos quiere vivir en un país sin guerra, lo que realmente se cuestionaba, era la forma de llegar a terminar el conflicto.

Luego de una campaña electoral que destacó por la polarización, los resultados fueron una radiografía de la sociedad colombiana, tal como ha dicho el analista César Caballero. Un 60% de la población no salió a votar. Del 40% que lo hizo, un 51% votó ‘no’. La diferencia entre el ‘sí’ y el ‘no’ fue minúscula, cercana a los 50.000 votos.

Esta es una guerra inútil y vacía. No van a ser tiempos fáciles para Colombia, pero sin duda, tras el proceso de paz, serán tiempos mejores

Santos se vio forzado a sentarse con los voceros del ‘no’, escuchar sus razones y buscar redirigir el proceso de paz. En esos días se anunció que ganaba el Nobel de Paz, lo cual le dio oxígeno político tanto al presidente como a las negociaciones con las FARC.

El Gobierno y la guerrillera volvieron a sentarse a revisar las propuestas realizadas por el ‘no’. Cuarenta y tres días después llegaba un nuevo acuerdo, en donde la guerrilla cedía a varias de las peticiones de la oposición, salvo en dos aspectos: no aceptarían no participar en política y deberían ser juzgados por una comisión especial, con penas diferenciales. Justo dos de los puntos de discusión más candentes. En contra de las demandas de los detractores del acuerdo, el Ejecutivo llevó el nuevo acuerdo de paz al Congreso donde sería ratificado por mayoría.

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Wilson y Luis entendieron pronto que de nada servía continuar con la desconfianza, con el rencor y el odio. Fueron varios encuentros en restaurantes, cafés, luego en sus casas para lograr progresar y entender que aun cuando ambos se sentaban en bandos opuestos, fueron juntos víctimas de la guerra.

“Esta es una guerra inútil y vacía. No van a ser tiempos fáciles para Colombia, pero sin duda, tras el proceso de paz, serán tiempos mejores”, dice Luis, quien reconoce que tuvieron que pasar más de diez años para que ambos lograran perdonarse. Hoy cuentan su historia juntos, esperando ser ejemplo de vida para muchos que, desde el frente de guerra o desde sus escritorios, dudan todavía de las posibilidades que brinda la paz.

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El 2017 se avecina con un futuro promisorio para el país, pero todavía con mucha incertidumbre sobre lo que pueda pasar en el corto plazo. Inicialmente, dependerá del Congreso dar trámite a la vía legislativa que se necesita para la implementación del acuerdo, como por ejemplo, la Ley de Amnistía para los guerrilleros. Aun así, la Corte Constitucional colombiana ha dado el visto bueno al procedimiento legislativo abreviado fast trackque permite implementar

Los tiempos de paz podrán ser difíciles, pero sin duda mejores de lo que toda Colombia ya vivió

Los voceros del ‘no’, entre tanto, han decidido seguir en la oposición y han encontrado en esta postura, un caballo de batalla que usarán para las elecciones presidenciales de 2018.

Por su parte, el Gobierno tendrá que vigilar no sólo el cumplimiento del acuerdo con las FARC, sino adelantar las gestiones de paz con la segunda guerrilla del país, el ELN, así como perseguir a las bandas criminales que dejó el proceso de desmovilización de los paramilitares y aquellos guerrilleros de las FARC que recientemente se declararon en disidencia.

Pero sobre, será 2017 un año para que el país revise la forma como debe abordar este nuevo tiempo. “Debemos pasar ya la página de la guerra”, ha dicho el jefe negociador de Gobierno, Humberto de La Calle. La historia de Wilson y Luis resulta un claro ejemplo.

Ellos están convencidos de la necesidad de una vía negociada para la salida al conflicto armado. “Los tiempos de paz podrán ser difíciles, pero sin duda mejores de lo que toda Colombia ya vivió”, concluye Wilson.

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