Washington DC

El tono amable y la diplomacia de guante blanco que Barack Obama emprendió con Cuba para restablecer relaciones con la isla tras más de 50 años de ruptura se han acabado. El presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, ha dejado claro en su primer mensaje tras el fallecimiento de Fidel Castro, al que calificó de “brutal dictador”, que va a recuperar la política de mano dura hacia el régimen comunista, tal y como prometió a la disidencia en el exilio de Miami durante la campaña cuando aseveró que, o el país vecino acepta la libertad política y religiosa y libera a los presos políticos, o no habrá apertura alguna.

La muerte del líder de la Revolución Cubana la noche del viernes se ha convertido en el primer test de política internacional para el magnate, al que la noticia ha cogido en plena formación de su futuro gabinete y tras haber iniciado una revisión de sus prioridades electorales, descartando la persecución legal de Hillary Clinton y rebajando la pretensión de construir el muro en la frontera con México.

Su primera reacción llegaba ocho horas después de producirse la noticia, a través de su cuenta en Twitter: “¡Fidel Castro está muerto!”. Este escueto mensaje, con un llamativo signo de exclamación incluido, no permitió interpretar la postura del millonario demasiado a los medios estadounidenses, que durante toda la mañana estuvieron pasando imágenes de las celebraciones en las calles de Miami por la muerte del dictador, como si de un final de régimen se tratara, a pesar de que el líder cubano lleva años alejado de la primera línea de la política.

En una declaración oficial cuatro horas posterior, el republicano ya dejaba ver más claramente que se alejará de la tesis de Obama de abrir la mano hacia la isla aunque no lleguen las ansiadas reformas democráticas que durante años ha reclamado la oposición en el exilio. Para empezar, Trump tacha a Castro de "brutal dictador que oprimió a su propio pueblo durante casi seis décadas", y añade que espera "ver pronto" una "Cuba libre". “El legado de Fidel Castro está marcado por los pelotones de fusilamiento, el robo, el sufrimiento inimaginable, la pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales", aseguró el presidente electo.

"Si bien Cuba sigue siendo una isla totalitaria, espero que el día de hoy sea un paso para alejarse de los horrores que se han soportado durante demasiado tiempo y hacia un futuro en el que el maravilloso pueblo cubano viva por fin con la libertad que tanto se merece", añade la nota, que termina dejando abierta la posibilidad de continuar el deshielo. "Aunque no podemos borrar las tragedias, la muertes y el dolor causados por Fidel Castro, nuestra Administración hará todo lo posible para garantizar que el pueblo cubano pueda, finalmente, comenzar un viaje hacia la prosperidad y la libertad”, concluyó.

La muerte del dictador cubano ha forzado al magnate a decidir, quizá antes de lo previsto, si retoma el tono duro republicano o si opta por una vía más pragmática que permita continuar el deshielo iniciado por Obama y que, a fin de cuentas, beneficiaría a empresas norteamericanas que, como la suya propia -que llegó a mostrar interés por construir en la isla-, ven en el acercamiento diplomático una oportunidad de negocio.

Y aunque aparentemente la nueva Administración republicana, que arrancará su mandato el 20 de enero, parece decantarse por anteponer las reformas democráticas a cualquier beneficio económico, como piden los exiliados, cabe recordar que los mensajes del millonario, también en este tema, variaron durante los meses previos a las elecciones.

Por ejemplo, el pasado marzo, el empresario expresaba su interés en abrir un hotel en Cuba, respaldando la actuación de Obama y comentando a la CNN que estaba "bien traer a la isla de vuelta al redil". Luego su opinión fue endureciéndose a medida que cortejaba el voto del exilio en Florida, poco proclive a las medidas defendidas por los demócratas. Así, en una entrevista con la CBS en Miami, el republicano empezó a criticar el esfuerzo del presidente por normalizar relaciones con los Castro con un acuerdo que calificó de “muy débil", garantizando que él haría "todo lo que tenga que hacer para lograr uno más sólido", incluso si eso significaba romper los renovados lazos diplomáticos.

De hecho, en septiembre Trump prometió revertir el proceso iniciado por Obama, a no ser que el régimen comunista aceptara las peticiones de la disidencia, que resumió en “libertad política y religiosa”, además de “la liberación de los presos políticos”. Fue durante un mitin en Miami, cuando el entonces candidato conservador advertía de que "todas las concesiones de Barack Obama a los Castro fueron hechas mediante una orden ejecutiva, lo que significa que el próximo presidente puede revertirlas”. “Y eso es lo que haré a menos que el régimen de Castro cumpla con nuestras demandas", avisó.

A esta escalada dialéctica se suma el hecho que Trump haya incluido en su equipo de transición a Mauricio Claver-Carone, director ejecutivo de uno de los 'lobbys' contrarios al acercamiento a la isla y gran defensor del embargo, un nombramiento se interpreta como un gesto hacia su electorado cubano.

VUELOS A CUBA

Pese a ello, los republicanos también son consciente de que no continuar con la normalización de relaciones perjudicaría los intereses comerciales de empresas estadounidenses, que llevan tiempo invirtiendo con la vista puesta en la isla. Precisamente este próximo lunes está previsto que seis compañías norteamericanas comiencen sus vuelos regulares a La Habana, con lo que se reinicia una ruta interrumpida desde hace más de medio siglo.

Al vuelo de American Airlines que llegará a la Terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí el próximo 28 de noviembre, se sumarán durante la semana Jetblue, United Airlines, Delta, Spirit y Frontier, según recoge la web Cubadebate.cu.

Otro aspecto a tener en cuenta es que el presidente electo debe conocer el grado de apoyo ciudadano hacia la reconciliación entre ambos países. Según un estudio del Centro de Estudios Pew de julio de 2015, un 73% de los estadounidenses respalda el deshielo y el eventual fin del embargo, un porcentaje que llega incluso al 59% entre los republicanos.

"LE DEBEMOS TODO AL COMANDANTE"

Muy diferente ha sido el pronunciamiento de Obama. El presidente saliente expresó mediante un comunicado su pésame por la muerte de Castro y reafirmó su apuesta por el acercamiento, calificando a EEUU como “un amigo y un socio de Cuba” y recalcando que "la historia recordará y juzgará el enorme impacto" de Fidel, pese a reconocer que la “discordia y los profundos desacuerdos políticos" han marcado las relaciones entre ambas naciones.

"Durante mi presidencia hemos trabajado duro para dejar atrás el pasado, persiguiendo un futuro en el que la relación entre nuestros dos países no se defina por nuestras diferencias, sino por las muchas cosas que compartimos como vecinos y amigos: vínculos familiares, cultura, comercio y humanidad común", concluye la nota.

Mientras, EEUU está siguiendo al segundo la muerte de Fidel Castro desde que se conoció de madrugada, dedicándole la programación de todos los canales informativos. El corresponsal de la CNN en La Habana, Patrick Oppmann, el único de una cadena de televisión norteamericana en la isla, estuvo toda la jornada del sábado realizando conexiones en directo y mostrando cómo vive esta capital la muerte del líder comunista. Las imágenes de sobriedad de una ciudad a la que le esperan nueve días de luto contrastan con la alegría que llega desde Miami.

Oppmann, que había entrevistado a varios jóvenes en las calles habaneras, aseguraba que resultaba difícil encontrar a alguien que critique al comandante en jefe, incluso detrás de las cámaras, algo que atribuyó en parte a que “la gente no quiere problemas por decir algo inapropiado”. Así, mostró a un adolescente declarando su apoyo a Fidel, al que “le debemos todo”, y a otra chica asegurando que “los cubanos lo querían y están muy tristes”.

Al mismo tiempo, desde Miami llegan imágenes de fiesta, de miles de personas en las calles con banderas cubanas, botellas de ron y todo tipo de muestras de alegría, mientras una constante lluvia de expertos pasa de plató en plató aclarando en las diferentes cadenas que la muerte de Fidel Castro no supone el fin del régimen.

Y es que en EEUU la percepción de la dictadura cubana no suele entender de matices. De hecho, los corresponsales extranjeros tratan de explicar cómo es posible que en países europeos o en Rusia haya personas depositando flores y velas a las puertas de la embajadas. Conviene recordar aquí que el poder de la disidencia en EEUU es fuerte, especialmente en el Partido Republicano.

El senador Ted Cruz, por ejemplo, escribía en sus redes sociales: “La muerte de Fidel Castro no puede traer de vuelta a sus miles de víctimas, ni puede traer consuelo a sus familias. Hoy recordamos y honramos a los valientes que lucharon en solitario contra la brutal dictadura comunista que impuso a Cuba”.

Por su parte, su compañera de partido, la congresista cubano-estadounidense Ileana Ros-Lethinen, también manifestaba la “nueva oportunidad” que el fallecimiento del líder comunista representa para la isla, y rechazaba tajantemente cualquier apertura comercial. “Los cambios introducidos por Obama para mejorar el turismo” sólo servirán “para dar más dinero a la represión del régimen cubano”, alertaba en declaraciones a la CNN.

EEUU recuperó sus lazos con Cuba en julio de 2015 al reabrir las respectivas sedes diplomáticas tras más de 50 años de tensiones marcadas por episodios como el embargo comercial decretado en 1960, el intento de invasión de 1961, la crisis de los misiles de 1962, o la crisis migratoria de los 80, con la salida masiva de cubanos hacia las costas de Florida.

El presidente Obama suavizó una serie de regulaciones permitiendo que más compañías estadounidenses vendieran sus productos en Cuba aunque el embargo sigue vigente y sólo puede ser levantado con el consentimiento del Congreso, de mayoría republicana.

Obama argumentó entonces que la reapertura podría llevar a Cuba a ser una sociedad más libre, aunque se encontró con el rechazo de buena parte de la inmigración de Miami, a la que Trump supo conquistar con su mensaje duro.

Ahora el presidente electo tiene por delante la tarea de demostrar que su faceta de negociador, de la que tanto presumió en campaña, puede llevar a ambos países a no desandar lo recorrido. El exilio cubano no parece dispuesto a tolerar acercamiento alguno ni a permitir que se cumpla el vaticinio que Fidel Castro hizo en 1953, durante su alegato de defensa tras el asalto al cuartel de Moncada: "Condenadme, no me importa, la Historia me absolverá”.

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