Bogotá

Una larga reunión encabezada por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el expresidente Álvaro Uribe, arroja algo de luz al entuerto surgido después de los resultados del pasado domingo en Colombia, en los que fueron rechazados en las urnas los acuerdos firmados por el Gobierno y las FARC.

Durante más de tres horas se discutió en el Salón de Estrategias del Palacio de Nariño, al término de las cuáles, el actual Senador Uribe señaló que había encontrado disposición por parte de Santos para hacer algunas modificaciones al acuerdo.

"Manifestamos ajustes y proposiciones iniciales que deberán introducirse a los textos de La Habana para buscar un nuevo acuerdo de paz que vincule a la totalidad de los colombianos", ha afirmado Uribe tras el encuentro. El líder de la oposición al actual pacto con la guerrilla ha indicado que Santos "expresó voluntad para lograrlo".

Por su parte, el presidente colombiano ha afirmado que avanzará con la oposición en ese solicitado "ajuste" del acuerdo con las FARC para fortalecerlo. Este jueves las comisiones de ambas fuerzas políticas se reunirán para seguir ultimando detalles.

Lo expresado por ambos líderes al término de la reunión, según indican los analistas consultados, demuestra que ha habido pocos avances y que todo se mantuvo en el orden del lenguaje “políticamente correcto”. Fuentes de la Casa de Nariño manifestaron a EL ESPAÑOL que la reunión fue tensa y la conversación, difícil.

Antes de la reunión entre el expresidente Uribe y quien fuera destacado ministro de Defensa de Uribe en la lucha contra las FARC antes de convertirse en su sucesor, Santos recibió también al expresidente Andrés Pastrana y al exfiscal Alejandro Ordóñez, ambos en la parte contraria al acuerdo firmado con las FARC.

Las FARC parecen ser las más escépticas. Así lo dejaron ver en un tuit del comandante Iván Márquez, quien publicó en la red social: “Si dejamos la paz en manos de Uribe, al país se lo lleva el diablo".

Como lo señala el analista Héctor Riveros, se desconfía de la relación que mantienen Uribe y Santos por los desencuentros que han tenido ambos en los últimos seis años.

De aliados a enemigos

El resultado del plebiscito del domingo, demostró lo que ha sido un imposible en la historia reciente del país: unir al actual presidente Juan Manuel Santos con el expresidente y actual Senador, Álvaro Uribe; quienes sostienen una fuerte pelea política desde que el actual mandatario asumiera la presidencia y decidiera conversar con las FARC y acercarse, para ello, al entonces presidente venezolano, Hugo Chávez.

Uribe ha sido el principal opositor del Gobierno Santos, quien fuera su ministro estrella, y fue la principal cara en la Campaña del 'no', que ganó en el plebiscito de hace cuatro días.

La crisis política generada tras los resultados de las votaciones catapultó de nuevo a Uribe como líder del país y planteó una agenda de gobierno que va mucho más allá de la negociación con las FARC. En su discurso público de la noche del domingo, Uribe hizo un llamamiento a un acuerdo nacional, rechazó la reforma tributaria que planea presentar el Gobierno y se apropió del discurso de la paz.

Santos, un hábil jugador de la política colombiana, como lo describen varias fuentes allegadas al gobierno, no vio otra salida que buscar una reunión con el expresidente para intentar salvar la que ha sido su principal apuesta durante sus dos gobiernos: la paz con las FARC.

Tan pronto como Santos asumió la presidencia, comenzó una historia de odios que hasta hace poco parecían insuperables

Santos y Uribe comenzaron a trabajar juntos en 2004, cuando, tras ser aprobada la reelección en el Congreso, el actual presidente dejó la dirección del tradicional Partido Liberal para armar la plataforma que lanzaría a Álvaro Uribe a ganar su segundo periodo en el Palacio de Nariño.

Uribe, entonces, nombró a Santos ministro de Defensa, tiempo durante el cual se le asestaron los más duros golpes a la cúpula de las FARC, incluyendo el bombardeo en territorio ecuatoriano en el que murió el entonces número 2 de la guerrilla, Raúl Reyes. Uribe justificó y protegió a su ministro de Defensa ante un proceso judicial que se le abrió en Ecuador.

Pocos meses después se realizó con éxito la operación que culminaría con el rescate de Ingrid Betancourt y un grupo importante de secuestrados por las FARC.

El origen de los desencuentros

En 2009, Santos renunció a su cargo para poder ser candidato presidencial por el Partido de La U, y seguir durante otros cuatro años enarbolando la bandera del uribismo. O eso parecía.

Santos se convirtió en el presidente más votado en la historia del país. Sin embargo, tan pronto asumió la presidencia, comenzó una historia de odios que hasta hace poco parecían insuperables. La primera diferencia surgió por el nombramiento de Germán Vargas Lleras y Juan Camilo Restrepo, críticos de Uribe, como ministros.

Pero la gota que colmó el vaso fue el acercamiento con el presidente venezolano Hugo Chávez, con quien Uribe se había distanciado de manera determinante. Luego llegó el proceso de paz con las FARC. Y el reconocimiento de la existencia de un conflicto armado interno en Colombia hizo que Uribe lo declarara su enemigo.

Después de que Santos fuera reelegido como presidente, en 2014, y Uribe ganara una silla en el Senado, el expresidente se convirtió en el principal opositor del actual gobierno.

Durante el gobierno Santos se ha juzgado por diversos delitos a ex ministros y funcionarios allegados al gobierno de Uribe, lo cual se trata (según el exmandatario) de una persecución política en su contra, instigada por el actual presidente.

Santos ha intentado limar asperezas con su antiguo jefe, e incluso, ya en el marco del proceso de paz con las FARC, le ha invitado públicamente a ser parte del mismo. Uribe siempre se negó. Hasta ahora.

La rivalidad entre ambos, continúa. “Es una pelea de egos”, señaló una fuente que ha trabajado con ambos líderes políticos y que prefirió preservar su anonimato. “Ésta va a ser una discusión que se va a prolongar hasta las elecciones de 2018”, agregó. Falta ver si las FARC esperarán todo ese tiempo para definir su situación política en el nuevo espectro que se avizora en Colombia.

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