Dyck Advisory Group, Wagner Group, Burnham Global o Paramount Group son empresas desconocidas por completo para el gran público. Oficialmente son compañías asesoras que emplean, según definición propia de la última, a "ingenieros, técnicos, arquitectos navales, diseñadores, matemáticos, abogados, contables, gerentes, etc", pero que en la práctica ofrecen servicios de protección, seguridad y adiestramiento.

Los hay rusos (algunos de ellos vinculados directamente al gobierno de Vladimir Putin). También están algunos exmilitares británicos con sede en Dubai. Y también herederos del Apartheid y de la nunca reconocida Rodesia. Y todos ellos han estado, están o estarán en un futuro próximo en Mozambique, donde la guerra contra la insurgencia islamista ha superado por completo al gobierno.

A mitad de camino entre Mozambique y Tanzania el grupo conocido localmente como Al-Sunna wa Jama’a, y cuyo líder ha sido identificado por Estados Unidos como Abu Yasir Hassan, contaba con apenas unas decenas de milicianos a principios de 2018, aunque su número se ha multiplicado hasta cerca del millar en la actualidad. En todo ese proceso, los datos oficiales de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) sitúan en más de 2.000 la cifra de fallecidos y en cerca de 700.000 el número de personas desplazadas, aunque otras organizaciones reducen ligeramente las cifras.

El conflicto, informa EFE, comenzó en octubre de 2017 con el primer ataque a dos comisarias en Mocimboa da Praia de un grupo apodado por la población local como Al Shabab, el cual no guarda relación con la organización terrorista homónima somalí sino que tiene lazos con el Estado Islámico (EI). Desde entonces, los ataques violentos no han cesado en una región rica en piedras preciosas (rubíes) y gas natural, de cuya extracción participan grandes multinacionales como la italiana ENI o la estadounidense Anadarko.

Intereses que el Gobierno mozambiqueño, con el presidente Filipe Nyusi al frente, necesitaba proteger. Especialmente en vista de los enfrentamientos entre los miembros de su ejército y su propia policía.

Rusos, sudafricanos...

Wagner Group, con fuertes vínculos con el Kremlin, fue la primera empresa en pisar el terreno. Con alrededor de 160 efectivos trataron de contener el avance de las milicias islamistas durante el año 2019 y sus incursiones en la zona de Cabo Delgado, pero rápidamente abandonaron Mozambique después de que al menos siete de sus integrantes resultasen muertos en los enfrentamientos con Al-Sunna wa Jama’a.

El segundo contacto del presidente Nyusi fue con contratistas de Sudáfrica. Primero fue Paramount Group, conglomerado aeroespacial y de defensa, quien confirmó la firma de un contrato para proveer de vehículos y de entrenamiento al ejército mozambiqueño. "No estamos autorizados a realizar comentarios sobre la naturaleza y el alcance de los contratos con nuestros clientes", declaró la empresa al Financial Times. Después vendrían los soldados de Dyck Advisory Group (DAG), que habrían llegado al país con pequeño helicópteros y armamento pesado.

El último contacto conocido con contratistas habría sido con Burnham Group, empresa con sede en Dubai, integrada por exmilitares británicos y que el mes pasado anunció que Paramount Group ha adquirido una participación en la empresa y que juntos tenían "un contrato multimillonario con un gobierno africano para proporcionar una variedad de entrenamiento y asesoría militar [...] para contrarrestar eficazmente una insurgencia en curso dentro de sus fronteras”.

Cabo Delgado. Flickr

Crímenes de guerra

Sin embargo, ninguna de estas empresas ha conseguido frenar de facto el avance de las milicias islamistas en Cabo Delgado. Es más, un informe de Amnistía Internacional acusa a estos "ejércitos privados" de "posibles crímenes de guerra, incluido asesinar civiles", según informa The New York Times. En concreto, se refiere el informe a la actuación de los soldados sudafricanos de DAG en una ofensiva insurgen en la ciudad de Pemba, la capital provincial, donde los helicópteros habrían abierto fuego de forma indiscriminada sin diferenciar entre milicianos y civiles.

La violencia gratuita, en cualquier caso, no es patrimonio exclusivo de estos mercenarios. Según otro informe de la ONG Save the Children, niños de tan solo 11 años están siendo decapitados en pleno conflicto. 

EEUU vs Estado Islámico

La situación -y la amenaza para los intereses comerciales de la misma- han provocado que el gobierno de Joe Biden también haga acto de prensencia en la zona. De hecho, esta misma semana, varios pequeños grupos de las fuerzas especiales, Boinas Verdes concretamente, se encuentran ya en en país para adiestrar durante los próximos meses en contrainsurgencia al ejército mozambiqueño. 

En cualquier caso, la inteligencia estadounidense no tiene completamente claro que el grupo esté directamente relacionado con las facciones de Estado Islámico en Irak o Siria. Es más, el EI no ha hecho referencia alguna a los insurgentes de Mozambique desde el pasado otoño, lo que no hace sino arrojar más dudas sobre sus vínculos.

Así son varios los expertos que consideran que tanto Al-Sunna wa Jama’a como otros grupos africanos utilizan el nombre de Estado Islámico para infundir aún más terror entre la población civil y las autoridades locales. La insurgencia en Mozambique incluye a algunos combatientes con origen en la vecina Tanzania, pero la mayoría son locales, una zona de gran pobreza y golpeada por la corrupción endémica.



***Este artículo ha sido modificado el mismo 17 de marzo de 2021 a petición de Paramount Group, en tanto que la redacción original del mismo podía inducir al entendimiento erróneo de que la empresa ofrecía servicios como ejército privado con soldados mercenarios.

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