La decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara occidental ha vuelto a arrojar luz sobre el conflicto y con ello el debate sobre el derecho de los saharauis a la autodeterminación. El tema cobra un interés particular en España donde amplios sectores de la opinión pública, así como ciertas formaciones políticas apoyan al Frente Polisario.

Hace poco más de una semana, el vicepresidente del gobierno español y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, colgó un tuit en el que instó a las Naciones Unidas a permitir a los saharauis ejercer su derecho a la autodeterminación acogiéndose a una resolución del Consejo de Seguridad de 1995.

Este tuit es sintomático de dos cosas: primero, el apoyo del que goza el Polisario entre ciertas formaciones políticas españolas, así como del empeño de estas agrupaciones políticas en ver el conflicto del Sahara bajo la óptica de hace 25 años y sin tener en cuenta la evolución y el desarrollo que experimentó tanto el contencioso como el territorio desde entonces.

Discurso simplista

Discursos simplistas como los de Iglesias presentan al Polisario como una víctima de Marruecos. Según esta lectura Rabat sería la parte que obstruye el trabajo de la ONU, “viola el derecho internacional” y no cumple con su compromiso de permitir que los saharauis ejerzan su derecho a la autodeterminación.

Esta es una interpretación sesgada e ideologizada que no ayuda a los ciudadanos, audiencias y lectores a entender los entresijos y los matices de los hechos y del conflicto, pero tampoco a las partes para que lleguen a un punto medio que permita poner fin a esta disputa. En cambio, podría ayudar en pos de lograr ambos objetivos, una lectura desapasionada y realista del conflicto que exponga todos los hechos de manera objetiva y equilibrada.

Si uno se fija en el relato predominante sobre el Plan de Arreglo de 1991, sin tener cuenta de sus detalles, podrá llegar fácilmente a la conclusión de que Marruecos ha sido la parte que ha obstruido el trabajo de la ONU, imposibilitando la consecución de la una solución definitiva.

Desde la adopción del Plan de Arreglo en 1991, la ONU se ha centrado durante casi una década en organizar un referéndum de autodeterminación.

Plan de arreglo

Sin embargo, una lectura objetiva y racional del Plan de Arreglo, teniendo en cuenta el contexto en el que fue adoptado, permite inferir que, pese a que Marruecos como el Polisario acordaron seguir adelante con el plan, cada una de las partes implicadas tenía múltiples reservas al respecto. Las discrepancias abocaron al fracaso todo esfuerzo por implementar el plan.

Desde el principio del Plan del Arreglo, la ONU tuvo que responder a la importante pregunta: ¿Quién es saharaui y quién debería ser elegible para votar en un referéndum? Posteriormente, la imposibilidad de identificar el cuerpo electoral se convirtió en la principal manzana de discordia entre las partes.

Para el Polisario, los saharauis que deberían poder votar eran sólo los incluidos en el censo español de 1974. Para Marruecos todos los saharauis con vínculos familiares o de sangre con la región eran elegibles independientemente de si fueron incluidos o no en el censo español.

El entonces secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, respaldaba la posición marroquí. De Cuellar estimaba que el censo español de 1974 no podía servir como única base para un referéndum y sostenía que, dado el modo de vida nómada de los saharauis, con el movimiento constante de personas y familias a través de las fronteras nacionales, ya sea para huir del colonialismo y de los conflictos, por razones económicas o para proseguir estudios, el censo español no pudo incluir a todos los saharauis.

Cabe subrayar aquí que la posición que el Polisario mantuvo desde 1991 contrasta con la que había mantenido a principios de los años 80. Durante la decimoctava cumbre de la Organización de la Unidad Africana (predecesora de la Unión Africana) en junio de 1981, Marruecos propuso la celebración de un referéndum sobre la autodeterminación sobre la base del censo español de 1974. Pero Argelia y el Polisario lo rechazaron, alegando que había 750.000 saharauis que tenían el derecho de participar en dicha consulta.

En su libro Western Sahara: Anatomy of a Stalemate, Erik Jensen, ex jefe de la MINURSO entre 1994 y 1998, explica que los españoles mismos admitieron que su censo no abarcó todo el territorio, y muchos jefes tribales dijeron que miles de saharauis y refugiados fueron omitidos del censo.

Las reservas de Marruecos y el Polisario

En vista de estas discrepancias entre las partes, cabría preguntarse: ¿Por qué el Consejo de Seguridad adoptó el Plan de Arreglo?

Erik Jensen considera que Marruecos y el Polisario nunca aceptaron plenamente el Plan de Arreglo de 1991. Aunque estuvieron de acuerdo en principio con el plan, ambas partes tenían reservas que no fueron tomadas en cuenta.

Lo que gente como Pablo Iglesias pasa por alto es que desde el principio el plan no tenía posibilidades de ser implementado porque adolecía de una falla de procedimiento importante. De hecho, tanto Marruecos como el Polisario han tendido a interpretar los párrafos más relevantes del plan de manera diferente.

Según Jensen, Marruecos y el Polisario "acordaron interpretaciones diferentes e incompatibles de lo propuesto". Aun así, el Consejo de Seguridad respaldó la propuesta pensando que las partes estarían dispuestas a cooperar para implementar el plan.

Deliberaciones

El resultado de las deliberaciones que precedieron a la adopción del Pan de Arreglo podría haber sido diferente si los funcionarios de la ONU a cargo de redactarlo hubieran informado al Consejo de Seguridad de todas las reservas expresadas por las partes.

Issa Diallo, un miembro de confianza del grupo de trabajo de Pérez de Cuéllar a cargo de elaborar los detalles del Plan de Arreglo, jugó un papel mayor en el fracaso del plan. Según Jensen, Diallo llevó a cabo reuniones confidenciales separadas tanto con Marruecos como con el Polisaro y luego no compartió las reservas de ambas partes ni con los demás miembros del grupo de trabajo ni con el Consejo de Seguridad.

Lo anterior explica por qué Marruecos y el Polisario reaccionaron furiosamente cuando el Consejo de Seguridad presentó el Plan de Arreglo. De hecho, las dos partes expresaron su frustración como si no hubieran estado de acuerdo con el mismo plan.

Antes de la adopción del plan Marruecos expresó reiteradamente su preocupación por muchos de los párrafos contenidos en el proyecto del plan. En una carta dirigida al secretario general el 30 de julio de 1990, el Rey Hassan II expresó su frustración de que el plan presentado al Consejo de Seguridad no hubiera tenido en cuenta las reservas de Marruecos. Sin embargo, esta carta no alcanzó ni el Consejo de Seguridad ni el grupo de trabajo encargado de redactar el Plan de Arreglo.

La forma en que el Plan de Arreglo fue adoptado muestra que el principal objetivo de la ONU en ese momento era llegar rápidamente a un entendimiento entre las partes y poner fin a la guerra en lugar de elaborar una propuesta viable que pudiera materializarse y desembocar en una solución factible.

Si los intelectuales, los políticos y los líderes de opinión tanto en Europa como en Estados Unidos hubieran tenido en cuenta estos hechos, por supuesto contrastables, también podrían haber desempeñado un papel encomiable en ayudar a las partes a alcanzar una solución intermedia que permita satisfacer sus respectivas aspiraciones. Huelga decir que el exsecretario general de la ONU, Pérez de Cuéllar, nunca estuvo convencido de que el referéndum con la opción de la independencia fuera la mejor solución para el conflicto.

En esas memorias Peregrinaje por la paz, Pérez de Cuéllar escribió: “Nunca estuve convencido de que la independencia prometiera el mejor futuro para los habitantes del Sáhara Occidental”.

Incluso antes de la adopción del Plan de Arreglo, Pérez de Cuéllar estaba seguro de que el plan "no podría satisfacer todas las preocupaciones de las dos partes y que se debía buscar una solución de compromiso".

Las mismas discrepancias entre las partes y su tendencia a interpretar las disposiciones del Plan de Arreglo persistieron a lo largo de los años noventa. En un informe al Consejo de Seguridad en febrero de 2000, el entonces secretario general Kofi Annan, enfatizó la falta de medios para hacer cumplir el resultado de un referéndum incluso en el caso de que fuera posible organizarlo. Con lo cual, instó a su representante personal, James Baker, a estudiar otras vías que pudieran ayudar a las partes a llegar a una solución política consensuada.

Partidarios del Polisario como Iglesias pueden persistir en su afán de hacer creer lo contrario y en tratar de controlar el relato sobre el conflicto, pero sería más edificante y constructivo que se reconciliaran con los hechos y se deshicieran de las miradas tendenciosas y parcializadas.

Cuanto más pronto los partidarios del Polisario como Pablo Iglesias admitan la realidad, acepten que el referéndum nació muerto y comprendan que se deben buscar otras vías para conseguir una solución consensuada, será mejor para la paz, la prosperidad y la estabilidad en la región y, por ende, para los intereses de España.

 

 

*** Samir Bennis es doctor en relaciones internacionales. Es consejero diplomático principal en Washington. Es especialista de la política exterior de Marruecos y de las relaciones entre España y Marruecos, lo cual fue el foco de su tesis de doctorado que defendió en 2005 en Francia. Es autor de un libro sobre las relaciones entre España y Marruecos. Sus publicaciones aparecieron en árabe, español, francés e inglés. Es co-fundador de Morocco World News, la mayor publicación en inglés sobre Marruecos y el Magreb.