Las semana pasada, más de 50 personas fueron decapitadas en Mozambique en tres días consecutivos de violencia terrorista. El pueblo de Muatide, en la provincia de Cabo Delgado, al norte del país, fue el escenario del terror propagado por fuerzas extremistas islamicas. 

Allí, un campo de fútbol se ha transformado en un campo de ejecuciones donde, según fuentes citadas por la BBC, los yihadistas detuvieron a las personas que estaban intentando huir para matarlas y mutilar sus cuerpos después. 

En la última semana, más de 33.000 personas ya han abandonado el norte de Mozambique según la Organización Internacional para las Migraciones, huyendo de la violencia. Desde 2017, fecha en la que empezaron los actos de terrorismo islamista en la región, el número de desplazados supera ya el medio millón. 

"El Gobierno, con el apoyo de los socios de cooperación, está atendiendo a 564.350 desplazados integrados en más de 105.000 familias en siete provincias del país", confirmó este jueves la ministra mozambiqueña de Administración Estatal y Servicio Público, Ana Comoana, durante una sesión de preguntas en el Parlamento.

Las provincias más afectadas son las norteñas Nampula y Cabo Delgado, castigadas desde hace tres años por los ataques constantes del grupo yihadista Al-Shabab, que ha jurado lealtad al Estado Islámico el año pasado. 

De hecho, el Estado Islámico ha reivindicado muchos de los ataques que el grupo ha perpetrado en Mozambique en los últimos tres años, como parte de una política de expansión de su presencia en el territorio africano. 

"Llegan, detruyen casas, matan a gente, raptan a niñas... Tenemos casos de niñas que han sido raptadas y no han vuelto jamás. La población vive con miedo constante, hay gente que ha perdido el marido, los hijos, los padres, personas que han visto como decapitaban a los familiares... hay un trauma general", explica el obispo de Pemba a la radio portuguesa TSF

Aprovechándose de la pobreza y el desempleo que asola al país, los miembros de Al-Shabab intentan reclutar a jovenes para sus filas, a través de la difusión de vídeos en las redes sociales. En ellos, el grupo terrorista acusa al Gobierno mozambiqueño de corrupción y de lucrarse con la explotación de los recursos naturales del país, sobre todo el gas y los rubíes.

"Ocupamos las ciudades para demostrar que el Gobierno es injusto. Que humilla a los pobres y hace que los enpresarios se lucren", dice un miembro del grupo terrorista en un vídeo que ha circulado este año por Whatsapp. En las imagenes, el hombre se explaya sobre el Islam y su deseo de conseguir un "gobierno islámico y no un gobierno de ateos" y acusa al Gobierno de abusos de poder y actos de violencia por parte del ejército.

Amnistia Internacional también ha acusado el Gobierno mozambiqueño -que ha contratado empresas de seguridad rusas, estadounidenses y sudafricanas para que ayuden al ejército- de combatir la violencia de manera extrajudicial, con actos de tortura y persecución, acusaciones que el Ejecutivo ha negado por diversas veces. 

Un Estado corrupto

En declaraciones a la BBC, varios especialistas explican que el avance del Estado islámico en Mozambique se parece al de Boko Haram en el Norte de Nigeria. Se trata de un grupo terrorista que explota las quejas de la población para reclutar miembros y se dedica a sembrar el terror en las comunidades. Se jactan de ofrecer una salida a los jóvenes desempleados y frustrados por un Estado controlado por autoridades corruptas. 

"Ese vídeo es muy importante", explica Eric Mrie-Genoud, investigador especializado en Mozambique, a la BBC. "En las imágenes el terrorista explica que es un habitante local y destierra las acusaciones de que todos los miembros del grupo son extranjeros. Además, denuncia las injusticias del Estado". 

El hecho de que la mayoría de los ataques se esté produciendo en la provincia de Cabo Delgado no es casualidad. En un país donde la mayoría de la población es cristiana (hay un 27% de católicos, un 16% de cristianos sionistas y un 15% de evangélicos), los musulmanes representan tan sólo un 19% pero son mayoría en esa región del norte del país. 

Tampoco es casual el timing elegido para llevar a cabo las acciones violentas. "Hemos descubierto uno de los mayores yacimientos de gas natural del país y, de repente, hay un aumento de la insurgencia islámica. Es muy dificil no ver una conexión en todo esto", explica a la BBC Liesl Louw-Vaudran, investigadora del Instituto de Estudios de Seguridad. 

En los últimos años, Mozambique ha visto crecer su corrupción y el litoral al norte del país se ha transformado en un centro de contrabando de marfil, madera heroína y rubíes, con la complacencia de la policía y otros funcionarios públicos. 

El descubrimiento de yacimientos de gas en la costa de Mozambique debería cambiar el destino de uno de los países más pobres de África, donde más de la mitad de sus 24 millones de habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza. 

Sin embargo, desde el hallazago, en 2010, de uno de los campos de gas natural más grandes de África frente a la costa de Cabo Delgado, la población local es la que menos se ha beneficiado de ello.

Los miembros de la élite fueron los que empezaron a prestar servicios a las compañías de gas, mientras que la población local salió perdiendo. Los agricultores locales que sobreviven gracias al cultivo de alimentos perdieron su tierra; los pescadores fueron expulsados y no recibieron ninguna compensación por sus pérdidas. 

Ahora, los grupos terroristas intentan aprovecharse del descontento de la población no sólo para lograr más apoyos para sus filas, sino para conseguir, también ellos, sacar tajada de los recursos naturales del país.