El pecado original puede rebuscarse en la definifición de fronteras que Francia hizo en sus colonias del Norte de África a principios del siglo XX. También en las diferencias políticas, religiosas e incluso culturales que siempre han existido entre las dos grandes potencias regionales en el Magreb. O simplemente se puede dirigir la mirada hacia el odio/miedo/respeto que se siente por el vecino.

La relación entre Marruecos y Argelia nunca ha sido fácil y el Sáhara Occidental, la excolonia española, está en el centro de sus disputas. Esto convierte su relación en la clave fundamental para que el Frente Polisario acabe envuelto (o no) en una guerra abierta con el reino de Mohamed VI. Desde luego, mucho más importante que lo que la influencia de España pueda parecer hoy día.

No hace falta remontarse al protectorado francés -terminó en 1956- para conocer los motivos de la desconfianza mutua entre Marruecos y Argelia. Aquellas primeras fronteras impuestas para dos países recién nacidos estaban condenadas a sufrir modificaciones, no sin años de enfrentamientos. Las poblaciones de Tinduf y Bechar fueron el gran objeto del desencuentro. Marruecos las reclamaba para sí, Argelia las consideraba propias. 

Desencuentro histórico

El enfrentamiento resuelto sobre el papel en un acuerdo firmado por ambos países en 1972 decidía que Marruecos renunciaba a sus pretensiones territoriales a cambio de tres condiciones. La primera de ellas, la fundamental, consistía en que Argelia apoyaría las pretensiones expasionistas de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, por entonces aún colonia española. Y Argelia cumplió, al menos en parte, pues en 1975, todo volvió a cambiar.

Marruecos era (y lo sigue siendo en la mayoría de los aspectos) una monarquía consevadora, con una inclinación económica liberal, más alineado con las grandes monarquías de la península arábiga como Arabia Saudí, partidario de un acuerdo justo con Israel en lo referente a la causa palestina y, sin duda, mucho más cercano a países occidentales como Estados Unidos, con los que mantenía abiertas relaciones comerciales y diplomáticas.

Argelia era (y ya no lo es en muchos de los aspectos) una república revolucionaria basada en el socialismo económico, muy influida por los planteamientos panarabistas de los años 60 y 70 y un aliado muy cercano al régimen de Gamal Abdel Nasser en Egipto y, por supuesto, de los mandatarios de Siria e Irak, además de uno de los estados más activos y radicales sobre la causa palestina en su conflicto con Israel.

Sáhara Occidental

Todo lo anterior, sin embargo, no deja de ser contexto. Una visión panorámica de dos países vecinos y antagónicos en tantas y tantas cosas que convirtieron a la entonces colonia española en su batalla geopolítica

El pacto de 1972 permaneció en el tiempo, pero de facto murió en 1975 cuando la famosa Marcha Verde sorprendió a los líderes argelinos, quienes supuestamente habían pactado en secreto con España que ésta permitiría un referéndum de autodeterminación en la zona antes de su retirada. Aquello nunca sucedió y aunque Argelia no renunció públicamente al acuerdo, su postura sobre las posiciones expansionistas de Marruecos cambió claramente, pese a que Marruecos ya había reconocido a Mauritania.

Banderas de la República Árabe Saharaui Democrática. EFE

Desde ese momento, Argelia observó a Marruecos como un estado expasionista cuya anexión del Sáhara Occidental supondría el primero de muchos pasos en esa dirección, aumentando su influencia en la zona y directamente rebajando el peso propio como potencia regional. Pero además, había dos factores clave para que desde Argelia se apoyase la causa saharahui y al Frente Polisario: mantener un Sáhara Occidental independiente supondría la creación de una especie de estado satélite en la frontera sur de su mayor rival y, segundo, le concedía a Argelia una salida al Océano Atlántico, pudiendo establecer incluso un corredor comercial.

MINURSO

La entrada en escena de la ONU y la creación de la Misión de Naciones Unidas para el referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO) ya en 1991 supuso un nuevo impulso a esa consulta que pudiera decantar la balanza. Sin embargo, desde su firma hasta hace una semana nada ha cambiado.

La incursión del ejército marroquí para liberar el paso fronterizo de Guerguerat entre Marruecos y Mauritania de un supuesto bloqueo por parte del Frente Polisario ha provocado una nueva tensión en la zona. Desde los disparos marroquís y los del Polisario, pasando por la expectativa en la que ha quedado España y, sobre todo, por el movimiento de tropas que ha causado en la frontera con Argelia.

Porque el único movimiento internacional respecto al Sáhara Occidental ha sido de Argelia y ha consistido en desplazar diversas unidades militares a su frontera con el Sáhara Occidental para "defender sus intereses".

"Argelia deplora profundamente las graves violaciones del alto el fuego que tuvieron lugar esta mañana en la región de Guerguerat en el Sáhara Occidental, y pide el cese inmediato de estas operaciones militares, cuyas repercusiones afectarían la estabilidad de toda la región", dijo el ministro argelino de Exteriores, Sabri Boukadoum, en comunicado publicado el pasado 14 de noviembre, en el que pedía a ambas partes "responsabilidad, moderación y pleno respeto al acuerdo firmado entre ellos y Naciones Unidas".

Financiación

Argelia pide tranquilidad mientras moviliza tropas y cuando ha sido, desde 1975, el gran valedor del Frente Polisario. Gran parte de la plana mayor de la oposición saharahui a Marruecos reside de forma habitual en Argelia y de sobra es conocida la financiación que Argel ha proporcionado al Polisario desde el primer momento de confrontación con Marruecos.

Motivos para convertirse en áritro no le faltan. La duda reside ahora si decantará la balanza hacia un lado o hacia otro, ya que manenter el statu quo puede suponer mucho o puede suponer nada y una guerra abierta en su frontera suroeste puede resultar beneficiosa o un prejuicio. Por el momento, las llamadas a la calma parecen haber surtido efecto, aunque se espera que la mediación del Colin Stewart, representante especial de la ONU para el Sáhara Occidental desde 2017, pueda devolver las aguas al cauce de un río muy revuelto.