Nueva York

Pese a que la política internacional no suele cambiar de forma sustancial cuando lo hace el inquilino del Despacho Oval, lo cierto es que este año, los candidatos a la presidencia del país han hecho de las relaciones internacionales una pieza clave tanto de su campaña como de su hoja de ruta para redefinir el papel que jugará Estados Unidos en el orden internacional en los próximos cinco años.

Uno de los temas en boca de todos los analistas políticos, expertos en geopolítica y miembros de la comunidad internacional es cómo cambiará el discurso estadounidense respecto a los grandes temas de corte global en función de quién gane las elecciones.

China

La guerra comercial con China es una de las cuestiones que más interés genera. Sin duda, Donald Trump ha sido muy claro con lo que él mismo describe como una política sin concesiones al gigante asiático.

De hecho, el día antes de la jornada electoral, la Casa Blanca publica una carta abierta sobre la postura del actual presidente sobre China, titulada América primero, en la que se resume sucintamente la política presente y futura del candidato republicano respecto a las relaciones con China: “Ahora, bajo el liderazgo del presidente Trump, Estados Unidos está tomando medidas para proteger a nuestra nación y a sus socios de una China cada vez más asertiva. Ya no estamos haciendo la vista gorda ante la conducta de la República Popular China ni ocultamos nuestras críticas a su Partido Comunista a puerta cerrada.”

Por su parte, Joe Biden ha prometido un pequeño respiro en la guerra comercial con China, aunque no le ha ido a la zaga a Trump en cuanto la contundencia de su postura respecto a cómo serían las relaciones con Beijing de llegar a la Casa Blanca.

En un reciente artículo publicado por la revista Foreign policy, Edward Alden, profesor en la Western Washington University y miembro senior del Consejo de Relaciones Internacionales, apunta que aunque desde la bancada conservadora esperaban que Trump hubiera utilizado la campaña electoral para pintar a Biden como “blando con China”, Biden se ha puesto a la altura de Trump a la hora de llamar la atención a China por su "asalto a la creatividad estadounidense" a través del robo de propiedad intelectual, ciberataques y subsidios injustos.

Además de pedir una aplicación comercial más estricta, los senadores demócratas de los Estados Unidos dieron a conocer un plan de gastos de más de 350 mil millones de dólares el mes pasado "para enfrentar la amenaza clara y actual que China representa para nuestra prosperidad económica y seguridad nacional".

Tales propuestas son la versión de los demócratas de "Estados Unidos primero", lo que les acerca a la política de mano dura con China promulgada por Trump. Respecto al alcance global de esta política de continuidad, el profesor Alden añade que “es probable que los europeos, canadienses, australianos y otros aliados sean pacientes para evitar tener que elegir entre comerciar con China y comerciar con Estados Unidos, especialmente teniendo en cuenta lo poco que China ha hecho para ganar nuevos amigos".

"Al contrario: Beijing se ha involucrado en lo que el periodista del Financial Times Jamil Anderlini llama diplomacia de castigo, usando armas económicas para intimidar a los países que se atreven a criticar al Gobierno del presidente Xi Jinping por los derechos humanos, Hong Kong o el coronavirus. Los países que reciben ese trato estarán más que felices de abrazar un Estados Unidos nuevamente comprometido, incluso si no lograrán que se cumplan todos sus deseos en materia de acuerdos comerciales".

Relación con organismos internacionales

El primer punto en la orden del día del nuevo presidente de Estados Unidos en materia de relaciones internacionales es revitalizar el papel -y el compromiso- del país en diversos organismos internacionales.

En primer lugar, apuntan desde el ámbito académico, Biden debería trabajar para preservar y revitalizar la Organización Mundial del Comercio. Si bien es cierto que la administración de Obama compartió las preocupaciones de la administración de Trump sobre la incapacidad de la OMC para restringir a China y la extralimitación del Órgano de Apelación de la organización, una propuesta para salvar dicha institución mediante una reforma en vez de su total destrucción le ganará a una posible Administración Biden el favor de las potenciales globales.

En la práctica, este cambio de enfoque devolvería a la mesa de negociación diversos acuerdos arancelarios con Europa (como los impuestos por el ejecutivo de Trump sobre el acero y el aluminio), así como reanudar la conversación sobre los subsidios a la industria aeronáutica (en concreto, resolver de una vez por toda la disputa que concierne a las ayudas solicitadas por empresas como Airbus y Boeing)

En el continente americano, el retorno a acuerdos regionales con Canadá y México sería prioritario, llevando a adherirse al nuevo Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá, acuerdo que el propio candidato demócrata considera una mejora sobre el TLCAN, sin amenazar con nuevos aranceles como lo ha hecho Trump contra Canadá por el aluminio y México por los flujos migratorios.

Desde Foreign Policy destacan que desde 2016, el panorama comercial se ha alejado de la visión tradicional de Biden de una política a favor del libre comercio basada en reglas, apertura del mercado, una visión que hasta las últimas elecciones presidenciales se había convertido en la norma en ambos partidos desde la aprobación del TLCAN y la creación de la Organización Mundial del Comercio a mediados de la década de 1990. La administración Trump ha incorporado ese cambio con una combinación de comercio administrado y liberalización comercial al tiempo que resucita los aranceles unilaterales para generar influencia durante las negociaciones.

Por otra parte, en el circuito de los organismos internacionales tienen claro que, lo que seguro cambiará en función de quién sea el próximo presidente estadounidense es la actitud de Estados Unidos en relación con la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya, que investiga asuntos tan sensibles como la actuación del personal militar y de inteligencia de Estados Unidos en Afganistán; así como la actuación de Israel en Palestina.

Expertos en geopolítica apuntan que, bajo una Administración Trump, continuará la presión a la Corte para directamente castigar a quienes investigan si no se aviene a dejar de investigar a ciudadanos de Estados Unidos. Bajo una Administración Biden, volveríamos seguramente al enfoque Obama: cierta colaboración, protección de los militares y espías norteamericanos pero de forma discreta, sin proponer abiertamente medidas de castigo contra la Fiscalía de la CPI y todo el que colabore con ella.

La lucha contra la Covid-19

Biden también comenzaría a combatir el coronavirus de inmediato. "El primer trabajo será mantener a Covid bajo control", aseguró Tony Blinken, asesor de política exterior de Biden, en una entrevista con Axios el mes pasado. Fuentes cercanas al equipo de Biden adelantan que el plan de Biden para contrarrestar los efectos del coronavirus pondría el mismo énfasis en el manejo de la crisis sanitaria y económica. Al fin y al cabo, añaden, el Covid-19 es la principal amenaza a corto y medio plazo. Biden ha pasado gran parte de los últimos meses de su campaña describiendo un plan para el coronavirus que se centra en gran medida en los esfuerzos nacionales, como aumentar el suministro de pruebas disponibles y equipo de protección personal, así como revertir la caída económica de la nación. No obstante, ha dedicado menos tiempo a detallar los aspectos internacionales de sus soluciones pandémicas, aunque ha ofrecido algunas políticas.

Quizás el punto más decisivo a la hora de comparar los enfoques de un gobierno de Trump y Biden es el de la relación de Estados Unidos con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el principal organismo de salud del mundo. Frente a la decisión de Trump de retirar al país de la OMS, en gran parte debido a las crecientes diferencias de parecer sobre la mejor manera de frenar el avance del coronavirus, Biden dijo en un discurso en verano que "Tenemos que restaurar inmediatamente nuestra relación con la Organización Mundial de la Salud, a pesar de todas sus deficiencias y errores en torno al Covid-19."

Cambio climático

El equipo de Biden ha sido de todo menos tímido a la hora de explicar lo que haría el presidente recién electo en sus primeras horas de trabajo. Primero, volvería a comprometer a Estados Unidos con el Acuerdo de París. La participación estadounidense finaliza el 4 de noviembre de 2020, el día después de las elecciones.

La medida para poner fin a la participación de Estados Unidos, iniciada el 4 de noviembre de 2019, materializó una de las promesas electorales de la campaña de Trump de retirarse del pacto incluso cuando las emisiones de gases de efecto invernadero de Estados Unidos aumentaban, revirtiendo años de declive. El actual acuerdo, firmado por la administración Obama, Estados Unidos estableció el objetivo de reducir sus emisiones entre un 13 y un 15 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para 2025.

Este miércoles se cumple un año desde que la administración Trump comenzara la cuenta atrás (un año) requerida por las reglas del pacto para abandonar formalmente el acuerdo, aunque el presidente Trump anunció el plan por primera vez en 2017. Si Trump sale reelegido y sigue adelante con su plan de retirar a Estados Unidos, el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero después de China, de este acuerdo internacional, será la muestra más clara de anulación de la política internacional de la era de Obama. Cabe destacar que varios de los mayores emisores de carbono, en particular China y Japón, han anunciado objetivos muy agresivos a largo plazo en este respecto.