El 05 de enero está marcado en rojo en Venezuela. Ese día, la Asamblea Nacional votará internamente para decidir su directiva en el próximo período legislativo, con el agravante de que se juega la continuidad del proyecto de cambio de gobierno provisional iniciado en 2019. ¿Seguirá Juan Guaidó como presidente del poder legislativo y, en consecuencia, del poder ejecutivo durante 2020 mientras intenta la convocatoria de unas elecciones presidenciales como dicta la Constitución?

Guaidó y sus aliados internos -los principales partidos de oposición- enfrentan poderosos intereses. El régimen de Nicolás Maduro es presionado por Moscú para que aparte, de una vez por todas, a Guaidó del mapa político. Sólo así Vladimir Putin irá decididamente a su rescate. Los aliados internacionales de quienes despachan desde el Palacio de Miraflores les han convencido de que sólo podrán salir vivos de unas elecciones si las condiciones económicas mejoran. Porque también les han metido en la cabeza que deben contarse para quitarle el discurso a Occidente. Esto ya ha empezado a verse tímidamente en la burbuja provocada por la dolarización de la economía y el levantamiento de los aranceles para las importaciones, pero no es suficiente.

Sirve para calmar los ánimos de los sectores más pudientes, chavistas y opositores, pero no alcanza a los sectores más necesitados, cuyos votos son los que determinan una elección, sea cual sea.

Para ello, Maduro necesita como agua de mayo créditos frescos com los cuales arrancar una campaña electoral con el corte clientelar al cual está acostumbrado el partido oficialista PSUV, inclusive en las mejores épocas de Hugo Chávez. Hasta ahora, Moscú y Pekín han sido cuidadosos de no entregarle dinero al régimen de Maduro directamente. Lo hacen en proyectos ya empezados y controlados por ellos mismos.

Saben que cualquier otra cosa necesita la autorización de la Asamblea Nacional. La presidida por Guaidó, no la inútil e ilegítima Constituyente de Diosdado Cabello. Además, por detrás están las sanciones de Washington, y a ese tigre es mejor no fastidiarlo. Que se lo digan al iraní Soleimani. Por eso, Moscú es públicamente claro con Maduro: te ayudo si te quitas de encima a Guaidó.

Y Maduro lo ha intentado, eso no se le puede quitar. Arremetió paralegalmente contra decenas de diputados, obviando su inmunidad parlamentaria, obligándolos a exiliarse o a resguardarse en embajadas aliadas. Creyó que con eso evitaría que votaran el 05 de enero, pero el Parlamento legítimo se sacó de debajo de la manga el as de la aprobación en sesión del voto electrónico, por lo cual sus integrantes podrán votar desde donde estén. Entonces el usurpador de Miraflores intentó comprar los votos, casi descaradamente. Nada. Solo unos pocos desesperados mordieron, pero quedan unas horas antes del 05 y el voluntarioso Nicolás hará lo imposible por cumplir con el zar.

El otro frente que se ha movido intensamente para impedir la reelección de Guaidó es de los factores más radicales de la oposición, en extraña coincidencia con Maduro y en la acera de enfrente de Washington, a quien le exigen una operación militar que les haga el trabajo. Ese grupo, cuya fracción parlamentaria se llama 16J, quiere que se nombre como presidente de la Asamblea Nacional a uno de sus miembros alegando que el acuerdo opositor firmado en 2015 le aseguraba a las minorías encabezar el Parlamento en el 2020. El problema está en que esa fracción es la minoría de las minorías, en donde conviven otros grupos alejados totalmente de sus posiciones.

A estas alturas, lo único que podría torcerle las cosas a Guaidó es una locura de Maduro en su desesperación por cumplir con Putin

Además, no pertenecen al grupo político que firmó el acuerdo del 2015, cuyos miembros decidieron replantear un acuerdo que quedó obsoleto ante la nueva realidad del país. De hecho, se han abstenido tradicionalmente de votar en las decisiones más determinantes del Parlamento nacional, al igual que el chavismo.

Pero, ¿cómo ese sin sentido, siendo políticamente tan mínimo, logra tener tanta influencia? El poder mediático. Apalancados en el financiamiento que les provee un grupo de banqueros y hombres de negocios con enormes capitales financieros, la mayoría amasados durante los primeros años del chavismo en donde florecieron los negocios típicos de una economía regulada, mantienen desde el exterior una poderosa red de políticos y periodistas que ya no se molestan mucho en esconder ni sus intereses ni sus filiaciones. Detrás del pleito con los partidos políticos a los cuales representa Guaidó está una Ley de Amnistía en la cual quienes hayan caído en delitos de corrupción y similares no están incluidos, además de otra Ley que prevé la repatriación de los capitales fugados provenientes de los negocios ilícitos.

La brutal campaña mediática en contra de Guaidó, que ha convertido en extraños compañeros de cama al radicalismo opositor y al régimen chavista, no ha surtido el efecto esperado. El presidente encargado ha salido golpeado, pero no tanto como esperaban sus enemigos. Sigue siendo la principal opción en las encuestas, sigue contando con los votos para reelegirse como cabeza del Parlamento y sigue contando con el apoyo de sus aliados internacionales, sobre todo de Washington. A estas alturas, lo único que podría torcerle las cosas es una locura de Maduro en su desesperación por cumplir con Putin, sobre todo ahora que Trump tiene el plato lleno con Irán.