Cuando se llevan cientos de miles de muertos, desaparecidos, desplazados; cuando eso dura más de 50 años y el Estado ha desaparecido de enormes extensiones del país; cuando una narcoguerrilla gobierna fronteras y controla las vías de suministro y el ejército sólo logra debilitarla pero nunca vencerla, algo hay que hacer. Algunos en Colombia abogaban por perseverar en la estrategia "hasta machacar a los terroristas". Otros, como el entonces presidente, Juan Manuel Santos, prefirieron jugárselo todo a estrechar la mano del verdugo.

Enrique Santiago (Madrid, 1964) es abogado especialista en derecho internacional y humanitario, lleva vinculado a Colombia desde hace casi tres décadas, y es un experto en el derecho de la guerra y los refugiados. Pocos habían tan capacitados y dispuestos como él a sentarse al lado de Rodrigo Londoño e Iván Márquez, los líderes de las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, para defender sus intereses en unas conversaciones de paz que, además, empezaron clandestinas. Ahora, negocia el Gobierno de España como secretario general del PCE y representante de IU en la delegación de Unidas Podemos. Sentado en una sala del Congreso de los diputados, recibe a EL ESPAÑOL convencido de que "este acuerdo tiene que ser mucho más fácil, seguro".

¿Cómo llegó usted a las negociaciones con las FARC?

Bueno, yo soy abogado, experto en derecho internacional público y humanitario... que es el de los conflictos, no el de los pobres. Y luego he trabajado mucho tiempo con refugiados. Llevo trabajando en temas de Colombia desde 1992, he sido casi 10 años secretario general de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado. Y cuando empieza el proceso de paz, los países garantes -concretamente, Cuba y Noruega- tenían que garantizar los equipos de apoyo. Las FARC son una guerrilla campesina, siempre metida en la selva. No tenían juristas, ¡ni lo habían pensado! Los garantes les plantearon que era más que conveniente, en un país tan leguleyo como Colombia, el más del mundo probablemente.

Entrevista a Enrique Santiago, Parte I Jorge Barreno

Empezaron a pedir currículos y hacer consultas a grupos políticos y sociales con los que tenían confianza. A mí, quien me propuso con más ahínco fue Piedad Córdoba, que es una antigua senadora colombiana del Partido Liberal, que ha trabajado mucho por la paz, conmigo dándole apoyo. En mí debieron ver un currículum suficiente y una militancia política que les debía convencer.

¿Y no hubo ningún reparo moral por asesorar a unos narcoterroristas?

Cuando uno decide trabajar en conflictos, éste es uno más. Pero no hay un sólo tribunal en el mundo, ni siquiera el Colombia, con un kilo de cocaína incautado a las FARC. Y sin embargo, sí hay aviones presidenciales colombianos detenidos en EEUU con toneladas de cocaína. Así que, ¿quién es el narco? Esa misma pregunta habría que hacérsela a los asesores del Gobierno colombiano. El antiguo jefe de Seguridad de la Presidencia de la República colombiana, el general Mauricio Santoyo, fue extraditado a Colombia por narcotráfico.

¿Qué dificultades concretas había  para afrontar esas negociaciones, que empezaron secretas?

Hasta el final de las negociaciones, uno de los problemas ha sido la opinión generada, la utilización de la propaganda de guerra para crear una imagen que no se correspondía con el conflicto. La guerra no la hacen los angelitos, pero en la guerra tampoco hay unos muy buenos y otros muy malos. Eso es muy pueril. El Estado colombiano no ganó nunca a las FARC militarmente, pero sí absolutamente y en exceso, una paliza en propaganda de guerra.

La guerra no la hacen los angelitos, pero en la guerra tampoco hay unos muy buenos y otros muy malos. Eso es muy pueril

¿Pero era una guerra o unos terroristas que durante medio siglo provocaron cientos de miles de muertos, desaparecidos?

Al margen de lo que se haya dicho en la prensa y de la reducción absurda a que "esto es terrorismo", la gente esto no lo sabe, pero las FARC al inicio eran una guerrilla liberal, nada que ver con el comunismo. Es un problema histórico de Colombia. Probablemente, no se habría arreglado nunca por la vía militar.

Pero las FARC aceptaron negociar porque estaban debilitadas tras la ofensiva de Álvaro Uribe, ¿no?

Fue una guerra de 50 años en los que todos los presidentes de Colombia hacían su campaña diciendo que acabarían con las FARC. Pero Juan Manuel Santos llegó a la Presidencia con una ventaja: había sido ministro de Defensa, y sabía las fortalezas y las debilidades de las FARC. La guerrilla se adapta a las circunstancias: cuando Álvaro Uribe llega al a Presidencia, ya no usaba tácticas de guerrilla, sino de guerra de posiciones. Pero la tecnificación del ejército colombiano, su ofensiva y la entrada de EEUU, hizo que se volviera a la táctica de guerrilla.

Así podrían haber estado 20 años más. Y Santos, con su pragmatismo de empresario, vio que militarmente no había salida, y abrió las conversaciones.

El secretario general del PCE, Enrique Santiago, atiende a EL ESPAÑOL en el Congreso. Jorge Barreno

¿Pragmatismo?

Lo relevante es que no era sólo Santos, sino un contexto económico distinto: con la globalización, la oligarquía agraria, y el conjunto de sectores dirigentes históricos de Colombia, dejan de tener los mismos intereses. Porque la guerra era un magnífico negocio para los terratenientes por razones históricas y políticas, les permitía apropiarse de la tierra. Ahora, la cosa cambia y Colombia se dirige a una economía basada en el poder financiero y la inversión extranjera, y una nueva producción industrial. Así que la nueva burguesía no quiere guerra, sino estabilidad, paz.

Para sacar una licitación de petróleo en el Putumayo, hace falta que no haya guerra. Y Santos es el exponente de eso, así que cambian los equilibrios de fuerzas, hay una nueva mayoría social en favor de la paz en la que por primera vez se desgaja una parte importante de los dirigentes históricos de Colombia. Ni la guerra ni la paz se hacen por una cuestión ética, lamentablemente. Es así. 

Ni la guerra ni la paz se hacen por una cuestión ética, lamentablemente. Es así.

¿Y cuáles fueron sus dificultades propias? A usted lo llegaron a acusar de encubrir los negocios de las FARC con un entramado cubano...

Sí, que yo era un agente al servicio de la inteligencia cubana con un empresario chileno... En fin, una cosa muy interesante, pero yo tengo muy claro que mi trabajo en Colombia ha sido por implementar la paz. Las FARC han participado en cuatro procesos de paz que no han llegado a acuerdo, y en el que yo he participado, sí.

Aunque ahora el líder de las FARC Iván Márquez dice que se vuelve a las armas. ¿Cuál fue su contacto con él en esos años?

Yo he trabajado cuatro años con él. Porque era el jefe negociador en La Habana. Hay muchos factores que lo han hecho volver al monte. El primero, la deficiente implementación de los acuerdos. Pero lo que creo que más le ha influido es que hubiera una operación de la embajada de EEUU -que creo que trabaja como un poder autónomo- y la Fiscalía durante el mandato de Humberto Martínez Neira, cuya estrategia era hacer saltar el proceso de paz: extraditando a Iván Márquez y a Jesús Santrich.

Los persigue la DEA por narcotráfico...

Yo conozco el sistema penitenciario de EEUU y sus cárceles, y le aseguro que si EEUU te pone el ojo encima y decide extraditarte da igual que seas culpable o inocente. Y eso no se lo deseo a nadie. Sin necesidad de ser cadena perpetua, pueden ser 60 años, lo que es equivalente. Iván Márquez llegó a la conclusión de que la intención clara era ésa, y tomó medidas de prevención.

Estaba amparado por la Justicia Especial para la Paz que negoció usted.

Mi opinión es que este Gobierno no ha implantado nada de los acuerdos. Y además se quiere revertir el proceso. Y creo que esta situación puede ser la gran crisis del proceso de paz, pero que se puede revertir. Recomiendo escuchar la declaración de Márquez, porque hay claves que muy claramente no son propias de quien quiere iniciar una guerra.

Dice muy claramente "no vamos a atacar a nadie", eso es un pronunciamiento más político, ¿no? Segundo, lo que reivindica es el cumplimiento estricto de lo acordado en La Habana. Y tercero, dicen "nuestros enemigos no son los soldados ni los policías colombianos". ¿Qué guerra vas a hacer si no atacas a la fuerza pública contra la que te has alzado?

Iván Márquez en el vídeo en el que anuncia su vuelta a las armas con una facción de las FARC, desde algún punto del sureste de Colombia, cerca de la fronteras de Venezuela. E.E.

O sea, ¿que no es una vuelta a las armas?

Yo creo que es un grito de desesperación esperando que se atienda por la comunidad internacional y se obligue a rectificar al Gobierno colombiano. Creo que es un error profundo lo que ha hecho Iván Márquez, porque es muy peligroso darle a Uribe su profecía autocumplida: "Ya lo decíamos, no querían la paz". Eso me produce tristeza, no es lo más inteligente ni mucho menos.

¿Influye la inestabilidad de ser frontera con el Estado fallido en que ha convertido Maduro su régimen en Venezuela?

El contexto regional ayuda a estos problemas. Si se hubiese conseguido un contexto de normalización entre los países de la región, y la frontera con Venezuela no fuese un descontrol absoluto... Allí hay paramilitares, narcotraficantes, el ELN, contrabandistas... Si los dos Estados no cooperan para poner la zona en orden, facilitas la desaparición del Estado, que es lo que ocurre en la práctica. Pero lo que se hizo no fue distendir la región, sino montar el conflicto de febrero, que parecía que desde Colombia iban a invadir Venezuela. Se montó ese show [de la ayuda humanitaria que querían entrar desde Cúcuta] para nada, porque parecía que iba a haber un alzamiento militar en Venezuela y no hubo nada.

Pero esto se puede reconducir y se podría volver al acuerdo. Hay que tener voluntad para hacerlo...

Se podría haber ayudado a distendir la región, pero montaron  el show de febrero, que parecía que desde Colombia iban a invadir el país, que iba a haber un alzamiento militar en Venezuela... y no hubo nada

El paralelismo es lejano, pero usted asesoró un acuerdo de amnistía en Colombia, y sin embargo el PCE que usted dirige, IU y Podemos buscan revertir la Transición española derogando nuestra ley de amnistía, elaborando una de víctimas del franquismo...

Lo que se firmó allí fue amnistía para todo lo que el derecho internacional permite amnistiar. En una guerra, es lamentable decirlo, y en una guerra es lícito matar. Lo que no es lícito es matar de cualquier forma. Eso es lo que dice el derecho de guerra.

Una de las primeras tareas que yo hice es que las FARC entendieran que no podían exigir una amnistía total, que eso no era ni posible en el contexto internacional jurídico, ni aconsejable políticamente.

Del mismo modo, nosotros no pedimos derogar la ley de amnistía de la Transición en España, sólo un punto que es contrario al derecho internacional: la nulidad de lo que también está prohibido amnistiar en la que yo trabajé en Colombia, que son los crímenes internacionales. La ley española dice que se amnistían así, en general; y en Colombia no pudimos, ni de las FARC ni del ejército. Eso es lo que pedimos.

¿Y en cuanto a las víctimas del franquismo, no bastaría aplicar de verdad la actual Ley de Memoria Histórica y dotarla de fondos para enterrar con dignidad a todos los caídos?

En una guerra hay dos categorías de víctimas: las que además de la victimización se les deja en exclusión social y las que no. Si a ti te matan a tu marido y te roban la tierra eres doblemente víctima, y eso es lo que pasó en Colombia durante 50 años, las dejaban en la miseria. No es lo mismo que lo otro. ¿Y cómo se repara a una víctima, metiendo al victimario 50 años en la cárcel o haciendo que garantice que la víctima tiene una vida digna? Ése es el modelo por el que se optó en Colombia. La reparación es el fin de la exclusión social, y eso lo pedían las víctimas. Es lo que pasó en los Grandes Lagos, en Timor...

En lo del franquismo no decimos que se juzgue a todos los que participaron en la Guerra Civil en el bando franquista. Sino, en primer lugar, que las víctimas, todas, tengan reparación. No puede ser que las miles de ETA, que lo merecen, tengan todo tipo de atenciones, y las decenas de miles de víctimas del franquismo, que también lo merecen, se desentienda el Estado de ellas.

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