Sea Watch, la ONG encargada de salvar migrantes y refugiados en el Mediterráneo Central frente a las costas de Libia, empieza su "batalla legal" contra Matteo Salvini, el vicepresidente del Gobierno italiano y líder de la Liga. Los abogados de la organización humanitaria alemana demandarán al ministro del Interior italiano por difamación por sus declaraciones tras rescatar este miércoles a 52 migrantes frente a las costas de Libia, ya que Salvini afirmó que "las autoridades libias estaban preparadas para rescatar", al contrario de lo que aseguran desde Sea Watch, cuyos operadores humanitarios se negaron a atracar en el puerto de Trípoli (Libia).

En vísperas del verano y de su buen clima, pronto empezará a aumentar el número de migrantes que arriesgan su vida para llegar a Europa a través de la peligrosa ruta marítima que une Libia e Italia a través del antiguo Mare Nostrum. La opinión pública italiana sigue estos días de qué manera el vicepresidente del Gobierno italiano y líder de la Liga, Matteo Salvini, piensa gestionar la cuestión migratoria en el Mediterráneo un año después del caso Aquarius.

"Las autoridades libias han asignado oficialmente a Trípoli como puerto más cercano para el desembarco. Si este barco ilegal desobedece, poniendo en peligro a los migrantes, responderá por ello", dice el líder de la Liga, Matteo Salvini.

La polémica con Sea Watch coincide con el hecho de que el Consejo de Ministros italiano, este martes, aprobó un decreto ley que permitirá sancionar con entre 10.000 y 50.000 euros a las ONG que entren, transiten o estacionen en aguas territoriales italianas: "Dicen de ser buenos, sin embargo están secuestrando mujeres y niños en medio del mar. ¡Puertos cerrados!", dijo Salvini en relación al barco Sea Watch 3. Mientras tanto, la embarcación navega rumbo a Lampedusa –Malta era el destino, en un primer momento– desafiando la orden de Salvini que incita a las fuerzas armadas a impedir la entrada de buques con migrantes y refugiados abordo. 

A lo largo de este viernes, la Comisión Europea ha sido clara, Libia no es una solución: "Todos las embarcaciones con bandera europea tienen que respetar las normas internacionales relativas a la búsqueda y el salvamento marítimo, lo cual implica que hay que hay que llevar a las personas a un puerto seguro", explica la portavoz de la Comisión Europea, Natasha Bertraud. Y añade: "La Comisión Europea siempre ha señalado la ausencia de estas condiciones en Libia".

Libia, un estado fallido

¿Cuál es el verdadero centro de la polémica? Libia es un país inseguro debido a su inestabilidad política, tal como apuntan también las Naciones Unidas. En el país norteafricano no están garantizados los derechos humanos, por esta razón migrantes y refugiados, a priori, no tienen otra posibilidad más que la de seguir su viaje hacia Italia, por vía marítima.

Al menos para no seguir en manos de los traficantes de seres humanos. Libia, al ser un Estado fallido, aparentemente tampoco tendría unas fuerzas armanas adecuadas para garantizar la protección humanitaria de los migrantes y refugiados en sus costas. La portavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados en el Sur de Europa, Carlota Sami, indicó en Twitter que "ningún ser humano puede ser devuelto a Libia, que no es un puerto seguro, es un país en guerra y donde los centros de detención son lugares inhumanos de torturas y violencias".

Los migrantes y refugiados, por esta razón, intentan entrar lo antes posible en aguas internacionales –a partir de las 24 millas marítimas–, donde Italia tiene responsabilidad indirecta en la actividad de "búsqueda y salvamento" –del inglés, Search and Rescue (SAR)–. Así pues, si un barco de migrantes se encuentra a la deriva a 30 millas de la costa africana, a priori no es oficialmente zona SAR de competencia italiana.

La clave está en que, si la autoridad que debiera actuar de oficio no puede hacerlo en condiciones de seguridad, tiene que intervenir el país que recibe la llamada, que habitualmente es Italia a través de la Central Operativa de la Guardia Costera italiana con sede en Roma. Las normas internacionales, en cualquier caso, prevén que quien recibe la llamada de ayuda tiene que asegurarse de que las personas a la deriva sean finalmente rescatadas. Entre otras cosas, porque estas embarcaciones cuanto más se alejan de la costa, más crecen sus niveles de riesgo.

Con la llegada de Matteo Salvini a la política italiana el sistema de salvamento humanitario italiano se ha visto restringido. Ahora el Gobierno italiano, al contrario de los anteriores, no sólo no promueve el rescate de migrantes frente a las costas de Libia a través de las fuerzas armadas transalpinas; sino que además trata de impedir que las ONGs como Sea Watch se acerquen a cualquier puerto italiano para permitir el desembarque de los migrantes y refugiados salvados en el Mediterráneo. Igualmente, Sea Watch no piensa parar su actividad de rescate aunque tenga que vagar por el antigo Mare Nostrum. Y Salvini seguirá intentando mantener el pulso político contra las ONGs humanitarias.

Los principales flujos de migración marítima hacia Europa son tres, en orden de importancia cuantitativa: el Mediterráneo Oriental (Grecia), el Mediterráneo Occidental (España) y el Mediterráneo Central (Italia). Al contrario respecto a hace unos años, Grecia y España son los principales receptores de inmigración irregular por vía marítima. El hecho de que la ruta Libia-Italia sea la más larga y peligrosa, unido también a la política anti migratoria de Salvini; ha hecho que Italia no sea la que más salve, pero sí que la esté más expuesta a posibles tragedias humanitarias debido a la falta de rescates.

Teniendo como referencia los datos ofrecidos por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en lo que va de año en Europa ha llegado un total de 31.200 migrantes (144.200 del año 2018), donde el 80% de los flujos entran por vía marítima. El número de muertos en el Mediterráneo es de 550 personas (2.299 personas en 2018). Más de la mitad de los migrantes del mundo que pierden la vida para salvarla lo hacen en el Mare Nostrum. Por eso, atendiendo a las estadísticas de la OIM, es la ruta más peligrosa del mundo.