La oposición de centroizquierda parte como clara favorita en los comicios generales de este miércoles en Dinamarca, en las que los pronósticos apuntan a un desplome del xenófobo Partido Popular Danés (DF), dirigido por Kristian Thulesen Dalh, "árbitro" de la política nacional las dos últimas décadas.

Los últimos sondeos sitúan a la oposición con una ventaja de entre diez y catorce puntos, resultado que de confirmarse, supondría el triunfo más contundente de la izquierda en casi cincuenta años.

El Partido Socialdemócrata, fuerza dominante en la segunda mitad del siglo pasado pero que en este solo ha gobernado una legislatura (2011-2015), podría subir hasta cerca del 30%, lo que respaldaría el giro a la derecha en política económica y migratoria iniciado hace años e intensificado con su actual líder, Mette Frederiksen.

Pese a los intentos del bloque gubernamental de poner en duda su credibilidad por la línea más aperturista en extranjería del resto de fuerzas del centroizquierda y las presiones de sus propios aliados, Fredriksen ha reiterado que no habrá cambios sensibles.

Su intención es gobernar en solitario, pactando con la derecha la política en inmigración y, con el resto del bloque opositor, las líneas sociales y económicas, aunque sin demasiadas variaciones.

Dinamarca en cifras

Los datos macroeconómicos reflejan la buena salud de Dinamarca, con una cifra récord de empleo, un índice de paro por debajo del 4%, superávit en la balanza de pagos, reducción de la deuda pública y un crecimiento anual en el último lustro en torno al 2%.

La contrapartida ha sido la mayor desigualdad, una tendencia iniciada en años anteriores: Dinamarca ha pasado en los últimos quince años de ser el país con el índice de Gini -que mide la diferencia de ingresos a nivel nacional- más bajo en la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OECD) al séptimo puesto.

Más que el estado de la economía, al primer ministro, el liberal Lars Løkke Rasmusen (del partido de centroderecha, Venstre), le han perjudicado las divisiones internas en el bloque gubernamental en política fiscal entre ultraliberales y derecha xenófoba, que además se arriesga a perder su papel decisivo.

El DF ha sostenido todos los ejecutivos liberal-conservadores desde 2001 y ha provocado un cambio profundo de la discusión sobre inmigración y asilo, arrastrando a toda la derecha y a parte de la izquierda a sus posiciones.

Descenso del DF

Un escándalo sobre el uso fraudulento de ayudas de Bruselas aún no resuelto, la aceptación de sus ideas por la mayoría de partidos y sus coqueteos con los socialdemócratas han provocado una caída continua en los sondeos en los últimos tiempos.

Desde su histórico triunfo en las elecciones europeas de 2014 y el sorprendente segundo puesto en las generales del año siguiente, el DF ha iniciado un progresivo declive, perjudicado también por su negativa a entrar en el gobierno pese a tener más votos que los liberales de Rasmussen para mantener su papel de "árbitro".

El varapalo en los últimos comicios europeos, donde cayó al cuarto lugar y pasó del 26,6 al 11%, fue un aviso a un partido al que perjudica la aparición de dos fuerzas más radicales aún en inmigración y con opciones de entrar en el Parlamento, lo que podría costarle la pérdida de la mitad de su apoyo en las urnas.

De ahí las llamadas a no desperdiciar el voto crítico con la inmigración y el ataque de última hora contra las socialdemócratas, poniendo en duda su compromiso con la dura política de extranjería, una táctica que también usó Rasmussen el domingo en el último debate electoral televisado con Fredriksen.

Rasmussen había llegado a proponer al inicio de la campaña una gran coalición de gobierno de su partido y los socialdemócratas, algo que no se produce desde hace 40 años y una idea rechazada por el resto del bloque de derecha y por la propia Frederiksen.

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