La madrugada del 26 de abril de 1986 se llevó a cabo una prueba de seguridad en 4 de los 8 reactores de Chernobyl para comprobar si eran seguros. No lo eran. Una combinación de errores humanos y mal diseño provocaron el mayor accidente nuclear de la historia europea. Una superficie equivalente a la mitad de España quedó rápidamente contaminada, cientos de miles de personas fueron evacuadas, miles fallecieron o quedaron enfermas para siempre. La zona de exclusión de 30 kilómetros alrededor de Prypiat, la ciudad que estaba a solo 3 kilómetros del fatídico reactor número 4, será inhabitable durante siglos.

Exactamente 33 años después de la tragedia, se ha completado la construcción del sarcófago que ha costado 2.100 millones de euros y 10 años de trabajo y que contendrá la emisión radiactiva del reactor averiado. Coincidiendo con el aniversario de la tragedia, se ha llevado a cabo hace pocos días una prueba de seguridad de 72 horas que, esta vez sí, ha terminado con éxito. A partir de ahora se podrá empezar a desmantelar poco a poco las instalaciones y a evacuar todo el material que había en su interior. Tras cerrarse la cubierta de acero y cemento, de más de 100 metros de alto, Chernobyl es un poco más seguro… y mucho más turístico.

La fascinación que Prypiat (bautizada como “Atomogrado”) ejerce en algunos y la posibilidad de visitarlo tras firmar un documento de descargo de responsabilidades, ha hecho que en los últimos cuatro años el número de turistas haya pasado de 8.000 a 70.000.

Turismo de alto riesgo

La mitad son extranjeros que aprovechan su viaje a Kiev para pasar una tarde, un par de días o incluso viajar en un crucero fluvial por los alrededores de la zona de exclusión. Así, donde se acumuló la radiación equivalente a 500 Hiroshimas hoy se puede ver a turistas tomándose selfies o tomando fotos que no necesitarán ningún filtro para impresionar en las redes sociales. Incluso se acaba de estrenar una serie de televisión en HBO sobre Chernobyl.

Sarcófago que cubre la central de Chernobyl Kamil Porembinski

Lena, una ucraniana que vive en Alemania desde que era adolescente, ha visitado Prypiat en muchas ocasiones, alguna de ellas en moto. Estar en un lugar completamente silencioso y muerto me hace sentir más viva que nunca, es lo que yo llamo “el estado de ánimo Chernobyl”, dice. Sobre el peligro de exponerse a la radiación, asegura que es mejor caminar por sitios asfaltados, no pasar demasiado tiempo en los descampados y desde luego no comer ni beber nada mientras se está allí, aunque se haya traído de “fuera”.

Asegura que en alguno de sus viajes ha visto cosas insólitas, como familias con niños visitando el fantasmagórico parque de atracciones de Prypiat o gente que se empeña en pasar la noche en los edificios que la gente tuvo que abandonar en cuestión de horas aquella terrible noche. Lena afirma haber visitado más de 200 lugares, entre pueblos, granjas y el propio Prypiat, abandonados tras el accidente. “La radiación se acumula en el cuerpo, es como gastar créditos en un videojuego; puedes usarlo en pequeñas dosis, con visitas cortas y cuidadosas, o puedes gastarlo en pocos días, como hicieron los limpiadores a los pocos días del accidente. Si llegas a la fase de náuseas y mareos es que te estás quedando sin créditos”.

Los “liquidadores” de la radiación

La historia de los “liquidadores”, un ejército de más de medio millón de voluntarios que empezaron a trabajar limpiando Chernobyl desde el mismo día de la tragedia, tiene todos los ingredientes de una gran historia: muertes épicas, héroes anónimos, sacrificios desinteresados... Aunque los militares debieron acudir siguiendo órdenes, la mayoría de la gente que arriesgó su salud e incluso su vida para minimizar la catástrofe eran civiles voluntarios.

Mineros que excavaron un túnel de más de 150 metros para acceder al reactor, bomberos, científicos y simples obreros que hoy tienen la consideración de veteranos de guerra. Algunas de estas personas murieron el mismo día que entraron en Chernobyl, al haberse expuesto a una radiación 50 millones de veces superior a la soportable. Las cifras difieren según la fuente, pero entre 25.000 y 60.000 “liquidadores” murieron en poco tiempo y decenas de miles más quedaron afectados para siempre por la radiación.

Por increíble que parezca, también hay gente que ha elegido voluntariamente vivir en la zona prohibida. Son alrededor de 150, la mayoría mujeres de más de 70 años que se niegan a abandonar lo poco que poseen, aunque esté en uno de los puntos más letales del planeta. Sin embargo, también hay historias insólitas, como la de la joven Irina, que trabajó cuidando a uno de estos ancianos y cuando éste falleció heredó su casa. Ahora vive en ella con su madre y su hija adolescente. O la de Vadim, que llegó a Chernobyl escapando del conflicto que se vive en este de Ucrania: “Una vez has visto la guerra, la radiación no es nada”.

El gimnasio de una escuela en Prypiat Kamil Porembinski

El de Chernobyl es, hasta la fecha, el peor desastre nuclear que ocurrido en todo el mundo. El “reaktor bolshoy moshchnosti kanalniy”, o “reactor de gran potencia de tipo canal” tenía como finalidad principal la fabricación de plutonio para hacer bombas atómicas; la producción de electricidad era una función secundaria. Durante las pruebas de seguridad del 26 de abril de 1986, se desconectó adrede el mecanismo de parada automática y cuando los técnicos intentaron insertar manualmente más barras de control (sólo se habían insertado 8 de las 30 requeridas) ya fue demasiado tarde y en poco tiempo apareció el temible corio.

El corio es una de las sustancias más letales que existen en nuestro planeta. Es una especie de lava radiactiva tan letal que basta con pasar unos minutos cerca de ella para morir. Solo se ha producido corio fuera de un laboratorio en cinco ocasiones: tres en Fukushima, una durante el accidente en la central nuclear de Three Mile Island, en Estados Unidos (1979) y otra en Chernobyl.  Solo en este último caso el corio fluyó sin control durante semanas, acumulándose en una masa sólida de once toneladas que se llegó a llamar “La Pata de Elefante” por su apariencia rugosa y grisácea.

Naturaleza paranormal

Al igual que se está empezando a ver en los alrededores de Fukushima, cuando el hombre desaparece de un lugar, los animales y plantas parecen beneficiarse de ello hasta cierto punto. Los estudios científicos han detectado que, en efecto, en las dos últimas décadas se ha incrementado la población de mamíferos en los bosques de Chernobyl, aunque ha disminuido la variedad de la fauna, sobre todo de pájaros. Los insectos, por ejemplo, tienen más manchas o colores anormales y las arañas tejen sus telas de manera anormal. Aun así, se puede ver lobos, linces, jabalíes y caballos salvajes viviendo con aparente normalidad en una zona donde antes vivían más de 120.000 personas y que ahora están cubiertas de vegetación.

En el Apocalipsis (8, 11), se menciona a una estrella llamada Ajenjo que “cayó del cielo, ardiendo como una antorcha (…) y mucha gente murió por las aguas, que se habían vuelto amargas “. Curiosamente, ajenjo en ucraniano es chernobyl.