Berlín

La llegada al poder de Adolf Hitler en Alemania se topó con una tibia prensa internacional que no pudo ni supo, en general, informar de los peligros del nacionalsocialismo, según denuncia el autor y periodista francés Daniel Schneidermann.

-¿Cuándo piensa volver, señor Mowrer?

-Cuando pueda, con dos millones de mis compatriotas.

El periodista estadounidense Edgar Ansel Mowrer tenía esa breve y ácida conversación con un funcionario de la Alemania nazi el 1 de septiembre de 1933, justo antes de subir al tren que le llevaría a París. En realidad, el nazi no quería volver a ver a Mowrer, un incómodo periodista del diario Chicago Daily News. Mowrer era el profesional de la información extranjero en Berlín que más crítico había sido con el régimen nazi. Hablando de estar de vuelta con dos millones de compatriotas, Mowrer aludía al escenario de guerra total que acabaría con el funesto III Reich.

La escena la recoge el periodista y autor francés Daniel Schneidermann en su libro Berlin, 1933 (Ed. Seuil, 2018), un volumen dedicado al comportamiento de "la prensa internacional frente a Hitler". En él, Schneidermann lamenta que Mowrer fuera la excepción que confirma la regla. "La prensa de las democracias no supo ver, para nada, el peligro y la barbarie de Hitler. Al contrario, a partir de 1933, a los nazis en el poder se les trató como un Gobierno normal del que había que ocuparse de un modo periodístico convencional", explica Schneidermann a EL ESPAÑOL.

En su libro, Schneidermann recuerda lo amedrentados que estuvieron los periodistas de los grandes periódicos impresos anglosajones y franceses con puesto de corresponsal en Berlín. Sin duda, el caso de Mowrer sirvió al régimen de Hitler para trazar una línea roja que los periodistas extranjeros no podían cruzar en su forma de informar sobre el nacionalsocialismo.

Al parecer, lo que resultó insoportable para los nazis fue que Mowrer informara sobre el antisemitismo teutón en apenas catorce páginas de su libro, un volumen de elocuente título: Germany Puts The Clock Back (Ed. John Lane The Bodley Head, 1933), algo así como "Alemania viaja atrás en el tiempo". Mowrer describía en su libro el fenómeno antisemita, muy anterior al éxito político de los nazis. El trabajo de Mowrer sobre la Alemania de Hitler le costó la expulsión. Pero fue premiado en 1933 con un premio Pulitzer por sus labores como corresponsal.

Indiferencia internacional ante las víctimas de Hitler

"Es cierto que la amenaza de la expulsión estaba ahí. Hay periodistas que criticaron que se calmaron en su forma de informar tras aquella expulsión", cuenta Schneidermann. "Los medios democráticos podrían haberlo hecho mejor, para empezar podrían haber dado la palabra a las víctimas", ha explicado el autor de Berlin, 1933.

Habla Schneidermann tras haber estado revisando largo tiempo las hemerotecas de numerosas publicaciones de prestigio internacional para ver cómo se ocuparon informativamente del nazismo. Entre otros, se ha sumergido en textos de los estadounidenses The New York Times, The Washington Post, aparte del Chicago Daily News de Mowrer, los franceses Paris-Soir, L'Humanité, La Croix, Le Matin, además de los Daily Mail, The Times o The Manchester Guardian.

Sobre éste último, al que desde 1959 se conoce sólo como The Guardian, terminaría pensando la prohibición en territorio alemán. Esa medida se debió a la publicación de un reportaje desde Fráncfort en el que se daba cuenta del clima de terror que reinaba en las calles controladas por las Sturmabteilung (SA, por sus siglas alemanas), las 'Tropas de Asalto' de Hitler. "Toda Alemania está convirtiéndose en una gran prisión. Entre los judíos hay una terrible desesperanza. No se les deja vivir ni salir del país", se lee en la crónica del 4 de abril que supondría el cierre en Alemania del The Manchester Guardian.

Ese tipo de textos, fueron, sin embargo, los menos habituales. De hecho, Schneidermann se empeña en recordar que la actitud combativa ante Hitler y los suyos no predominó entre los profesionales de la información de mayor prestigio. Él habla, incluso, de la "indiferencia mediática" que acompañó la cobertura internacional del ascenso al poder de los nazis y del régimen de Hitler.

The New York Times, en el centro de las críticas

Mucha de la atención de su libro está puesta en The New York Times, que ya fue objeto hace unos años de la crítica sobre este tema gracias a Laurel Leff, profesora de periodismo en la Universidad Northeastern de Boston. Leff acusaba de haber "enterrado" el Holocausto al diario más importante de Estados Unidos en su libro Buried by the Times (Ed. Cambridge University Press, 2005), o "Enterrado por el Times".

Como Leff, Schneidermann señala a periodistas del prestigioso diario neoyorquino por no haber informado lo suficiente. Guido Enderis, uno de sus periodistas en Berlín, aparece aquí como un hombre con "mala voluntad" a la hora de informar. A Enderis se acusó de acallar informaciones y también de declararse incapaz de trabajar sin motivo real sobre temas como el devenir de los científicos judíos en la Alemania de Hitler.

Portada de 'Berlín, 1933'.

"Todas las redacciones conocen el perfil del periodista mediocre pero que se entiende a las mil maravillas con las instituciones que está encargado de cubrir", escribe Schneidermann. Enderis era de los que, como muchos otros periodistas extranjeros en Berlín, priorizaba "encontrarse con ministros, conseguir exclusivas, tener entrevistas, sin prestar gran atención a las persecuciones contra los judíos o comunistas", según Schneidermann.

En Francia, quienes sí prestaban atención a la represión era el entonces diario estalinista L'Humanité. En términos de oposición al nazismo, la producción periodística de esta herramienta de propaganda comunista es de lo poco que Schneidermann salva en su relectura crítica de periódicos galos del pasado. "L'Humanité es el único diario francés que hizo mención a la represión inmediata que golpeó a los comunistas alemanes (5.000 deportaciones) y el único a llamar a las cosas por su nombre: 'barbarie hitleriana'", escribe Schneidermann.

Por su parte, en The New York Times, la "jerarquía del periódico animaba a banalizar la persecución antisemita" en Alemania, según Schneidermann. En otros países de Europa la situación no era mejor. Aunque en Alemania tomó el poder, el antisemitismo campaba a sus anchas en muchos puntos de Occidente. Schneidermann habla, por ejemplo, del caso de los hermanos Jean y Jérôme Tharaud. Se trata de reporteros "de deontología elástica" -según Schneidermann- al servicio del gran diario francés Paris-Soir, publicación de corta vida (1923-1944) aunque influyente en su día.

Un Hitler íntimo

Los Tharaud propagaban en sus artículos ideas estereotipadas y en modo alguno positivas sobre los judíos de Europa. "¿Europeos? En realidad no", escribían los Tharaud sobre los judíos del gueto de Varsovia, allá por 1932, recoge Schneidermann. Paradójico resulta que aquellos textos fueran publicados en un diario que tuviera como director de redacción a Pierre Lazareff, una conocida figura del periodismo francés de familia judía.

En Paris-Soir, el propio Hitler sería protagonista en una serie de reportajes "los grandes del mundo en la intimidad". En él se ve a un Hitler fotografiado en pose de Führer distendido, frente a un pastor alemán. Es 1937 y "para distraerse de las preocupaciones políticas", Paris-Soir informaba de que Hitler "diseña ciudades, ve películas, escucha a Wagner y lee novelas policiacas". "Sobrio y austero Adolf Hitler vive soltero", lucía el titular de la información, reproducida también en el libro de Schneidermann.

Por aquel entonces, Hitler ya había perfeccionado la imagen de "hombre amable, modesto, generoso, refinado y bueno con los animales" con la que logró ganarse no pocas simpatías fuera de Alemania, según los términos de la historiadora Despina Stratigakos. Ella es la autora del libro sobre cómo se presentaba Hitler en la intimidad Hitler at Home (Ed. Yale University Press, 2015), o "Hitler en casa". No pocos cayeron bajo el trabajado atractivo -incluidos corresponsables extranjeros en Berlín-de aquel peligroso tirano.

Pero la seducción no tendería efectos ilimitados. "Con el Anschluss, la actitud de la prensa internacional cambiaría", dice Schneidermann, aludiendo a las consecuencias internacionales de la anexión de Austria llevada a cabo por la Alemania de Hitler. "Entonces Hitler se convierte en un adversario para la prensa, pero ya era muy tarde", abunda. Año y medio después de la anexión de Austria, Hitler invadiría Polonia por sorpresa.