Alberto D. Prieto Agencias

Rumanía toma el testigo en la Presidencia de la Unión Europea el 1 de enero. Recoge el cargo de Austria y lo hace en el año en el que las elecciones del próximo mes de mayo amenazan con llenar el Parlamento Europeo de populistas de todo pelaje, a la izquierda y a la derecha del arco ideológico, que presentan mensajes desde el euroescepticismo hasta la mismísima eurofobia. Tras el brexit, que supondrá un desgarro para la Unión a partir del mes de marzo, pero que ha demostrado cómo las instituciones europeas y los Estados miembros saben trabajar unidos por un objetivo común, todo el ecosistema puede cambiar.

Cada vez son más los países miembros del club que presentan jefes de Estado o de Gobierno o con socios en su gabinete de corte radical: Italia, Holanda, Hungría, Polonia... y las propias Austria y Rumanía.

Así, el presidente de turno deja de ser el jovencísimo Sebastian Kurz (Viena, 1986), líder del conservador Partido Popular Austriaco que comparte Ejecutivo con el nacionalista Partido de la Libertad, que tornó en radical populista bajo la égida del ahora fallecido Jörg Haider.

Sebastian Kurz, canciller austriaco, junto a Donald Tusk, presidente del Consejo, y Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. Reuters

Ahora se define como euroescéptico, nacionalista austriaco y conservador. De hecho, en el Parlamento Europeo, sus eurodiputados forman parte del grupo de extrema derecha Identidad, Tradición y Soberanía.

La eurodipuatada liberal Beatriz Becerra, vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos de la Eurocámara, señala que "la presidencia austríaca de la UE en este segundo trimestre de 2018 no ha sido especialmente fructífera, porque no hemos conseguido sacar adelante reformas importantes". En su opinión, el "gran asunto pendiente", el de acordar una política migratoria común, ha quedado "vergonzosamente estancado".

Así, para Becerra, "Austria no parece que haya puesto mucho de su parte, más bien al contrario". Y acusa a Kurz de haber tenido una actitud "hipócrita". Pues antes pedía una política fronteriza común y ahora no ha querido comprometerse: "prefiere dejar el problema en los países mediterráneos como España o Italia". Y es más, "se ha alineado con Polonia, Hungría, Bulgaria, la República Checa o Eslovaquia rechazando firmar el Pacto Mundial sobre Migración de Naciones Unidas".

Populismo socialdemócrata en Rumanía

Ahora, quien toma el mando en Europa es el gobierno populista rumano liderado por la primera ministra, Viorica Dancila, que trata de imponer reformas, según los críticos para socavar la independencia judicial con la excusa de la lucha contra la corrupción.

Uno de los mayores problemas del país -miembro de la UE desde 2007 y de la OTAN desde 2004- es la rampante corrupción, sobre todo en la política. Estos planes, impulsados por el "hombre fuerte" del PSD, Liviu Dragnea, que no puede asumir ningún cargo en el Gobierno precisamente por haber sido condenado por corrupción, han causado un enfrentamiento entre Bucarest y la Comisión Europea.

La eurodiputada independiente de ALDE Beatriz Becerra, en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo. E.E.

Beatriz Becerra teme que el brexit esté "absorbiendo todas las energías de la UE". Y augura que la nueva presidencia de turno tampoco permite prever un cambio de rumbo. "En Rumanía hay un gobierno en teoría socialdemócrata, pero con tendencias autoritarias e iliberales", afirma la europarlamentaria de ALDE, "y una fijación excesiva en la integración de Serbia como parte de su agenda propia".

Becerra opina que "esto no va a facilitar las reformas europeístas en un semestre clave". Un semestre que incluye la conclusión en un sentido u otro del brexit, y las elecciones al Parlamento Europeo "más importantes y decisivas de nuestra historia", con la renovación completa de las instituciones europeas, en un momento "de máxima agitación e inestabilidad interna" en muchos de sus Estados miembros.

Pero añade: "En cualquier caso, para mí lo más relevante sería que hubiera un liderazgo decidido por parte de todos los europeístas que creemos en la democracia liberal". Según la europarlamentaria española, "si esto fuera así, las presidencias de turno no tendrían capacidad para frenar las reformas".

Un euroescepticismo rampante

En medio de estas tensiones el euroescepticismo va en aumento en Rumanía, según el último barómetro publicado por el Parlamento Europeo en septiembre pasado. Rumanía registró la mayor caída del nivel de confianza hacia las instituciones comunitarias, un 49%, lo que significa 10 puntos porcentuales menos que en marzo.

En cambio, un 64% de los ciudadanos cree que el país balcánico se ha beneficiado como Estado miembro al apreciar mayores oportunidades de trabajo, crecimiento económico y la mejora de la calidad de vida.

Aunque el mismo porcentaje, un 64%, se muestra insatisfecho sobre cómo funciona la democracia del país, donde un 75% de la población dice no confiar en los partidos políticos.

Mientras, el pasado comunista del país sigue ocupando a la Justicia rumana, que acaba de acusar al expresidente Ion Iliescu de crímenes contra la humanidad por la muerte de casi 900 personas durante la sangrienta revuelta que derrocó el régimen autoritario del dictador Nicolae Ceausescu en diciembre de 1989.

Ion Iliescu, expresidente de Rumanía. E.E.

Hasta el momento, apenas una treintena de personas -ninguna de máxima responsabilidad- han sido condenadas por la violencia ejercida entonces contra civiles, mientras que las víctimas se quejan del abandono por parte del Estado.

Rumanía es el tercer país con la renta más baja del club comunitario y el único del Este de Europa que vivió hace tres décadas una violenta revolución que puso fin a cuatro décadas de comunismo.

Un país pobre y con problemas demográficos

Con casi 20 millones de habitantes, es el país más grande de los Balcanes Occidentales y una vez superada la crisis financiera de 2008, para lo que necesitó ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI), ahora es uno de los países con mayor crecimiento en Europa.

El año pasado, el crecimiento económico de Rumanía fue del 7%, con una tasa de desempleo del 4%, lo que ha causado en ciertas regiones del país una notable escasez de mano de obra, acompañado por fuertes subidas salariales.

Pese a estos buenos datos macroeconómicos, Rumanía sigue siendo un país pobre, con una renta per cápita de unos 10.000 euros en 2017, un 40 % inferior a la media comunitaria, solo por delante de Croacia y Bulgaria.

La digitalización de la economía rumana vivió un fuerte impulso en los últimos años, incluyendo un importante sector informático, que ha sido el principal motor económico del país.

El país, que comparte fronteras con Ucrania y Moldavia al norte y este, con Hungría y Serbia al oeste, con Bulgaria al sur y que limita con el Mar Negro en el sureste, apenas se ha visto afectado por la ola migratoria desde los años 2015/16.

Mientras, la salida masiva de rumanos a Europa occidental, sobre todo a Italia, España, Alemania, Austria y el Reino Unido, continúa preocupando a las autoridades. Para hacer frente a la falta de mano obra, el gobierno de centro izquierda, liderado por el populista partido socialdemócrata PSD, aprobó recientemente una subida del salario mínimo y las pensiones.

Además, se decidió bajar algunos impuestos al tiempo de imponer nuevas tasas a la banca y a las empresas energéticas, lo que provocó una caída de la bolsa en Bucarest superior al 10% antes de Navidad.