Están todos detenidos, a disposición de la Fiscalía de Riad. Según fuentes saudíes consultadas por EL ESPAÑOL, los 18 arrestados por su relación con la desaparición y muerte del periodista Jamal Khashoggi serán juzgados según sus leyes en el país árabe, cuando acabe una investigación "muy compleja". Se enfrentarán a la pena de muerte, que es el castigo que prevén las leyes del país árabe para cualquier asesinato. Tanto más en uno como éste, que ha puesto en jaque al equipo diplomático, al servicio secreto, a la misma corte real. Y tanto más agravadas después de tratar de engañar a las autoridades.

Cuando el pasado 2 de octubre Khashoggi entraba en el consulado de su país en Estambul (Turquía) lo hacía feliz y por su propio pie. Afuera le esperaba su novia y él acudía a la cita el día y la hora señaladas para tramitar el papeleo de su divorcio. Quería volver a casarse. Nada le hacía presagiar que nunca más saldría vivo de las dependencias consulares. Y es que el columnista del Washington Post podía estar tranquilo: por muy crítico que fuera con el régimen la política de la monarquía Saud no es acabar con sus enemigos, o eso dicen las citadas fuentes.

El pasado domingo, el ministro saudí de Asuntos Exteriores, Adel al Jubeir, concedió una entrevista a la cadena estadounidense Fox News. En ella explicó los detalles que el equipo saudí había recabado de la investigación conjunta con sus "colegas turcos". Entonces, Riad ya reconocía el "asesinato dentro del consulado" y deslizaba que habían sido engañados "por los responsables del crimen". Al Jubeir insistía en que la información inicial de que Khashoggi había salido del edificio por su propio pie provenía de los propios responsables de la legación diplomática, y que el rey Salman había tomado "las riendas de la investigación instando a la Fiscalía a que se esclareciera todo el caso y se llevara a los responsables a juicio".

Los altos funcionarios del país petrolero son conocedores de que la imagen de Arabia Saudí no es buena en el mundo occidental. En sus palabras, está "distorsionada", más ahora que el príncipe heredero, Mohamed bin Salman (MBS), pilota un ambiciosísimo programa de reformas financieras, sociales y políticas que pretende "actualizar el país" y hacerlo partícipe de la economía global "en el lugar que le corresponde". Y éste es muy arriba, el de una potencia en potencia: con enormes reservas de crudo para financiar y todo por hacer en el desarrollo de su industria, sus puertos, sus comunicaciones, su tecnología... y su demografía, su pueblo.

La noticia de que Khashoggi había sido asesinado y descuartizado en el consulado de Estambul fue desmentida de inicio por las autoridades de Riad. Y se siguió negando la posibilidad de que hubiese ocurrido algo así, incluso desafiando a Recep Tayyip Erdogan, presidente turco, a que demostrara sus acusaciones. Fuentes consultadas por este periódico insistían: "Quizá deberíamos nosotros exigir explicaciones por que un ciudadano saudí haya desaparecido en Turquía; si nos acusan, nos asiste la presunción de inocencia, que lo demuestren".

Y así fue. O al menos, así lo reconoce ahora el régimen, aunque "a pesar de las discrepancias con Turquía en las conclusiones de la investigación". Este mismo lunes el rey Salman y su hijo, el príncipe heredero, recibieron al hijo del columnista asesinado, Salah Khashoggi. Ya se admitía el crimen, ya se reconocía el "enorme error" cometido por quienes lo habían matado. MBS lo calificaba de "crimen odioso".

Es más, quien informa a EL ESPAÑOL insiste en que los 18 acusados no sólo han hecho un enorme mal a su país por el delito cometido, sino que además han mentido reiteradamente: una delegación viajó a Estambul sin permiso del servicio secreto, alguien asesinó a Khashoggi y todos los implicados engañaron a los superiores que pedían explicaciones.

Al Jubeir, ministro de Exteriores, reconocía en la entrevista a la Fox que las casi dos semanas de negativas iniciales y silencio oficial después se debían a que "en un caso así", con implicaciones serias en las relaciones internacionales, "primero es necesario tener toda la información, y lo más fiel posible, para evitar dar pábulo a rumores o especulaciones".

El daño es infinito, cuando MBS se empeña en darle la vuelta a la imagen de su país, cuando se acercaba el foro económico de Riad conocido como "el Davos del desierto". El meeting iba a reunir políticos, financieros, grandes empresas y patrocinadores del mundo entero para dar el pistoletazo de salida a las inversiones de cientos de miles de millones de dólares que se esperan en la próxima década para que sea una realidad la llamada Visión 2030, el plan maestro del príncipe.

Ahora, según las fuentes consultadas, "el shock es enorme", todo el trabajo avanzado con los socios estratégicos, políticos y económicos de la red tejida por las dotes diplomáticas de MBS se puede haber caído. El ministro Al Jubeir insistía el domingo en llamar "terrible error" a lo ocurrido, si bien añadía que su país tiene "un sistema de Justicia y de derechos que garantizará un juicio justo a los responsables de haber cometido este error y haberlo querido ocultar". Es decir, engañar al príncipe heredero, de cuyo séquito podría ser al menos uno de los responsables del asesinato.

El régimen de Arabia Saudí tratará de defenderse ante el mundo y ante su propia sociedad que atisbaba la apertura con emoción: turismo, cine, mayores libertades para las mujeres, ocio, iniciativa empresarial privada... Aunque admiten las fuentes que la pena que enfrentan los detenidos, la muerte -presumiblemente por decapitación, el método más empleado en el país árabe, que es el tercero con más ejecuciones judiciales en el mundo- se vuelva también en su contra.