Encuentro con Roberto Saviano, por una iniciativa de La Règle du jeu, en un apartamento en París.

Llegó, como siempre, y como en nuestra última reunión en Milán el año pasado: rodeado de escoltas que lo protegen desde la publicación de Gomorra hace once años.

Y, por fuerza, la conversación comenzó por ahí: por el coraje que hace falta para vivir, veinticuatro de las veinticuatro horas del día, en alerta porque la muerte lo persigue; como en otros momentos le tocó a Salman Rushdie, Fernando Savater o Ayaan Hirsi Ali.

Pero, la “variante” coyuntural que le parece estar reservada hace que, de todos los escritores condenados, ya sea por los islamistas o por los terroristas vascos, él, sentenciado por la Mafia, sea el único al que el ministro del Interior de su propio país le amenace con quitarle su protección- hasta el punto de entregarlo a los asesinos.

Sugerimos, entonces.

Si esto de verdad pasara, si la hidra populista de dos cabezas que gobierna hoy Italia tomara esa decisión loca y literalmente criminal, ¿no le tocaría a Europa sustituirla?

Esta es la famosa “subsidiariedad” que nos resuena en las orejas y que está destinada a ser uno de los pilares del funcionamiento de la Unión Europea.

Eso que pasa cuando un Estado miembro deja deteriorar las cuentas de sus bancos o de su Tesoro Público, y el Banco Central Europeo, con Mario Draghi, toma el relevo.

Y bien, un escritor es más valioso que el balance de una empresa o el precio de una moneda.

Y, a la salvaguarda de este tesoro, no solo nacional, sino europeo que es Roberto Saviano, a la defensa de la Europa de corazón, de convicción y de hecho en que se ha convertido a través de sus libros, a la protección de este hombre que ha hecho tanto como los servicios secretos de todo el continente reunidos para protegernos de las mafias; yo propongo que designemos a algunos policías como Mario Draghi.

Un escritor es más valioso que el balance de una empresa o el precio de una moneda

Hablamos de Italia en general.

El cataclismo que amenaza Europa, es, cuando escuchamos a Saviano, no tanto el brexit inglés, sino esta secesión que no dice su nombre y que, impulsada por la alianza inédita entre La Liga y el movimiento Cinco Estrellas, afecta, más allá de la economía, las finanzas y otros diferenciales de tanto interés para Roma y Fráncfort, al corazón latente de los valores y el alma europea.

Berlusconi, por supuesto, lo había señalado.

¿Pero no había algo en él que quedaba vinculado de manera oscura a la idea de una república italiana y europea? Allí la ruptura es franca: la entrada de las mafias, aun cuando se pretende combatirla, en el corazón del aparato estatal.

El odio, de la extrema derecha y de la extrema izquierda de la coalición de todo lo que, desde Giotto y Dante a Pasolini ha hecho de Italia la verdadera patria de pensadores y de poetas de la belleza.

Y pues la fuerza de contagio, corrupción y viralización que pudiera tener ese nuevo modelo de gobernabilidad en los países vecinos y socios.

Pero Saviano nos dice, esta noche, dos cosas.

Que, en esta extraña pareja donde hemos querido ver primero la alianza de la carpa y el conejo, es el elemento derecho el que está dominando, dando lecciones y devorando al elemento izquierdo.

Y que ahí hay no una aberración, sino un paradigma prometido a un futuro: ¿Le Pen y Mélenchon? La tendencia que tiene el último, en relación a la política migratoria, por ejemplo, ¿se alinean con la posición del primero?, y ¿qué pasará si mañana fuera la moderna Marion Marechal quien se enfrentará a otro moderno del tipo de Francois Ruffin, un diputado, del que no podemos olvidar sus turbias indulgencias en el tiempo en el que dirigía el periódico Fakir, y los cara a cara con personalidades radicalmente infrecuentables?

El cataclismo que amenaza Europa es la secesión impulsada por la alianza inédita entre La Liga y el movimiento Cinco Estrellas que afecta al corazón latente de los valores y el alma europea.

Y entonces, por supuesto, hablamos de literatura.

Porque es otro mal de estos tiempos y de este estado de urgencia donde nos sumergen, a toda Europa, los populistas: tenemos tendencia a olvidar que el autor de Bacio Feroce y hoy de Piranhas (Gallimard), su primera novela, es, antes que nada, un escritor como Savater y Rushdie

Su admiración por Malaparte y La piel, su gran historia sobre la posguerra en Nápoles.

Su pasión rabiosa por las cosas y, como decía Francis Ponge, de su "arbusto tipográfico".

Que la diferencia no es muy grande en su caso, entre ficción y realidad, investigación y novela, y la herencia de Kapuscinski y la de Norman Mailer.

Y pues estas bandas de niños matones que son los héroes del nuevo libro y que me recuerdan a los niños soldados en Angola, pero también en Sri Lanka, del tiempo de mi investigación sobre las guerras olvidadas.

Su crueldad sin frenos ni límites.

Su humanidad prototípica y, al mismo tiempo, vuelta loca en la que Michael Foucault observa que necesitan de los biopoderes contemporáneos para poder funcionar.

La forma que tienen los jefes de las mafias, a sabiendas de que sus pequeños hombres pueden ser adiestrados como bestias, de ponerlos en la primera línea de fuego hasta el momento en que, ebrios de sangre, poseídos y desposeídos, muertos vivientes, amenacen con ir en contra de sus maestros y deban exterminarlos.

Y pues esta extraña fascinación por el islam y Daesh hace que esos niños deshumanizados, reducidos al estado de máquinas, ausentes de ellos mismos, pero que han hecho la comunión católica, vayan al combate gritando: "¡Allahou Akbar!".

Lean Pirañas, es una obra maestra.