El magnate argelino Rachid Nekkaz creó en 2010 un fondo dotado de un millón de euros para el pago de multas tras la prohibición en su país de nacimiento (Francia) del velo integral, y ha impulsado medidas similares en Austria, Suiza y Bélgica. Por su cruzada contra estas restricciones algunos diarios internacionales lo llaman el “zorro del nicab”.

Un millonario argelino protesta en Viena contra la ley anti burka

El pasado miércoles Dinamarca se unió a estos países tras prohibir el uso de estas prendas en el espacio público; y en esta ocasión el empresario también manifestó su disposición a apoyar a las mujeres musulmanas que desafíen estas leyes a través de su fundación ‘Touche pas á ma constitution (‘No toques mi constitución’). En marzo de este año Nekkaz ya había pagado 1.538 multas y el pasado miércoles aseguró que “estaré en Copenhague el 11 de septiembre para pagar todas las multas y luego lo haré cada mes”. 

El empresario dijo al diario francés Le Point que el objetivo de su fondo es "neutralizar" los efectos de las prohibiciones del burka y que al hacerlo está dando a las autoridades europeas una "lección de democracia" porque “aunque estoy en contra de esas prendas siempre defenderé el derecho a la libertad en todo el mundo a llevar un nicab y a no llevar un hiyab". Para el argelino la libertad no tiene límites por lo que no le ha puesto tope a su aportación a la causa. 

Rachid Nekkaz, el "zorro" del nicab Reuters

Su labor de activista comenzó en París, donde estudió historia y filosofía en la Univerisdad de la Sorbona y fundó una serie de asociaciones para promover el voto electrónico y la educación. Además es un gran inversor y una figura importante del negocio de bienes y raíces en Europa.

Primero llamó la atención como candidato a las elecciones francesas del 2007. Sin embargo, no pudo asegurar los 500 endosos necesarios para la alcaldía porque según él un grupo de delincuentes entraron a su oficina de campaña y se llevaron el ordenador que tenía la base de datos de sus adeptos. En 2013, Nekkaz renunció a su ciudadanía francesa para presentarse a las elecciones presidenciales de Argelia en el 2014, pero tampoco logró presentar todas las firmas. Esta vez porque el autobús que llevaba las firmas, conducido por su hermano, desapareció misteriosamente justo antes de la fecha límite y, aunque el consejo electoral extendió el periodo de inscripción, no pudo recuperar las firmas.

Actualmente es uno de los pocos líderes de oposición que disfruta de popularidad entre los votantes jóvenes. En un país donde la mayoría de los gobernantes tienen más de 60 años, Nekkaz, de 46, ha podido conectarse con gente joven, al interactuar  con ellos a través de las redes sociales, iniciativas innovadoras y mensajes consistentes. Sin embargo, muchos dudan de su potencial político por su falta de éxito en los comicios franceses, y lo acusaron de estar fuera de contacto con las realidades de los argelinos de calle. Incluso fue ridiculizado en la televisión nacional por su bajo nivel de árabe, que dejó al descubierto en una entrevista cuando le pidieron que cantara el himno nacional y no pudo.

Después de construir una reputación como activista de derechos humanos en Europa lanzó la iniciativa: caminata para el cambio pacífico en la que viajó a pie por todo Argelia con un grupo de seguidores. Pararon en aldeas remotas en las que durmieron y comieron en las casas de los locales. Nekkaz caminó 1.300 km hasta Ain Saleh, en el extremo sur del país, donde pudo unirse a una protesta contra el fracking. Y más tarde caminó otros 700 km al este del país, según el diario Fanack.

Después de sus fracasos en la política, el argelino y su esposa han centrado su atención en las prohibiciones hacia los velos porque considera que este tipo de decisiones que no respetan las libertades fundamentales creará nuevos clientes para el Estado Islámico”. En una entrevista al Washington Post dijo que "la intolerancia hacia los musulmanes es comparable a la que había hacia los protestantes de 1763", y que él "debo anunciar lamentablemente que hoy no hay Voltaires".

Algunas organizaciones internacionales también han rechazado estas normativas. El director de Amnistía Internacional para Europa dijo en un comunicado que "todas las mujeres deberían poder vestirse como quieran y usar ropa que exprese su identidad o creencias". Y que así como a las mujeres no se les debe obligar a usar algún tipo de atuendo, no se debería castigar a las que eligen usarlo. Algunos países europeos, como España, Finlandia, Portugal y Grecia todavía no han establecido límites legales al uso público de artículos religiosos hasta ahora.