Shirin Ebadi (Hamadan, 1947) no conjuga el verbo temer. En 1975, esta jurista iraní se convirtió en la primera mujer en ejercer como juez en su país. Una pionera en un mundo de hombres hasta que la llegada de la Revolución Islámica en 1979 lo truncó todo: “La creencia era que el islam prohíbe a las mujeres impartir Justicia, otras compañeras y yo fuimos defenestradas y me convirtieron en una auxiliar del tribunal que una vez presidí”, recuerda.

Desde entonces, ha enfocado toda su carrera profesional a defender los derechos humanos y denunciar las injusticias del Gobierno iraní. Como abogada, ha defendido a los presos políticos y se ha ocupado de casos controvertidos como la defensa de las familias de los escritores e intelectuales asesinados por el régimen de los ayatolás. Su firme compromiso por luchar en lo que cree le valió en 2003 el Premio Nobel de la Paz, un galardón en reconocimiento a su “defensa de la democracia con especial interés en los derechos de las mujeres y los menores”.

Ebadi -exiliada en Londres desde 2008 tras ser objeto de una campaña de amenazas y acoso por parte del Gobierno iraní- está estos días de visita en España para recibir el ‘Premio extraordinario a toda una vida’, un galardón que forma parte de la cuarta edición de los Premios Optimistas Comprometidos, una iniciativa de la revista Anoche tuve un sueño.

La primera mujer musulmana en ganar un Nobel de la Paz conversa con EL ESPAÑOL sobre activismo social, la necesidad de un estado secular para lograr un cambio en el rumbo político en Irán y la situación de incertidumbre que traerá la más que probable ruptura del pacto nuclear por parte de Donald Trump.



Lleva más de 10 años fuera de su país por decir lo que piensa y luchar por lo que cree. ¿Ha valido la pena? ¿Volvería a hacer lo mismo?

Claro que vale la pena y volvería a repetir cada instante. Cada cosa en la vida tiene su precio. La democracia y la libertad también tienen un precio que hay que pagar. Si un pueblo no está dispuesto a pagar este precio nunca alcanzará la libertad.

Su compromiso con la libertad le ha costado amenazas y una persecución por parte del Gobierno iraní ¿Cuándo y cómo decidió que la mejor opción para usted era el exilio?

En las elecciones presidenciales de junio de 2009 (en la reelección de Ahmadineyad), la gente salió a la calle para protestar por el resultado y esto se convirtió en una excusa para que el Gobierno iraní llevará a cabo un golpe de Estado: cerraron todas las sociedades civiles, muchas personas fueron asesinadas en las calles.

También atacaron mi despacho y cerraron mis ONGs, muchos de mis compañeros fueron detenidos y algunos de ellos siguen en la cárcel a día de hoy. Yo me libré porque estaba dando una conferencia en Mallorca, al no estar en Teherán arrestaron a mi marido y a mi hermana. Para callarme, el Gobierno me confiscó todas las propiedades, incluso la casa de mi padre. Me amenazaban constantemente para que no continuará hablando contra ellos, pero nunca me van a callar.

¿Qué tendría que pasar en Irán para que usted pueda volver a su país?

En cuanto me sea posible volver a Irán para trabajar como abogada y activista de los derechos humanos lo haré.

Pero usted sigue de cerca lo que pasa en su país ¿Es posible una primavera o un movimiento social que fuerce un cambio político?

La situación en Irán es pésima. Cada día la gente sale a la calle para protestar y el valor de la moneda sigue en caída libre. Yo hice un llamamiento a que se celebre un referéndum y podamos tener unas elecciones libres que permitan que los representantes de la sociedad civil puedan redactar una nueva constitución para Irán. Hay que devolver el poder al pueblo.

Shirin Ebadi David Lenormand

Cada vez que alguien protesta en mi país, asustan a la gente. “Irán se puede convertir en una segunda Siria”, les dicen. El mensaje que quieren transmitir es que todo el mundo se quede en casa, que no protesten porque hay riesgo de que se desate un conflicto, un enfrentamiento y acabemos como en Siria. Pero yo respondo al Gobierno: nosotros podemos ser un país como Sudáfrica en su lucha contra el apartheid. La resistencia de las protestas de los ciudadanos de color hizo que el Gobierno de aquella época cediera y se diera cuenta de que era necesario un cambio en la Constitución.

Irán está al borde del caos absoluto. Con un movimiento social de gente sensata, el poder puede llegar a manos del pueblo.

¿Será posible sin violencia?

Claro que sí. Hay ejemplos de otros países que lo han logrado sin violencia. El Gobierno iraní sí que es violento. Y tozudo. En realidad, son ellos los que pretenden convertir a Irán en una Siria. Hay opciones para lograr un cambio sin necesidad de que se derrame sangre.

Imagine que se celebran elecciones libres y se produce ese cambio político por el que usted aboga en Irán. Si acabara teniendo algún tipo de responsabilidad política en esa situación. ¿Cuál sería su primera decisión?

Nunca tendré una posición política en Irán. Nunca ha entrado ni entrará en mis planes. Creo que lo más importante aquí es cambiar la Constitución de Irán: el Gobierno debe ser secular, completamente democrático y seguir todos los principios de derechos humanos.

Como mujer musulmana, cuál es su opinión sobre la obligación de llevar velo en algunos países y el debate sobre su prohibición en otros países de Occidente.

Las dos posturas están mal. No hay que obligar a las mujeres a nada y menos desde el Gobierno.

¿Es el islam una religión complicada de compatibilizar con la democracia?

En ciertos países se antepone la religión a la democracia. En Irán, la base del Gobierno es el islam. Pero cada sociedad es diferente y no se pueden hacer generalizaciones.



Usted recibió el premio Nobel de la Paz en 2003, para la próxima edición un grupo de congresistas republicanos ha propuesto oficialmente a Donald Trump para este mismo premio por su gestión de la “paz a través de la fuerza” entre las dos Coreas. ¿Ve factible su candidatura, tiene méritos suficientes?

Afortunadamente, no soy miembro del comité Nobel. Realmente, si quieren darle un premio Nobel, como mínimo deberían esperar a que acabe su mandato y no precipitarse para tener un poco de perspectiva sobre su gestión.



Ha dicho que teme que una intervención extranjera en Irán consiga que los iraníes olviden las críticas hacia el régimen y se unan en torno a Rohani. ¿Le viene bien al presidente iraní una figura beligerante como la de Trump? ¿Cómo valora la previsible ruptura del pacto nuclear?

Si finalmente se cancela el pacto nuclear, la situación económica en Irán será mucho peor. La ruptura del pacto nuclear con Irán va a afectar de forma negativa a todo el país. No hay nada positivo, no traerá nada bueno.

Trump ha promovido un veto migratorio, quiere deportar a jóvenes inmigrantes de EEUU y está construyendo un muro en la frontera con México. ¿Es un presidente racista?

No estoy nada a favor de las políticas del presidente Trump. En especial rechazo su empeño en el veto migratorio a siete países. Pero no se olvide de una cosa: según la ley que fue aprobada bajo el mandato del presidente Obama, se reconocieron a estos siete países como una amenaza para Estados Unidos. La idea inicial era poner condiciones más estrictas a las personas de esas zonas que quisieran un visado pero Trump llegó y lo ha llevado al extremo.

¿Cree que es suficiente que se posponga un año la entrega del Nobel de Literatura para restaurar la reputación de la academia sueca tras el escándalo de abusos sexuales?

Creo que está muy bien esa decisión.

¿Qué papel debería jugar el feminismo en el cambio político de los países con déficit democráticos?

Es súper importante. Las mujeres tienen que jugar un papel esencial. En Irán, desde la revolución islámica las mujeres siempre hemos estado en la primera fila de las protestas contra el Gobierno y del feminismo. Se cargaron todos los derechos y las conquistas de las mujeres aprobando muchas leyes discriminatorias. Yo aquella revolución de 1979 la llamó la revolución de los hombres contra las mujeres. Es hora de que esto cambie.