Primero: multiplicar por seis los ingresos no derivados del petróleo pasando de 43.500 millones de dólares a 267.000 millones. Segundo: aumentar las exportaciones no petroleras del 16% al 50% de su PIB. Tercero: poner a la venta el 5% de Aramco, la petrolera nacional saudí valorada en más de 2 billones de dólares. Cuarto: creación de una Green Card para mejorar el clima de inversión e impulsar un turismo acorde a los valores y creencias de la nación. Quinto: aumentar el número de peregrinos hasta los 80 millones en 2030 a través de la construcción de nuevos aeropuertos de Yeda y Taif y el desarrollo de infraestructuras en torno a La Meca. Sexto: aumentar la participación de las mujeres en el mercado laboral hasta un 30%. Y séptimo: fortalecer la lucha contra la corrupción.

Los siete puntos anteriores forman parte del programa Vision 2030, ideado, creado e implementado por Mohammad bin Salman para reconvertir, diversificar y modernizar la economía de Arabia Saudí en los próximos años. Un proyecto que ya ha visto la puesta en marcha de medidas sociales, como el reciente permiso concedido a las mujeres para conducir, y que en las últimas horas ha mostrado su línea más dura, la que hace referencia al séptimo punto y ha puesto entre rejas a otros 11 príncipes, cuatro ministros y un largo etcétera de funcionaros reforzando su posición de mano derecha del rey y, ahora más que nunca, sucesor real.

Hijo del rey Salman, este príncipe saudí de 32 años no siempre fue el primero en la línea de sucesión al trono. De hecho, Bin Salman es el heredero al trono saudí sólo desde junio de 2017, cuando su padre decidió retirarle tal honor a su sobrino Muhammad bin Nayef y dárselo a su propio hijo. Una muestra más de la guerra de facciones dentro de la enorme familia real saudí que ha alcanzado su cénit este fin de semana con la operación desarrollada por el comité anticorrupción que dirige el mismo Bin Salman.

Entre los detenidos se encuentran el jefe de la Guardia Nacional, Muteb Bin Abdulá, hijo del difunto rey Abdulá bin Abdulaziz, y el último de los descendientes de dicho monarca que ocupaba un alto cargo en el Gobierno, o el director del imperio televisivo saudí MBC, Al Walid al Ibrahim, al que pertenece el canal Al Arabiya. Asimismo, la lista de detenidos incluye al príncipe Turki bin Abdalá, exalcalde de Riad e hijo del rey Abdalá; a Adel bin Mohamed, ministro de Economía y antiguo alcalde de Yeda; o al emir Fahd bin Abdalá bin Mohamed, exministro de Defensa.

El detenido que, sin embargo, está dominando las informaciones es Al Walid bin Talal, considerado el hombre más rico del país. Miembro de la casa real y nieto del rey Abdulaziz al Saud, fundador del país, este príncipe es especialmente conocido por sus inversiones al frente del fondo Kingdom Holding Company (KHC) y por sus extravagancias de multimillonario. A través del KHC, Al Walid controla una cartera de inversiones en empresas tecnológicas como Apple y Twitter, en la que desembolsó 300 millones de dólares en 2011, según datos del fondo saudí. Entre otros muchos negocios, también posee activos en el banco Citigroup, firmas de comunicación como News Corporation, 21st Century Fox y Time Warner y cadenas de hoteles de lujo como Four Seasons, Fairmount, Mövenpick y Swissotel, además del hotel Plaza de Nueva York, entre otros.

Con la argumentación de una investigación en torno a varios casos de corrupción que se han reabierto en el reino saudí -desde el caso de las inundaciones de Yeda en 2009 a un brote de coronavirus que causó la muerte de más de 500 personas entre 2012 y 2015-, todos ellos serían víctimas de la mayor purga en la península arábiga en los últimos tiempos, víctimas, en realidad, del ascenso de Bin Salman.

Mano derecha del rey

Siempre de la mano de su padre desde que este ocupase el cargo de gobernador de la provincia de Riad, ya en 2009 ocupó diferentes cargos de responsabilidad, aunque el verdadero salto se produjo en 2011, cuando tras la muerte del entonces príncipe heredero Sultan bin Abdulaziz Al Saud, el ahora rey Salman, se convirtió en viceprimer ministro y ministro de defensa. Entonces su padre le convirtió en asesor personal y de ahí hasta hoy, donde ahora ocupa los cargos de Príncipe Heredero, Primer Viceprimer Ministro y el ministro de defensa -el más joven del mundo de hecho-. Además, Bin Salman también es presidente del Consejo de Asuntos Económicos y de Desarrollo de Arabia Saudí.

La concentración del poder en su persona socavó desde el primer momento la posición de Bin Nayef, príncipe heredero en aquellos momentos y cuya posición perdió por real decreto en junio de 2017. Sin embargo, ya antes de eso, cuando Bin Salman anunció como ministro de defensa la formación de una alianza de países islámicos para luchar contra el terrorismo y comenzó una campaña militar en Yemen para desalojar a los rebeldes hutíes, la falta de funciones de Bin Nayef y de su poderoso ministerio del interior, las posiciones habían quedado definidas.

Se desconoce la relación personal entre ambos príncipes, primos entre ellos, aunque la carrera y la pelea por la sucesión es una realidad, igual que las estrategias de ambos. Si bien Bin Nayef ha optado por mantenerse en un segundo plano a pesar de su visita a Nueva York para dirigirse a la Asamblea General de Naciones Unidas hace apenas un mes, Bin Salman ha optado por la visibilidad recorriendo capitales del resto del mundo, en continua comunicación con periodistas extranjeros o dejándose fotografiar con Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, para presentarse a sí mismo ante el mundo como el rostro de la nueva Arabia Saudí.