Antonio Pampliega (Madrid,1982) siempre quiso ser periodista. No ha pisado muchas redacciones pero reconoce que "no sabría hacer otra cosa". Esa cosa no es otra que contar las noticias desde donde ocurren, en la primera línea de Irak, Libia o Siria. El país desde donde contó por 35 euros la pieza (fotos incluidas) el drama diario de una guerra que ha acabado con la vida de más de 300.000 personas y casi termina con la suya. 

Un año después de recuperar la libertad tras 299 días secuestrado por el Frente al Nusra, una facción de Al Qaeda en Siria, publica En la oscuridad (Ediciones Península), un diario escrito en cautividad y cuyos manuscritos tuvo que esconder y memorizar para evitar que sus captores destruyeran su memoria. Pampliega, que fue secuestrado junto a sus compañeros José Manuel López y Ángel Sastre, cuenta ahora por primera vez cómo intentó quitarse la vida y cómo pidió a sus captores que acabaran con él sin saber que semanas después se produciría su liberación.

“Uno de mis objetivos cuando empecé a escribir este diario era que mi hermana pequeña, Alejandra, tuviera un testimonio de lo que me pasó, entonces no sabía si lo llegaría a leer. Ahora no quiero que lea el libro todavía”, asegura Pampliega en una entrevista con EL ESPAÑOL. Este reportero, que nunca escuchó los consejos de su padre -"no tienes un trabajo, tienes el hobby más caro del mundo"- quiere ahora recuperar también el control de su verdad: “Mi secuestro lo tenía que contar yo”.

Pregunta -¿Después de todo, merece la pena jugarse la vida para contar la verdad de lo que está pasando en Siria?

A día de hoy… No, no merece la pena ir a Siria porque es muy posible que no vuelvas a casa. Pero cuando yo me fui en verano de 2015, sí pensaba que valía la pena porque todo el mundo necesita que se cuente su historia. Desde que no hay periodistas internacionales en Siria no se sabe lo que está ocurriendo. Sólo nos llega información sesgada de una parte y de otra.

¿Por qué decidiste irte entonces?

En marzo de 2012 estaba en Sermin, un pueblo pequeñito de la provincia de Idlib, una zona de Siria hoy tomada por Al Qaeda. Se me quedó grabada la imagen de una señora mayor llorando durante el funeral de un niño que debía tener unos 15 años. Recuerdo que estaba haciendo fotos y se dirigió a mí, pensé que me iba a echar la bronca por grabar pero se acercó a abrazarme y me dijo: “Voy a rezar por ti, para que puedas salir de Siria y le cuentes a todo el mundo cómo nos están matando”. Le hice la promesa de que volvería a su país para seguir contando la guerra allí. Es como una obligación porque creo que los medios hemos estado contando mal la situación de Siria.



En julio de 2015, en tu duodécimo viaje al país, te secuestran junto a tus compañeros Ángel Sastre y José Maria López

Estábamos en Alepo para hacer un reportaje sobre la destrucción del patrimonio histórico de la ciudad. En el camino el conductor de nuestra furgoneta hizo un giro que me extrañó, no me cuadraba. De repente se cruzó en la carretera otra furgoneta con nuestros secuestradores. Sólo recuerdo que en ese momento buscaba insignias y banderas para saber quién nos tenía. Si eran del Estado Islámico estábamos muertos. Las primeras semanas el trato que recibiamos era correcto más allá de pasar por interrogatorios y de que jugaban a evitar que supiéramos de que grupo se tratara.

¿Temió por su vida durante el cautiverio?

Cuando nos separaron a los tres, yo pensaba que todo se acababa, que me iban a ejecutar. Lo tenía super claro, entraron de noche y preguntaron por mí.

Escribió ‘no soy un perro’ en su celda. ¿De dónde sacó la rabia, quería provocar a los secuestradores?

Llega un momento en el que pones tu dignidad primero… me sacaban al baño de la mano como si tuviera una correa. Saqué fuerzas para escribir eso en la celda por la desesperación en la que estaba. ¿Qué más me podían hacer?

Intentó suicidarse cortándose las venas, ¿cómo llegó a pensar que era la única opción?

Unos días antes de eso me obligaron a grabar un vídeo en el que tenía que explicar que si el Gobierno no se hacía responsable de la situación habría consecuencias. No pude evitar acordarme de lo que le pasó a James Foley, el Estado Islámico lo decapitó y lo vio todo el mundo. Yo no quería que mi madre y mi hermana me vieran de rodillas siendo ejecutado.

Pampliega abraza a su hermana tras su liberación en mayo del año pasado Efe

¿Cómo eran los días durante la etapa del secuestro en la que estuvo solo?

Lo más duro de estos 10 meses es precisamente eso, estar solo, contigo mismo, con todos tus fantasmas y miedos. Hay un grupo de hijos de puta que te machacan, que te hunden para que dejes de ser persona. Llegué a estar 21 días sin hablar con nadie, me incomunicaron como castigo por mi negativa a convertirme al Islam. El secuestrador con el que más podía hablar me amedrantaba con vídeos de decapitaciones. Un día, como un mes antes de la liberación no aguantaba con las humillaciones y empecé a golpear mi puerta para suplicarles que me mataran. Los secuestradores parecían no entenderme, yo entonces no sabía que el día de mi liberación se acercaba. Ellos jugaban continuamente con la información que yo no tenía.



¿Hay cosas por las que pasó y que ha preferido omitir en este relato?



Del secuestro no he omitido nada en el libro. De lo que pasó cuando volví a casa el año pasado, sí. Me lo guardo para mí. Hay cosas que la gente no tiene que saber.

En su libro dice que la “maldad es circunstancial” y se pregunta si es fácil convertirse en un “monstruo” al vivir el mismo infierno que se vive en Siria. ¿En algún momento logró comprender a sus secuestradores?

He cubierto la guerra en Siria desde 2011 y he visto la evolución de la gente de allí. Antes no eran así. Los que me secuestraron nunca habían salido del país. Espinkiglish, el único secuestrador que me hablaba, me contó que había estudiado Derecho y que antes tenía una vida normal pero que ahora estaría dispuesto a inmolarse si se lo ordenaba su jefe. Ni los justifico ni los entiendo pero si que piensas en lo que han tenido que pasar para acabar así.

”Estoy aquí secuestrado porque arriesgué demasiado. Empecé a trabajar en Siria porque era muy barato y no tenía competidores. Pero, al final, uno acaba pagando los excesos”, dice en el libro. ¿Se ha llegado a culpar de lo que le pasó?



Sí hay mucha culpabilidad. Sé que me equivoqué confiando en el fixer. No era el momento para regresar a Siria.



En el documental Pagando por ir a la guerra cuentas que te han rechazado propuestas de temas alegando que no darían audiencia y que te han ofrecido publicar gratis. ¿Tu secuestro ha cambiado esta precariedad?



Para nada. Tras salir en libertad me han vuelto a proponer trabajar a cambio de nada. Cuando volvimos a España los medios lo único que querían eran entrevistas. Nadie me preguntó si necesitaba algo. En ese momento decidí que mi secuestro lo iba a contar yo, de la forma que yo quería.

¿Quién tiene la culpa de que los medios no se interesen tanto en cubrir ciertas crisis y conflictos, el lector o los editores?

Los lectores no. La culpa es de los medios. Cubrieron Túnez, Egipto, Libia… en Siria se paró porque es arriesgado… No me vale la excusa de que no hay dinero para enviar gente a cubrir acontecimientos fuera porque sí lo hay para escribir del mundial de fútbol o de los juegos olímpicos, por ejemplo. Me han llegado a pagar 35 euros por una crónica con texto y fotos, a dividir con un compañero fotógrafo. En un medio de comunicación en este país.

¿Nosotros no tenemos parte de culpa por aceptar esas condiciones?

Tenemos gran parte de culpa. Seguiremos así hasta que un día digamos basta, en mi caso seguiré hasta que se me acaben los ahorros. Pero sé que detrás de mi vendrán otros que ahora están en la Universidad para hacer lo mismo que he hecho yo.

Si mañana le llaman para ofrecerle un trabajo de redactor en un medio, ¿cuál sería su respuesta?

Mi situación me da para seguir siendo freelance un tiempo. Vivo con mis padres y no tengo un alquiler. No me tengo que agarrar a un sueldo. Si me ofrecen un trabajo fijo con salidas me lo pensaría. Pero a no ser que la oferta la traigas tú nadie me ha ofrecido nada concreto.

Antonio Pampliega Jorge Barreno