El argentino Diego Rossini, chef del restaurante Holey atacado en el corazón diplomático de Dacca, dijo sentirse conmocionado tras vivir "una película de terror" de la que consiguió escapar después de esconderse de los terroristas y ser ayudado por la Policía. Según datos oficiales, el asalto, reivindicado por el grupo terrorista Estado Islámico (EI) y la rama de Al Qaeda en el subcontinente indio, ha causado al menos 28 muertos, entre los que figuran 20 rehenes, varios de ellos extranjeros, dos policías y seis de los siete atacantes.

Otros 13 rehenes fueron liberados después de que las fuerzas de seguridad bangladesíes lanzaran una operación en la mañana de este sábado. "Estaba sacando mis mesas y vi que caía alguien, que un tipo se desplomaba fuera (en el jardín) por disparos. Di por hecho que eran terroristas", explicó Rossini, que junto a su compatriota Gastón Palacios, fuera de Bangladesh estos días, dirige desde hace dos años la cocina del local, ubicado en el acomodado barrio de Gulshan.

"Tenía un protocolo de seguridad desde el año pasado, así que subí (a la terraza). Subimos unas diez personas, pusimos muebles en la puerta. Pensamos que los terroristas matarían a los clientes y se irían, pero al rato notamos cómo empujaban la puerta, como si fuera una película de terror", relató.

Terroristas bien equipados

Según Rossini, que este sábado cumple 42 años, los agresores eran jóvenes, "entre 20 y 30 años", iban equipados con pistolas, rifles automáticos y uno de ellos llevaba una bolsa con granadas.

"Pasé unas tres horas escondido en diversos lados. Se salvó la mayoría de los que estaban conmigo saltando hacia los aledaños. Al final abrieron la puerta. No tenían ángulo de disparo hacia donde yo estaba, a la altura de unos tanques de agua. Si les hubiera dado por buscar me podrían haber encontrado", agregó.

"Me pasaron tiros cerca. En un momento tiraron una granada. Salté una verja de pinchos, unos cuatro metros (de altura). Me traté de agarrar a un árbol, pero me caí y quedé atrapado en un pasillo cercano", dijo.

En esos instantes, contingentes de la Policía rodeaban ya el lugar y se enfrentaban a tiros con los atacantes. "Los policías intentaron mirar por el hueco, levanté las manos y me sacaron", explicó aliviado Rossini, con un fuerte dolor en la espalda fruto de la caída y la creencia de tener alguna vértebra rota. Tras haber pasado la noche muy preocupado y tenso, cree que para la magnitud del ataque la tragedia ha resultado "barata".

Menos gente por el Ramadán

Holey Artisan Bakery - O'Kitchen, un restaurante con panadería más conocido simplemente como Holey y especializado en cocina mediterránea, es un local con mucho gancho entre la comunidad extranjera y la clase alta bangladesí, pero tiene menos clientela durante el mes sagrado islámico del Ramadán. "Si entran otro día que hubiera habido más gente... Solo habría unos 25 clientes, incluidos algunos italianos y japoneses, y entre 20 o 30 empleados", argumentó.

Rossini, que también tiene la nacionalidad italiana, ha contactado ya con las embajadas de Italia en Dacca y de Argentina en la India y se dispone a abandonar Bangladesh en las próximas horas.

"Se podía atacar desde todos lados"

Con dos décadas entre cucharones y tenedores a sus espaldas, después de emigrar de la Argentina del corralito en 2001 y curtirse en las cocinas españolas, tanto él como su compañero Gastón Palacios desembarcaron en Bangladesh con el objetivo de conseguir un restaurante puntero en comida internacional en un país con marcadas desigualdades sociales y cánones culinarios muy distintos.

"Es una experiencia positiva. Un cocinero se está entrenando toda su vida y venir a Asia tiene un 'know how' muy valioso. Aprendemos mucho sobre 'curries', a hacer fusiones que luego podemos emplear en Europa o el manejo de las especias", había dicho Rossini en entrevista el pasado diciembre.

"No puedo seguir arriesgando el pellejo. Yo soy cocinero, no tengo por qué pasar esto. Yo quería hacerme famoso haciendo ceviches", lamentó el chef argentino, al tiempo que subrayó que Holey, sito a la orilla de un paseo junto a un lago, era "un blanco perfecto" que se "podía atacar por todos lados".

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