Edimburgo

Edimburgo está lleno de guiños que, con el prisma adecuado, hablan de lo que pasó ayer en el continente. Uno de los animales de su escudo es un unicornio: un ser mitológico pero con algo de cierto, como la posibilidad de que Reino Unido abandonase la Unión Europea un 24 de junio. Hay uno detrás de la catedral, en lo alto de una columna, en el mismo lugar en el que un día hubo un mercado o se ajusticiaba públicamente a los criminales.

Cerca de allí hay un estrecho pasaje que sale de la Royal Mile y lleva al Museo de los escritores. En las losas cercanas hay varias frases grabadas. Una de ellas es de la poeta Naomi Mitchison y dice que, si retrocedemos lo suficiente, descubriremos que todos los seres humanos fuimos primos, familia. Quizá lo escribió desde el futuro. Nicola Sturgeon, primera ministra y líder del Partido Nacional Escocés (SNP), había entendido el mensaje de Mitchison cuando este viernes compareció ante la prensa después de conocer los resultados del referéndum.

“Quiero hablar directamente a todos los ciudadanos de otros países europeos que viven en Escocia y decirles que siguen siendo bienvenidos aquí, Escocia es vuestra casa y vuestra contribución es valorada”. Un 62% de los votantes escoceses (1,6 millones) quería permanecer en la Unión Europea, pero Reino Unido en su conjunto –Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte– se inclinaba por el Leave (52%). Ni una sola región escocesa respaldó esta opción en las urnas, así que Sturgeon confirmó ayer lo que habría prometido durante la campaña: abrir la puerta a un segundo referéndum de independencia.

El Gobierno se ha reunido este sábado para empezar a “explorar todas las posibilidades” para que la nación conserve su plaza en Europa. El viernes por la tarde, unas 500 personas se concentraron delante del Parlamento escocés para manifestarse contra el discurso xenófobo de la campaña del Leave, a favor de los “migrantes” y de un modelo distinto para Europa. El encuentro, espontáneo en las redes pero liderado por la Migrant Solidarity Campaign, arrancó en la catedral de Saint Giles al grito de “tomar la política y las calles”, por oposición al “recuperar el control” (Take back control) de los partidarios del 'brexit'.

Concentración frente a la catedral Saint Giles de Edimburgo. E. V.

Después de leer un manifiesto que podría resumirse con un keep calm and welcome to Scotland (mantengan la calma y bienvenidos a Escocia), varios nacionales y extranjeros (estudiantes o inmigrantes económicos de Polonia, Italia y España) han compartido sus impresiones sobre el referéndum. “Los políticos nos han culpado de todos los problemas que ellos mismos han creado y ayer me preguntaba: ¿debería irme? ¿tengo la culpa?”, contaba una joven griega. “¡Quédate! ¡Migrantes, bienvenidos!”, respondía la gente reunida. Cuatro hombres trataron de reventar la marcha después, pero fueron apartados rápidamente por la Policía.

El portavoz del movimiento, Billy Black, tiene unos 60 años y explica que el jueves votó Leave. “Pero no el leave de la xenofobia, el del miedo, el de Boris Johnson y Nigel Farage”, aclara. Es una forma de romper con una institución que también tiene algo de mitológica, “que no es progresista, no respeta las decisiones de la clase trabajadora y la obliga a tragar como hizo con Grecia cuando Syriza llegó al gobierno”, señala. Su idea del 'brexit' incluye a los “migrantes” de todas partes y apela a los movimientos sociales de países como España o Grecia.

La marcha transcurre por la Royal Mile hasta el parlamento. Los manifestantes son en su mayoría jóvenes: algunos con chapas a favor del remain, otros con banderas de Escocia, pancartas de bienvenida, algún símbolo anarquista y una pancarta con el mensaje FUCK UKIP (que se joda el UKIP). El líder del partido nacionalista y eurófobo, Nigel Farage, daba el referéndum por perdido la noche del jueves. Pero la aurora escocesa dio forma a su victoria y este viernes pedía, henchido de orgullo como un pavo real, la dimisión de David Cameron. El ex primer ministro anunció su dimisión a las 8.15 horas de la mañana.

Pero aquí, frente al parlamento escocés, siguen sonando las voces acompañadas de un tambor. “Dilo alto, dilo claro, bienvenidos emigrados (o refugiados)”. “Sin naciones, sin fronteras, Stop deportaciones”. La gente se alterna un megáfono: “Os queremos aquí… Vine a este país hace 11 años y me enamoré… La gente con dinero han conseguido convencer a la clase obrera de que son otros como ellos quienes les quitan las prestaciones sociales…”. Algunos han votado a favor de un leave anticapitalista (como un unicornio) y otros por un remain (que suena a mercado común pero a veces también a latigazos de austeridad).

“Nada va a ser lo mismo”, dice una joven helena. “Nos hemos despertado en otro país, en otra Europa”. Aún no saben en cuál, pero desde este sábado Escocia va a tratar de averiguarlo por su cuenta.

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