Caracas

Sólo hay dos días laborables y los fines de semana duran cinco jornadas. Parece el mundo al revés, pero es lo que se vive en la Venezuela de 2016. El Gobierno de Nicolás Maduro ha decidido que la Administración pública no trabajará los miércoles y jueves para ahorrar energía, según ha informado el vicepresidente Aristóbulo Istúriz.

A principios de abril el Ejecutivo ya había decretado que los trabajadores del Estado no tendrían que asistir a sus puestos de trabajo los viernes.

Además, también se ha anunciado que los colegios y liceos estarán sin clases los viernes. Todo hasta que se termine la sequía.

“Hemos tenido tres años de una sequía intensa, la más intensa en los últimos 40 años. Esto nos obliga a tomar esta serie de medidas”, ha dicho Istúriz a la televisión estatal, en compañía del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, y el presidente de Petróleos de Venezuela, Eulogio Del Pino.

La mayor parte de la energía eléctrica en Venezuela es producida por la Central Hidroeléctrica de Guri, cuyo embalse “parece un desierto” en palabras de portavoces del Gobierno.

El fenómeno climatológico “El Niño” ha castigado con fuerza a la región y otros países como Colombia también se han visto afectados por la falta de lluvias. Por eso Maduro ha decidido racionar el servicio eléctrico durante cuatro horas todos los días.

La crisis venezolana: una “tormenta perfecta”

La medida, que en principio afectaría incluso a Caracas, excluyó a la capital del país sudamericano a última hora, “por ser sede de los poderes públicos”, según la información oficial. Muchos venezolanos desestiman esas razones; creen que Maduro, cuya gestión es rechazada por el 63,4% de los ciudadanos encuestados por Datanálisis, teme a que las protestas caraqueñas, producto del racionamiento eléctrico, lo hagan tambalear aún más.

Diversos analistas han catalogado a la crisis venezolana como una “tormenta perfecta”. Al temor por el colapso eléctrico se suma la escasez de alimentos y medicinas que obliga a las personas a hacer varias horas de colas para poder conseguir algunos productos, si corren con suerte. La violencia desatada por las mafias criminales forma parte del estado crítico de un país que suma 45 funcionarios policiales y militares a manos del hampa en lo que va de año.

En lo político, el enfrentamiento entre la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y el Consejo Nacional Electoral (CNE), parcializados a favor del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela, ha generado una crisis institucional que amenaza con obstaculizar las opciones democráticas para salir de la complicada situación.

La disidencia ha activado el mecanismo de referendo revocatorio para poner fin al mandato de Maduro, pero se ha encontrado con trabas por parte de los poderes públicos. Apenas este mismo martes, y después de cuatro intentos, el CNE ha entregado a la Mesa de la Unidad Democrática el modelo de la planilla que servirá para recoger las primeras 200.000 firmas que activarían la primera parte del proceso.

En contraparte, el general Padrino López ha denunciado públicamente que la oposición gesta una insurrección para poner fin a la “revolución bolivariana”. “Hay un golpe de Estado en desarrollo”, ha denunciado sin presentar pruebas precisas, pero sí ha acusado a factores externos de estar en la conspiración: “El club de Madrid, el Parlamento Europeo, los voceros [portavoces] de EEUU e incluso el presidente Barack Obama han dado [respaldo] a la oposición”.

Los rumores de golpe que circulan en estos días por las redes sociales y en los servicios de mensajería móvil venezolanos son aderezados con protestas escenificadas en distintos rincones del país, producto del malestar de una población que ha visto cómo su calidad de vida se ha deteriorado rápidamente. Cifras del Cendas, ente privado que se encarga de registrar las variaciones del IPC, muestran que se necesitan 12 salarios mínimos para poder acceder a la cesta básica de alimentos y servicios.

No en vano, Venezuela es el país con la mayor inflación del mundo por tercer año consecutivo. Y las proyecciones del Fondo Monetario Internacional prevén que esto seguirá así en 2016, e incluso en 2017; cifras del FMI estiman que la inflación superará las cuatro cifras el año próximo.

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