Nueva York

Barbara Como, de 81 años, espera delante de la Trump Tower y se enfrenta a la policía que la quiere echar de la acera horas antes de la aparición de su candidato. Lleva un gorro rojo y va demasiado abrigada para esta noche primaveral de martes. Es miembro del comité republicano del estado de Nueva York. Se define como “mujer de muchos talentos” y “cantante pop”. Ahora canta en residencias de ancianos y en el coro de su iglesia. Nació en Chicago e “hiberna” en Los Ángeles. Dice que le gusta Trump porque “es un empresario y sabrá cómo gestionar el país”.

Recuerda bien la convención de 1976, la última en la que los republicanos llegaron sin un político que hubiera conseguido el número necesario de delegados para asegurarse la candidatura. Entonces se enfrentaban Ronald Reagan y el presidente Gerald Ford. “Quería que ganara Ronnie. Me dio mucha pena cuando no lo consiguió y por eso luego ganó Jimmy Carter”, explica Como. Reagan es el primer presidente al que -dice- pudo votar contenta de la elección de su partido. Entonces Reagan era el rebelde, el actor anti-establishment, improbable candidato y que luchaba con dificultad contra la maquinaria del presidente, que tenía más delegados y que cortejaba a los indecisos hasta llevándolos a cenar con la reina de Inglaterra. Reagan iba a visitar a los delegados en compañía de John Wayne o de James Stewart. 

El candidato de Como es ahora de nuevo el aspirante fuera del mundo de la política, pero a diferencia de 1976, es el que puede salir perjudicado por una convención abierta y el que está más cerca del umbral de los 1.237 delegados necesarios. Hace 40 años hubo negociaciones hasta unas horas antes del discurso de Ford en Kansas City, pero la convención no fue violenta y el resultado a favor del presidente salió en la primera votación. Si Trump no logra llegar al umbral, la convención en Cleveland este julio será imprevisible, polémica y muy tensa. La policía ya está preparando el material anti-disturbios. 

EL SISTEMA AMAÑADO

Este martes por la noche, Trump dejó claro que su principal objetivo ahora son los posibles movimientos en la convención. “El sistema está amañado… Llegaremos a la convención como el ganador. Nadie puede quitar las elecciones como lo está haciendo el partido republicano”, dijo Trump en la entrada de la Trump Tower, uno de sus rascacielos en el centro de Manhattan, el único distrito que perdió en todo el estado. 

Quedan 15 votaciones de aquí al 7 de junio y 674 delegados por repartir. Si Trump siguiera ganando al mismo ritmo que hasta ahora se quedaría a unos 50 del umbral, según FiveThirtyEight, la página web del experto en estadística y política Nate Silver.

Número de delegados alcanzados por los cuatro candidatos republicanos.

Pero incluso aunque Trump se quedara tan cerca, las reglas indican que si no consigue llegar a los 1.237, la candidatura dependerá de lo que voten los delegados en julio, representantes locales elegidos a veces en las urnas, otras por el partido y otras en convenciones del estado.

Si Trump no logra ser elegido en la primera ronda, a partir de la segunda los delegados empiezan a ser libres sobre su voto independientemente del resultado de las primarias en su estado. En la tercera votación el número de delegados liberados aumenta. Y así hasta que todos pueden votar al candidato que quieran.

Gerald Ford y Betty Ford, en la convención republicana de 1976. Karl Schumacher Getty Images

No hay límite en el número de votaciones. El récord de votaciones lo tiene la convención demócrata de 1924 en Nueva York: se votó 103 veces hasta que un candidato, John Davis, logró alcanzar el umbral. 

Trump ha amenazado con “disturbios” en Cleveland y algunos de sus seguidores están ya en pie de guerra. 

“Sería un desastre. Quien saque el mayor número de puntos debería ganar. Es como un partido de fútbol. Si tienes 10 puntos, ganas. Es la voluntad de la gente. Es lo que quiere Estados Unidos”, me dice una mujer muy pintada que sólo se quiere identificar como Margie y dice ser de Nueva York. A la entrada de la Trump Tower, sujeta una pancarta escrita a mano en la que acusa a Hillary Clinton de mentir y a los refugiados de ser violadores.

¿RYAN O RUBIO?

Si la convención fuera abierta, los delegados no sólo podrían votar por los candidatos que quedaran entonces, sino también por otros que se hubieran retirado o que incluso no se hubieran presentado. Hay varios movimientos para empujar a Paul Ryan, speaker o presidente de la Cámara de Representantes, y a Marco Rubio, senador de Florida y excandidato, para que se presenten en la convención. Ryan ha negado con vehemencia su interés en el puesto. Pero también dijo con energía que no quería ocupar su cargo actual. 

“Digan lo que digan, estoy seguro de que hay movimientos”, me dice John Taylor, nacido en Texas y que llegó a Nueva York en 1966 cuando era un veinteañero para ser actor. Hoy trabaja como portero de un edificio de Chelsea. Cuenta que se crió en una granja de algodón pero que le interesó la política desde que vio de adolescente cómo su padre se presentaba sin éxito a congresista.

A Taylor le gusta Trump, pero asegura que cualquiera de los otros 16 candidatos republicanos que se presentaron le valdría. También le gustaba Mitt Romney hace cuatro años, pero “no fue eficaz”. “No me preocuparía por una convención abierta. Las cosas pasan. Apoyaría al que saliera”.

Su mujer, Lilly, nació en China, aunque vive desde hace 20 años en Nueva York. Lleva puesta una chapa de Trump y enseña otras dos, una en cada mano. Le gusta porque, según ella, no dejará que entre tanta gente en el país sin los papeles en regla. “Viene demasiada gente a Estados Unidos y eso no es bueno”, me dice con un inglés precario.

MINI TRUMPS

La campaña de Trump se ha preocupado hasta ahora poco de cortejar a los delegados ya elegidos o de intentar influir en la selección de las personas que irán a la convención de julio y que se deciden en la mayoría de estados entre este mes y los dos siguientes. Pero ahora ha contratado a un experto en negociar con delegados, Paul Manafort, que trabajó para Ford en 1976. 

“Probablemente hay maneras de manejarlos, probablemente Trump sabe hacerlo. Es lo que es. Los números están de su lado”, me dice Brian Muello, un veterano de Boston que quiere presentarse al Senado y cree que puede hacerlo si Trump le presta el dinero para hacerlo. “Necesita a mini Trumps por todo el país, para trabajar juntos en el Senado y en el Congreso. Yo puedo ser un mini Trump”.

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