Berlín

Un techo bajo el que dormir, comida, asistencia médica gratuita y clases para aprender alemán es, por regla general, lo que las autoridades germanas se esfuerzan en ofrecer a los llegados como solicitantes de asilo al país de Angela Merkel. Los costes de la recepción de los refugiados son millonarios. Sin embargo, para Alemania, que acogió en 2015 algo más de 1,1 millones de refugiados y que espera en 2016 recibir a otros 800.000, los gastos que conlleva la venida de los asilados no son un lastre financiero debido a la buena marcha de la locomotora de la economía europea.

Así lo daba a entender esta semana en Berlín el ministro de Hacienda germano, Wolfgang Schäuble. Según sus cuentas, el “desarrollo favorable de la economía y la previsión política presupuestaria” del Gobierno han permitido al Ejecutivo disponer en sus cuentas de un superávit de unos 12.100 millones de euros, un dinero del que se echará mano urgentemente para “financiar las prestaciones de vivienda e integración” de los refugiados.

Para este año, el Gobierno alemán prevé gastarse unos 8.000 millones de euros haciendo frente a la crisis migratoria, 2.000 millones de euros más que los empleados en 2015. Municipios parroquiales y länder germanos también están llamados a seguir realizando un considerable esfuerzo económico, con un gasto previsto en unos 4.300 millones de euros para 2016.

No obstante, la suma de esas cantidades se queda corta cuando se comparan con las estimaciones que llevan presentando desde hace meses los investigadores que han indagado en los costes de la crisis de los refugiados. Tanto es así, que desde el Instituto Alemán para la Investigación Económica, un think tank con sede en Berlín, se ha planteado que los gastos rondarán los 15.000 millones de euros en 2016 y los 17.000 millones de euros en 2017.

Por su parte, Clemens Fuest, presidente del Centro para la Investigación Económica Europea de Mannheim, ha cifrado el coste de la recepción de los refugiados en 17.000 millones anuales. Acogiendo refugiados al ritmo actual, Fuest ha llegado a calcular unos costes de aquí a seis años que podrían rozar el billón de euros. Nada menos que un tercio del PIB alemán.

670 euros mensuales por refugiado... como mínimo

Esas estimaciones resultan poco halagüeñas. Pero no parecen preocupar demasiado a los responsables del Gobierno alemán, concentrados como están Merkel, Schäuble y compañía en afrontar los gastos que entraña la venida de los solicitantes de asilo sin contraer nuevas deudas.

En Alemania, el debate no versa sobre la disponibilidad de dinero para lidiar con la situación. Las autoridades tienen asumido que no faltan recursos. Lo que se discute aquí es cómo “cumplir con la promesa de Merkel, quien dijo 'lo logramos' frente a la crisis migratoria”, afirma a este periódico Claudia Walther, experta en temas migratorios de la Fundación Bertelsmann.

El Ejecutivo ha acordado emplear unos 670 euros mensuales por refugiado, a lo que se suma una cantidad variable que aportan municipios parroquiales y länder para satisfacer las necesidades de los asilados. Un demandante de asilo adulto y sin familia a su cargo, durante el tiempo en el que se tramita su solicitud, recibe un alojamiento, comida, asistencia sanitaria gratuita e, inicialmente, 143 euros al mes.

Los recién llegados suelen emplear ese dinero para comprar tarjetas de teléfono prepago, algo que les permite estar en contacto con sus países de origen, comida distinta a la de los centros de acogida o ropa para combatir el frío invierno germano. También es recurrente el gasto en cigarrillos, pues ayudan en las largas colas como las que se forman frente a los edificios oficiales de Berlín o en las esperas en las que se tramita, por ejemplo, la concesión del estatus de refugiado en Alemania. Esta última dura de media cinco meses, según datos oficiales.

“Una vez tienen el estatus de refugiados, los asilados adquieren derechos sociales como los ciudadanos alemanes o [demás] europeos en suelo alemán, pueden acceder a formación o ir a la universidad y, en definitiva, encontrar menos barreras para la integración”, explica Karl Kopp, uno de los responsables de Pro Asyl, una organización de defensa de los refugiados con sede en Fráncfort.

Pasado un periodo de tres meses en los que los asilados no pueden trabajar, se les abren las puertas del mercado de trabajo. En caso de no encontrar un empleo, pueden solicitar prestaciones sociales del Estado, entre las que figura una ayuda económica que ronda los 350 euros, el pago del alquiler en caso de haber podido acceder a un alojamiento fuera de los hogares de acogida, cursos para aprender alemán y cobertura sanitaria.

Los refugiados, una "prioridad absoluta"

Ese horizonte es el que tienen muchos de los ciudadanos sirios, iraquíes, eritreos o afganos llegados a Alemania huyendo de la guerra en sus países de origen. El problema que encuentran todos ellos es, según Kopp, la desorganización: “Hay mucho caos por la venida de tantos refugiados, en las estadísticas, por ejemplo, pues probablemente queden todavía unas 350.000 personas llegadas el año pasado por registrar, [y también] hay demasiado tiempo de espera”. Una simple llamada telefónica a la Oficina para la Inmigración y Refugiados puede saldarse sin éxito tras casi media hora de espera.

Para afrontar en mejores condiciones la integración de los refugiados, se están movilizando importantes cantidades de dinero público, algo de lo que, en principio, no es precisamente amigo Wolfgang Schäuble. Son de sobra conocidas sus preferencia por el ahorro y el orden en las cuentas públicas. Por eso se identifica al titular de Hacienda germano con lo que se ha venido a llamar la austera “política de ama de casa suaba”, por la fama de ahorradoras de las alemanas de la región de Suabia. Con todo, el también calificado en la prensa como el “canciller en la sombra” de Alemania, considera la crisis de los refugiados “una prioridad absoluta” para su país.

De este modo, no extraña que desde el año pasado se esté invirtiendo ingentemente, por ejemplo, en educación, escuelas y guarderías. Los efectos de dicha inversión serán positivos para el crecimiento del PIB germano. El ministro de Economía y vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, ha indicado incluso que este gasto tendrá “un efecto similar al de un pequeño programa de estímulo”.

En este contexto, el Gobierno de Merkel espera que el crecimiento del PIB en 2015 se confirme en un 1,7 % y ha previsto que sea del 1,8% en 2016. Además, según la Oficina Federal de Estadística, a finales de 2015 se contabilizaron algo menos de 2 millones de parados, un registro inédito desde 1990, en tiempos de la reunificación. El desempleo terminó 2015 en un 6,7% de la población activa.

Si bien puede haber crecido en ciertos sectores de la sociedad el malestar con los refugiados tras las agresiones a mujeres la pasada Nochevieja, en las que se vieron implicados varios asilados, la buena marcha de la economía germana es uno de los factores por los que la puerta de Alemania sigue abierta a quienes huyen de la guerra en sus países de origen.

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