Irene Fernández (Madrid, 34 años) recuerda la primera vez que pisó la casa de acogida en la ciudad nepalí de Hetaúda (84.671 habitantes). Era verano y caía el sol y los cortes de luz mantenían la ciudad silente, escondida detrás de las ventanas. Tragó saliva al pisar la cocina. De un hueco en el suelo salía fuego. Este agujero es uno de los mayores culpables de que los niños nepalíes pierdan manos y pies tras las severas quemaduras que se producen al jugar alrededor del hogar. Nepal Sonríe, la ONG a la que pertenece Irene, cuida de niños huérfanos como estos. Casi todos son minusválidos psíquicos y físicos. Esta pequeña organización ha puesto en marcha, con la ayuda de ONG locales y donativos, tres casas de acogida y una guardería. "Mantener a los niños y seguir con la rehabilitación de las casas, dar un sueldo a las maestras y cuidadoras cuesta 800€ al mes", explica Irene.

El pasado 25 de abril, un seísmo de magnitud 7,8 con epicentro en Katmandú arrebató la vida de 8.000 personas y dejó sin casa a otras tantas familias. Una ola de solidaridad llevó a Nepal a cientos de voluntarios que ayudaron con la reconstrucción de todas estas casas. Irene explica con pena que toda aquella ayuda "fue sólo una moda". "Parece que Nepal ya no existe y que no hay nada que hacer". A eso se añade que las ayudas del Gobierno a la reconstrucción "no han llegado" a las zonas más necesitadas. Según Irene, "en el voluntariado hay una parte de gente comprometida, que va porque realmente quiere hacer algo, y luego hay una parte muy de pose".

Unos kilómetros más al norte, en Vigo, se encuentra alguien que piensa igual. El fotógrafo Perfecto Rueda marchó a Nepal el pasado verano para "comprobar cómo seguían viviendo los nepalíes meses después de la catástrofe". La experiencia, como ocurre a los voluntarios, le cambió. Así que hizo lo que mejor le sale: "retratar la catástrofe". Su intención era "publicar las fotografías, que todo el mundo sepa qué pasa allí". Pero el destino de las imágenes ha sido otro: las ha cedido a la ONG para recaudar fondos para cuidar a los niños. "Per quiso cederlas todas, es un gesto de una generosidad emocionante", explica esta portavoz de Nepal Sonríe, organizadora del último evento de recaudación de fondos. 

El trabajo sobre el terreno

"Los niños siguen teniendo sus costumbres, ellos se levantan, hacen sus asanas de yoga y sus respiraciones de pranayama", cuenta la portavoz de Nepal Sonríe, "les enseñamos a adoptar nuevos hábitos de alimentación e higiene". Con esto han logrado reducir las enfermedades más comunes. "En sólo un año, hemos conseguido erradicar problemas causados por las bacterias, enseñándoles a limpiarse las manos y comen mejor". Para poder generar estos nuevos hábitos, los voluntarios empezaron por reconstruir las casas de acogida donde viven los niños. "Ahora son como pequeños resort", bromea, "tienen una cama para cada uno, en vez de una para tres niños, y tienen baño, sala de rehabilitación y aulas". El tema de la nutrición vino de mano de dos voluntarias que prepararon nuevos menús para los niños. "Ahora toman leche todos los días antes de la escuela".

Se trata de chiquillos rechazados por sus familias. Huérfanos, en algunos casos, o hijos de familias sin recursos. Muchos tienen minusvalías, sordera por malnutrición durante el embarazo y requieren de cuidados médicos y educación especial. Para eso, la ONG ha formado a maestras y cuidadoras locales, que reciben un sueldo que se paga con las donaciones. Sin embargo, con el presupuesto que manejan -800€ al mes- sólo cubren los gastos de higiene, cuidado, rehabilitación y educación. Las reformas que precisa la casa, como la infraestructura para potabilizar el agua, instalar paneles solares para la energía o preparar habitaciones y salas de rehabilitación sólo son posibles con donativos o crowdfunding. Por eso piden "que se ayude, que la ayuda llega, aunque os digan que no, claro que llega".

Una guardería junto al templo

Hoy, el proyecto que está en marcha es el de la guardería rural. La están construyendo frente a un templo hinduista y una residencia de ancianos que se ocupan de limpiar el templo, cambiar las flores, preparar el té. Las voluntarias no pueden disimular el entusiasmo por la pequeña ciudad que se ha creado entre las tres estancias. Los ancianos "están solos, mueren solos, nadie les cuida". Pero gracias a la nueva guardería, se han construido nuevas relaciones. "Los niños visitan a los abuelitos… Son como sus nietos".

En la fiesta de Navidad organizada para recaudar fondos para Nepal Sonríe se han vendido todas las fotografías. Han mostrado vídeos y han presentado a los asistentes el estado de sus proyectos. Antes de terminar la charla le preguntamos a Irene por qué Nepal Sonríe. Ella vuelve al día en que pisó Nepal por primera vez. "Vi mujeres cocinar a oscuras y niños jugando alrededor del fuego y temí por ellos. Pero daba igual, ellos reían sin parar. Hay un niño con una sola pierna y es el mejor jugando al fútbol, con su muleta, juega contigo. Y te regala esa sonrisa… que te entran ganas de llorar.  No es que nosotros les hayamos ayudado a sonreír: ellos ya tienen su sonrisa y te la dan. Lo mínimo es ayudarles a que la mantengan".

Nepal Sonríe tiene abierta una línea de donativos a través de su web.