1. ¿Quién es el cerebro real?

Los indicios llevan a Estado Islámico como instigador, que intenta además atentar en Europa desde hace años. La novedad sin embargo no son sus ganas, sino qué ha llevado esta vez a tener tanto “éxito”. Los profesores Thomas Hegghammer y Petter Nesser acaban de publicar un estudio científico sobre la presunta capacidad de Estado Islámico de atentar en Occidente. Su conclusión era que el grupo “no supone el mismo tipo de amenaza terrorista para Occidente que Al Qaeda en 2000”. El motivo era la falta de recursos dedicados a las misiones.

Hegghammer y Nesser dividen en seis los tipos de operaciones que Estado Islámico puede realizar en Occidente: uno, entrenamiento y dirección de los dirigentes; dos, entrenamiento y dirección de cargos medios; tres, entrenamiento; cuatro, contacto remoto con directrices; cinco, contacto remoto sin directrices, y seis, simpatizantes sin contacto.

Entre 2011 y 2015 la mayoría de acciones de Estado Islámico en Occidente ha sido del sexto grupo. Son personas radicalizadas en sus casas o comunidades que se convencen de su doctrina y se apuntan a caballo ganador -los éxitos de Estado Islámico le dan un aura de vencedor- para dar más miedo.  

La gran pregunta sobre París -y quizá sobre el avión ruso caído en el Sinaí y el atentado de Beirut del jueves- es si los dirigentes de Estado Islámico están detrás o no. ¿El cambio de estrategia es central o circunstancial? Si es central, la guerra es más inevitable.

2. ¿Dónde se entrenaron?

Conforme vayan surgiendo detalles, se sabrá que los terroristas cometieron errores -no poder entrar en el Estadio de Saint Dennis es ahora el más obvio-, pero el nivel de organización es inaudito. Hay cada vez más certeza de que más de un terrorista viajó a Siria. ¿Pero dónde aprendieron los demás a manejar un kalashnikov? ¿En un bosque belga? ¿Dónde aprendieron rutinas de combate, si es que, como parece, fueron necesarias?

3. ¿Eran todos europeos o había refugiados?

Está por certificar si algún terrorista llegó a Francia como refugiado, pero hay algo evidente: Estado Islámico no necesita hacer trucos. Desde 2011, 30.000 extranjeros habrían pasado por las filas de Estado Islámico, no todos de países occidentales. El primer ministro francés, Manuel Valls, dijo en la Asamblea Nacional en septiembre que había 1.800 franceses alistados con redes yihadistas por el mundo. Estado Islámico es la más potente.

La capacidad de la banda es por tanto extraordinaria. Al Qaeda organizó el 11-S con menos de mil terroristas potenciales. Estado Islámico tiene ahora decenas de miles, entre autóctonos de la región y extranjeros. Ya no tiene el recurso de la novedad como antes de 2001, pero si toma la decisión de más terrorismo, su evolución es temible.

En el caso de París, si se confirma que hubo 20 personas vinculadas con el ataque, sigue siendo un número pequeño. Ahora además sabemos que un barrio de Bruselas es un nido de tráfico de armas.

4. ¿Hubo advertencias de los servicios secretos iraquíes?

La agencia AP publica que Irak avisó que sus informantes en Estado Islámico habían oído que Abu Bakr al-Bagdadi, líder del grupo, había ordenado ataques en los países de la coalición que les bombardea, además de Rusia e Irán.

Desde Francia, lo ven con escepticismo: recibimos ese tipo de cables “todo el rato” y “cada día”. Pero no es algo ligero: según un agente francés a AP, el jefe del contraespionaje francés se acuesta pensando: “Por que´no hoy?”.

5. ¿Qué hacer ahora con Bashar Al Asad?

Desde 2011, los dirigentes occidentales piden al presidente sirio, Asad, que se vaya. Ese discurso será cada vez más diluido. Asad ha resistido hasta hoy, lo que en 2012 parecía imposible. No solo eso: su posición es ahora más fuerte. Los países europeos dicen con la boca pequeña -excepto el ministro Margallo que lo dice sin reservas- que quizá hay que contar con él para evitar males mayores.

El atentado de París es un mal mayor. Un gobierno occidental pensará primero, como ha hecho siempre, en la estabilidad. Los Asad eran dictadores, pero estables. La situación es similar a los cambios en Egipto con Al Sisi o como ocurre desde siempre en las monarquías del Golfo. El caos libio es un argumento más a favor de la “estabilidad”. La inestabilidad desde 2003 y la invasión de Irak prueba que los cambios en Oriente Medio necesitan su ritmo y Occidente no sabe cuál es.

Esto ya no es 2001. Un presidente -François Hollande- habla y dice “acto de guerra” y al día siguiente aviones franceses bombardean Raqqa, algo que sin embargo ya hacían desde septiembre en Siria y antes en Irak. Nadie puede imaginarse que Francia o la OTAN mandarán tropas a luchar contra Estado Islámico como hizo contra los talibán. Hay quien se olvida de la guerra de Irak, que tiene mérito. Aunque también es absurdo pensar en soluciones que surjan de no hacer nada. Los expertos hablan con facilidad de las dificultades para derrotar Estado Islámico. Pero cuando deben aportar medidas, pocos imaginan soluciones factibles.  

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