"Se i sampietrini parlassero...", se suele decir en Roma. Porque los adoquines típicos del centro son los testigos mudos de los secretos más inconfesables de la ciudad. Toman su nombre de la Plaza de San Pedro, donde por primera vez aparecieron hace 500 años por voluntad papal. Pero pasa que, a veces, los sampietrini hablan. Y entonces el revuelo de escándalos se hace tan grande que parece que los cimientos de los palacios vaticanos se tambaleen. Pasó en 2012 con el primer Vatileaks, y vuelve a pasar ahora, con la publicación de dos libros que desde hace días tienen en vilo a la Santa Sede y que salen a la venta este jueves en Italia.

"Son dos filtraciones completamente diferentes. La primera hablaba de papeles propiedad del papa pero en ellos no había grandes noticias que afectaban a la Iglesia. Pero en este caso, el trabajo de investigación que yo hice es un trabajo mucho más profundo sobre un sector crucial de la vida vaticana, el de las finanzas. Se desvela que la gigantesca distancia entre lo que el papa Francisco quiere realizar y lo que la curia romana intenta perpetuar: privilegios, lujos y prebendas. Obviamente molesta mucho que se publique". Quien habla es Emiliano Fittipaldi, el autor de Avarizia, el hombre en el ojo del huracán junto a Gianluigi Nuzzi, que firma Vía Crucis, la otra obra en el centro del nuevo escándalo.

En su libro, Fittipaldi, en sus palabras, cuenta "el despilfarro, la corrupción, las riquezas enormes que están muy alejadas de la idea de Iglesia que tiene Francisco". Una radiografía del hambre de poder y de dinero que pervive allá donde el papa argentino desea una Iglesia para los pobres. Un relato pormenorizado que, según su autor, molesta porque la "Iglesia quiere que los trapos sucios se limpien en casa".

LA AUDITORÍA DE FRANCISCO

Muchas de las revelaciones contenidas en el libro proceden de documentos de la Cosea (Comisión Referente de Estudio y Orientación sobre la Organización de las Estructuras Económico-Administrativas de la Santa Sede) que fue instituida por el papa el 18 de julio de 2013 como una gran auditoria de las finanzas vaticanas. Por eso, este miércoles el portavoz vaticano Federico Lombardi ha dicho que "la documentación publicada se relaciona sobre todo con un notable empeño de recopilación de datos y de informaciones puesta en marcha por el mismo Santo Padre". Lombardi también añadió que las revelaciones de los libros están "en gran parte relacionadas con una fase del trabajo ya superada", refiriéndose a las investigaciones impulsadas por el pontífice.

"Una publicación llena de una gran cantidad de informaciones diferentes, en gran parte relacionadas con una fase del trabajo ya superada, sin la necesaria posibilidad de una profundización y evaluación objetiva llega el resultado (desgraciadamente en buena parte buscado) de crear la impresión contraria, de un reino permanente de la confusión, de la no-transparencia o incluso de la búsqueda de intereses particulares o incorrectos", subrayó.

Mientras tanto, el Vaticano sigue investigando el origen de la filtración, tras la detención del religioso español Lucio Ángel Vallejo Balda que, junto a Francesca Chaouqui, ambos miembros de la Cosea, es de momento el principal acusado. "No conozco el contenido de las investigaciones de la gendarmería vaticana pero creo que las detenciones se han hecho para que se hable más de ellas que de las noticias que hay en el libro", comenta Fittipaldi. Aquí, a continuación, publicamos en detalle algunos extractos de su libro, cuya edición en español no está de momento prevista.

El patrimonio inmobiliario, la joya de la corona

"Quien ha intentado calcular toda la riqueza de la Iglesia católica ha inexorablemente fracasado", escribe Fittipaldi. Pero el primer capítulo de su libro contiene detalles que arrojan luz sobre una parte de esta "incalculable" riqueza. En los informes internos de la Cosea se revela que "las distintas instituciones vaticanas gestionan sus propios activos y los de terceros por un valor declarado de 9.000-10.000 millones de euros", de los cuales 1.000 millones son inmuebles.

Pero la estimación se queda corta con respecto a este último apartado, porque, según escribe la Cosea, los valores nominales están muy infravalorados y son muy superiores a lo que se declara en la contabilidad de los entes propietarios. "Sobre la base de las informaciones en manos de la Cosea, hay 26 entes relacionados con la Santa Sede que poseen bienes inmuebles por el valor contable de 1.000 millones de euros a 31 diciembre de 2012. Una evaluación de mercado indicativa demuestra una estimación del valor total de los bienes cuatro veces mayor". Es decir, 4.000 millones de euros.

Las propiedades más importantes están en manos de Apsa, la Administración del patrimonio de la Sede apostólica (2.700 millones), de la congregación Propaganda Fide (450 millones), el hospital de Padre Pío (190 millones) y el Fondo pensiones de los empleados (10 millones de euros). La mayor parte de esta riqueza está concentrada en Roma, donde la diócesis de Roma por sí sola tiene 69 millones de euros en activos (inmuebles y efectivo).

Pero el grueso de las propiedades está en manos del Apsa, el organismo presidido por Monseñor Domenico Calcagno. Entre sus propiedades hay palacios de lujo en París que han tenido entre sus inquilinos al expresidente francés Mitterand. En Ginebra, diez sociedades controladas por el Apsa gestionan propiedades y terrenos que facturan 18 millones de euros al año. Una de estas sociedades, Profima (abierta en 1926 en Lausana para guardar parte del dinero que la Iglesia obtuvo de Mussolini como indemnización por las expropiaciones tras la unificación de Italia), controla en Londres la British Grolux Investments Ltd. "Si la holding parisina tiene 'actividades' por 46,8 millones, la londinense es propietaria en el centro de la ciudad de casas y edificios, incluidos tiendas de lujo en New Bond Street y los locales de la joyería de Bulgari", escribe Fittipaldi. En Roma, por otra parte, el Apsa es propietaria de miles de pisos, según el autor.

Alquileres dorados

En la capital italiana, después del Apsa, el gran propietario es Propaganda Fide, la congregación para la evangelización de los pueblos, que en 2012 tenía títulos y cuentas bancarias por un total de 170 millones de euros y pisos que en su contabilidad se valoran en 90 millones de euros y que, según los informes de Cosea, valdrían al menos 450 millones.

Esta estimación, según Fittipaldi, también se queda corta, ya que el valor real podría superar los 1.000 millones. Lo que sí es cierto es que el ente vaticano ha intentado rentabilizar su patrimonio con alquileres de los que se han beneficiados políticos y famosos italianos. Pero a veces el precio del alquiler es tan bajo con respecto a los precios de mercado -se trata de palacios en las mejores y más exclusivas zonas del centro de Roma- que huele a trato de favor. Lo mismo pasa con las ventas de estos inmuebles, vendidos a políticos italianos por cifras ridículas con respecto a los precios de mercado.

Una gestión poco transparente

En los documentos de Cosea también se critica la gestión de los otros activos del Apsa. "A día de hoy, con respecto a los riesgos y los rendimientos de las inversiones del Apsa, sabemos muy poco", se lee en un documento interno. "Hay distintas ineficiencias, riesgos reputacionales, riesgos financieros, riesgos de pérdidas de beneficios y riesgos operativos, porque la falta de procedimientos robustos puede fácilmente llevar a prácticas ilícitas y fraudes", según se lee en otro informe.

Y es más, como para el IOR, el denostado Instituto para las Obras de Religión, también para el Apsa "de los análisis de las cuentas emergen riesgos de lavado de dinero y fraudes". Luego Fittipaldi habla de otro dato, procedente de las cuentas del Apsa: los costes de la curia vaticana, sólo para el año 2103, han dejado un agujero en las cuentas del Apsa de 77 millones de euros.

Mucho dinero, poca caridad

Los documentos contenidos en Avarizia también dejan al descubierto el mal uso de los fondos que, en principio, irían destinados a obras de caridad. Un informe de la auditora KPMG de 2014, que forma parte de los documentos de Cosea, es demoledor con respecto al llamado Óbolo de San Pedro, que el Vaticano define como "una ayuda económica que los fieles ofrecen al Santo padre (...) para obras de caridad en favor de los más desfavorecidos". En 2013 se recogieron 78 millones de euros, el año anterior 66 millones. El análisis de KPMG revela que sólo una parte se ha dedicado a estos fines mientras que el resto ha ido a parar a un fondo que no aparece en las cuentas de la Santa Sede y que en 2013 tenía 378 millones de euros.

Otros datos interesantes sobre las inversiones vaticanas se encuentran en otro documento publicado por Fittipaldi, según el cual el IOR ha diversificado sus inversiones y en su cartera un 19% es deuda pública italiana, un 10% es deuda española, un 3% es francesa y un 2% estadounidense. Y luego están los bancos: 4% en el Banco Santander, lo mismo en el alemán Lbbw y el 2% en la holandesa Rabobank y en el grupo japonés Nomura. Luego el Ior gestiona cuatro fondos para obras caritativas. Uno de ellos, el fondo para las obras misioneras, en los últimos dos años tan sólo se ha gastado 17.000 euros (frente a un activo por 139.000). El fondo para las santas misas (con un saldo de 2,7 millones de euros) en 2014 sólo ha gastado 35.000 euros en todo el mundo.

La fábrica de los Santos

Otro de los apartados polémicos del libro de Fittipaldi es el que se refiere a la "fábrica de los santos", es decir, las cuentas relacionadas con las causas de beatificación y que sirven para financiar las investigaciones necesarias para perorar la subida a los altares de los "siervos de Dios". En el libro, Fittipaldi da cuenta de casos llamativos como el de la beata Francisca Ana de los Dolores, para la que una congregación española de Palma de Mallorca ha depositado en una cuenta del IOR (hasta octubre de 2013) 482.693 euros.

No es un caso aislado. En el libro aparecen varios más, unidos por las abultadas cifras que sirven para pagar el honorario de los postuladores de las causas. Uno de ellos, el despacho de abogado de Milán Ambrosi, recibió una llamada de atención del Vaticano por las desproporcionadas cantidades recibidas por sus servicios. Tras recibir la relación fruto de la investigación sobre cómo funcionaba la "fábrica", el papa ha pedido que todos los postuladores estén sometidos a tarifas únicas. Pero, según escribe Fittipaldi, muchos dentro de los muros leoninos creen que se pueden fácilmente eludir.

El piso del cardinal Bertone

Según un informe de la auditora PricewaterhouseCoopers (Pwc) una fundación vinculada al puntero Hospital pediátrico Bambin Gesú (Niño Jesús) y dedicada a recoger fondos para sus pequeños pacientes pagó en febrero de 2012 23.800 euros para alquilar un avión con el que el cardenal Tarcisio Bertone, el poderoso ex secretario de Estado vaticano, se desplazó a Potenza, en el sur de Italia, para inaugurar una unidad pediátrica del Bambin Gesú de un hospital público de la ciudad.

El nombre de Bertone vuelve a aparecer en el documento por un pago de unos 200.000 euros realizados por la fundación para reformar el piso que serviría como residencia del cardenal. No queda claro si lo pagado por la fundación fue una cantidad adicional. Su director confirma el gasto pero lo justifica como una inversión ya que la idea era utilizar la casa de Bertone también por fines institucionales.

Pero el análisis de los revisores también hace aflorar actividades comerciales "poco coherentes" con la misión del hospital que, a pesar de recibir gran parte de sus fondos del Servicio sanitario nacional de Italia, no paga impuestos por ser un ente vaticano extraterritorial. En los documentos, aparecen inversiones en acciones de la multinacional Exxon y del coloso estadounidense de la química Dow Chemical.

La gasolinera del Vaticano



La comisión impulsada por el papa Francisco también ha pedido una auditoria de las actividades comerciales que se encuentran dentro de los muros leoninos y en las que, teóricamente, pueden comprar sólo los miembros dela curia y los residentes, posesores de especiales tarjetas para repostar en las dos gasolineras del Vaticano, para hacer la compra en el supermercado o para comprar cigarrillos en el estanco. Teóricamente, porque según el análisis realizado por Ernst&Young pasa Cosea las gasolineras facturaron en 2012 27 millones de euros (con un beneficio de 13,7 millones) y el "18% se ha vendido a clientes 'desconocidos'" mientras que 550 tarjetas superaron el límite anual de 1.800 euros de gasto.

Pero el verdadero negocio es la venta de tabaco: cada posesor de la famosa tarjeta puede comprar un máximos de 5 cartones de cigarrillos al mes, pero resulta que "650" tarjetas superar el límite y son muchos los que compran sin ser autorizados. El resultado es que estanco factura unos 10 millones al año.