Cuando el primer ministro británico, el conservador David Cameron, revalidó su cargo en las urnas en mayo, lo hizo con una promesa: permitir a sus conciudadanos votar antes del final de 2017 si Reino Unido debe permanecer en la Unión Europea.

Las campañas a favor y en contra del 'Brexit' -la hipotética salida de Reino Unido de la Unión Europea- han comenzado esta semana y la prensa británica habla de una posible votación el año que viene. En las últimas semanas, los defensores de la separación han lanzado dos campañas paralelas, ‘Vote Leave’ (‘Vota por irte’) y Leave.eu, para convencer a la ciudadanía de las ventajas de un Estado independiente de Bruselas. Y este lunes, los defensores de la unidad han presentado su campaña, ‘Britain Stronger in Europe’ ('Reino Unido más fuerte en Europa'), para intentar mantener al país dentro de la comunidad de los 28.

Las encuestas hoy día dibujan una sociedad dividida casi por la mitad con respecto al rumbo que debe tomar el país. En junio, un sondeo por la compañía Ipsos Mori mostraba que el 61% de los británicos quería continuar dentro de la UE, el nivel de apoyo a esta postura más alto hasta el momento, según The Telegraph. Pero una encuesta de ICM publicada el pasado viernes revela ahora que únicamente el 53% de los ciudadanos está a favor de continuar en la Unión frente a un 47% que prefiere marcharse. Y no sólo es la sociedad civil. Hay también división interna en los partidos y el mundo empresarial.

Mientras, Bruselas no ha recibido todavía una lista de exigencias concretas del Gobierno de Cameron para renegociar el encaje de Reino Unido en la UE. En julio, se iniciaron discusiones a nivel “técnico” entre ambas partes, pero no ha habido avances, según The Guardian. La presión sobre Cameron aumenta. Y los jefes de Estado y Gobierno de los Veintiocho se reúnen este jueves para abordar, entre otros asuntos, el referéndum de Reino Unido. Aunque la gran cumbre que abordará la consulta será la de diciembre.

EL ESPAÑOL presenta una radiografía de los diferentes actores políticos y económicos que juegan un papel en el referéndum del Brexit, sus posturas y argumentos para que no se pierda en el turbulento proceso británico.

El europragmático malabarista

“Creedme, no tengo ningún apego romántico a la UE y sus instituciones”, dijo el primer ministro en el congreso anual del Partido Conservador la semana pasada. “Sólo me interesan dos cosas: la prosperidad de Reino Unido y su influencia. Por eso voy a luchar con fiereza en esta renegociación, para que podamos tener un acuerdo mejor y lo mejor de nuestros mundos”. Luego afirmó: “A Reino Unido no le interesa 'cada vez más Unión'”.

Estas recientes palabras ante las filas tories resumen la estrategia de Cameron hasta ahora de cara al referéndum. Quiere renegociar la posición de Reino Unido en Europa para obtener mayor autonomía dentro de la Unión. Y quiere hacerlo antes de que el pueblo británico sea llamado a las urnas para intentar convencer a los euroescépticos y asegurar la permanencia del país en la UE. “Parece bastante claro, según las encuestas, que si David Cameron presenta la renegociación como un éxito y logra vender el trato que consiga como una mejora del statu quo los votantes estarán mucho más inclinados a votar por permanecer en la UE”, afirma Thomas Raines, experto en Reino Unido y UE del think tank londinense Chatham House. “No creo que tenga un gran efecto a la hora de transformar [la opinión] de aquella gente que ya ha decidido que quiere marcharse, pero creo que será importante para aquellos que parecen indecisos en este momento”.

Cameron no ha presentado aún a Bruselas una lista de reformas específicas sobre las que trabajar. “El problema es que ha sido muy poco concreto respecto a sus demandas de reforma. Nadie las conoce realmente”, opina Isabelle Hertner, profesora de Política y Sociedad Europea y Alemana en la Universidad de Birmingham. “Una demanda que sí tiene es quitar la idea de 'unión política' de la UE, que está en los tratados”, dice Hertner. “[Pero] si más Estados miembros dijeran 'esto también está en los tratados y no me gusta ese principio o aquella idea', se abriría una caja de pandora”.

Aparte de oponerse a que Reino Unido se vea afectado por el principio de que la UE debe evolucionar hacia una unidad política, Cameron ha perfilado cuatro pilares sobre los que erigirá su plan de reforma: 1) poder para los parlamentos nacionales para bloquear legislación europea y proteger la soberanía nacional; 2) garantías de protección a los intereses de Reino Unido frente a los de la eurozona, por ejemplo, en el área de la regulación de servicios financieros; 3) eliminar barreras al comercio y fortalecer el mercado europeo; 4) capacidad para controlar la inmigración de ciudadanos europeos a Reino Unido y su acceso a beneficios sociales allí.

Dependiendo de cuáles sean las demandas finales de Cameron, los mecanismos para hacerlas realidad variarán. Su reforma podría requerir una modificación de los tratados de la Unión -él mismo ha dicho que le gustaría verlos cambiados-, pero otros Estados miembros podrían negarse. Sin embargo, sus exigencias, o parte de ellas, tal vez puedan satisfacerse con remiendos a la legislación comunitaria o por vías alternativas como, por ejemplo, una declaración del Consejo Europeo para matizar el significado del concepto de “cada vez más unión”. De hecho, Reino Unido recibe ya un trato diferenciado dentro de la comunidad europea. El país obtuvo varias cláusulas de excepción que lo liberan de las reglas de juego del conjunto de la UE en ciertas áreas como la moneda o la pertenencia al espacio Schengen.

Y mientras pilota las negociaciones con Bruselas, Cameron tiene que dirigir una formación compuesta mayormente por euroescépticos moderados y radicales, que incluso ocupan puestos en su gabinete de Gobierno.

Campañas por el 'out' en todos los flancos

Aunque los argumentos que se esgrimen para abandonar la UE son diversos, todos giran en torno al concepto de que la UE es un lastre para Reino Unido que limita su soberanía nacional y toma decisiones por él que no le convienen. Un Reino Unido independiente de Bruselas podría negociar sus propios acuerdos comerciales con otras potenciales mundiales, tendría control propio sobre sus fronteras y su legislación se ajustaría a sus necesidades, por ejemplo, en materia financiera, ya que Londres es uno de los mayores centros de negocios del mundo. La regulación de la immigración, sin embargo, es una de las obsesiones principales de los partidarios de la separación.

Existen dos campañas rivales a favor de dejar la UE, Vote Leave y Leave.eu, y sólo una de ellas será designada por la Comisión Electoral como la campaña oficial del out. La ganadora se llevará los siguientes beneficios: dinero público para financiarse, límites más altos de gasto, anuncios, acceso a salas de reuniones y asistencia gratuita para enviar información por correo a los votantes. Pero Raines opina que eventualmente las campañas decidirán sumar fuerzas y presentarse juntas en las urnas.

Vote Leave surgió la semana pasada y cuenta con apoyos de diferentes partidos. En concreto, la apoyan Conservatives for Britain, Labour Leave, creada por dos miembros del Partido Laborista, y Business for Britain, que asegura representar los intereses de muchos en la comunidad empresarial. Sus tesoreros son donantes millonarios del Partido Conservador, Laborista y el antieuropeísta UKIP. Y el único diputado de UKIP en la Cámara de los Comunes ha roto la disciplina de partido para apoyar a este grupo.

Leave.eu (Dejar la UE) -primero bautizada como The Know cuando nació en agosto- es una de las principales campañas a favor de la salida de Reino Unido de la UE. Fue fundada dos hombres de negocios, Richard Tice y Arron Banks, conocido por ser un donante potente del partido antieuropeísta UKIP. Esta campaña tiene el apoyo oficial del antieuropeísta Nigel Farage, eurodiputado y líder de UKIP, que sin embargo prefiere no dirigir la campaña.

Pese al impulso que ha ido cogiendo la postura separatista, la campaña del out será la que tenga más dificultades y tendrá que dar más información y respuestas al electorado sobre las posibles consecuencias de la separación. “La información, en el contexto del referéndum, es más importante para el bando que arrastra más incertidumbre”, asegura a EL ESPAÑOL Davide Morisi, investigador en el European University Institute de Italia que estudió el impacto de la información en la opinión pública en el referéndum de la independencia de Escocia.

Izquierda y derecha en la campaña del 'in'

La campaña ‘Britain Stronger in Europe’ espera convencer a la ciudadanía británica de que permanecer en la UE es el camino. El grupo defiende que permanecer en la Unión es más seguro y otorga a Reino Unido más peso en las decisiones globales. La campaña estima que cada británico ahorra una media de 450 libras anuales gracias a que la pertenencia al mercado europeo rebaja el coste de los productos y servicios. Otro argumento que esgrime la campaña es que la cooperación en seguridad y persecución del crimen con los socios europeos hace del Reino Unido un lugar más seguro.

Su presidente es el conservador Lord Rose, exdirector del grupo minorista británico Marks & Spencer, y cuenta con el apoyo de la a Confederación de la Industria Británica (CBI) y miembros del Partido Conservador, Laborista y los Liberales Demócratas -estas dos formaciones tienden a defender la pertenencia en Europa. Según The Independent, el Gobierno de Cameron ha mantenido reuniones no oficiales con Britain Stronger in Europe. Y los ex primeros ministros Tony Blair, Gordon Brown -ambos laboristas- y John Major -conservador- también la respaldan oficialmente.

Los nacionalistas escoceses

Si el Reino Unido decide separarse de la UE, Escocia podría tener un segundo referéndum para independizarse de Londres. Así lo ha dicho Nicola Sturgeon, ministra principal de Escocia y líder del Partido Nacional Escocés. “Hay un sentimiento europeo más fuerte”, opina Morisi, que afirma que, en general, en la campaña de independencia escocesa no se quería dejar la UE si se salía del Reino Unido. “Una Escocia independiente fuera de la UE estaba fuera de la cuestión”.

Los socios europeos

Las posturas con respecto al referéndum británico divergen entre los Estados miembros. Alemania es una de las más interesadas en que el Reino Unido permanezca en la UE y no descarta una modificación de los tratados en el futuro. Mientras tanto, defiende que la libre circulación de personas dentro de la Unión no puede ser limitada. “En general, [Angela] Merkel tiene que encontrar un equilibrio difícil. Por un lado, ve al Reino Unido como un socio (…). Por otro, la canciller alemana mantiene el discurso europeísta germano de posguerra que dicta la profundización de la UE”, escribió Hertner, de la Universidad de Birmingham, en el último número de British Politics Review. Al mismo tiempo, el 64% de los alemanes apoya la idea de Cameron de que los parlamentos nacionales puedan bloquear legislación comunitaria, según un sondeo publicado esta semana por el think tank británico Open Europe.

Francia, por su parte, considera que cambiar los tratados es una línea roja. “El reto es que hay muy poco apetito en muchas partes de Europa de cambiar los tratados”, dice Raines, de Chatham House. Dinamarca, que también tiene cláusulas de exclusión como el Reino Unido, apoya la lucha de Cameron, mientras que a Luxemburgo no le entusiasma un cambio en los tratados, de acuerdo con un análisis publicado esta semana por la London School of Economics. España, por su parte, no defiende que se reformen los tratados para recortar las prestaciones a ciudadanos comunitarios en Reino Unido, ni tampoco las ideas de Cameron de más libertad para la City londinense y soberanía nacional para bloquear directivas. Sin embargo, España sí defiende que se mejore la competitividad del mercado europeo y que se endurezcan los controles para evitar abusos en el acceso a ayudas sociales.  

En general, hay buena voluntad por parte de las capitales europeas de dialogar de cara al referéndum británico, informa nuestro corresponsal en Bruselas, Juan Sanhermelando. Sin embargo, existe un cierto sentimiento de frustración por la falta de propuestas concretas sobre la mesa. “Los socios europeos no saben qué hacer”, afirma Hertner en entrevista telefónica.

Aún por encima, las negociaciones llegan en un momento en que la imagen de Reino Unido en la Unión es peor, justo cuando el país reclama más apoyo de ella, coinciden los expertos consultados por este diario.

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