El 26 de diciembre de 2025, el paraíso se convirtió en tragedia y el mar se llevó todos los sueños y el futuro de una familia al completo. No sólo de los que fallecieron en el dramático naufragio ocurrido frente a la isla de Padar (Indonesia), también los de Andrea Ortuño, la madre que logró sobrevivir y que ahora enfrenta el inicio de un proceso largo y doloroso: el duelo
Los hechos sucedieron cuando la embarcación turística en la que viajaban sufrió una avería en el motor y acabó hundiéndose debido a las malas condiciones meteorológicas. Mientras ella estaba con una de sus pequeñas en cubierta y ambas lograron ser rescatadas, su marido, Fernando, y otros tres hijos quedaron atrapados en el interior. Al cierre de esta edición, sólo se había encontrado uno de los cuatro cuerpos.
El suceso tiene particularidades que lo hacen más complicado debido a un contexto familiar que necesita ser explicado y que extiende el proceso de la pérdida a otra madre y otro padre. Andrea y el entrenador del Valencia CF Femenino B Fernando Martín Carreras únicamente tenían un niño en común, que no les había acompañado en estas vacaciones debido a su corta edad permaneciendo en España.
Los equipos de rescate de Indonesia recuperan el cadáver de la niña española desaparecida.
Ambos se habían casado hace un año aproximadamente, aportando a su nueva familia descendientes de anteriores parejas. Andrea Ortuño, cuatro hijos, de los cuales viajaron a Indonesia tres, entre ellos la superviviente de siete años; otra niña, cuyo cadáver ella misma tuvo que identificar; y un chico, aún desaparecido. El progenitor de estos menores, de origen uruguayo, ya se encuentra en la isla.
Fernando también llegaba a esa relación con otro hijo llamado Mateo, fruto de una larga relación con una empresaria de cosmética valenciana llamada Silvia, y que tampoco logró salir con vida del accidente. Así, el devastador accidente ha dejado cuatro familias rotas y dos madres, devastadas.
Comienza para ellas la etapa más difícil de su vida; mismo dolor, diferentes circunstancias que marcarán el devenir de ese duelo traumático y el camino hacia un futuro marcado por la ausencia. La terapia psicológica será crucial —acompañada de la medicación— para tratar de recomponer los trocitos de su propia existencia.
Para entender mejor el proceso, Magas ha consultado con dos expertas en psicología, que coinciden en afirmar lo complicado de la situación, aunque afrontado desde diferentes prismas.
Síndrome de la madre superviviente
Andrea Ortuño ha perdido dos hijos y ha sobrevivido a la tragedia junto a su hija pequeña por un capricho del destino. ¿Cómo afrontar este doble sentimiento entre la vida y la muerte? La psicóloga Lara Ferreiro responde: "Puede aparecer el síndrome de la madre superviviente, al preguntarse 'por qué yo'. Se debaten entre el dolor y el agradecimiento por estar viva y hay una gran dificultad para proyectar el futuro. La culpa es normal, es importante que ella sepa que sobrevivir no es traicionarles".
"Es un dolor extremo, porque la pérdida de un hijo es lo más traumático que te puede pasar, más que tu pareja; es morir en vida", añade. Como explica también la directora del centro de psicología 'Aprende a escucharte', Ana Villarubia, es la dura paradoja de la supervivencia.
"Son muchas las víctimas directas de esta tragedia. Tanto los que sobrevivieron allí in situ como los que quedaron aquí en España se enfrentan a la atroz tortura de la responsabilidad extrema que se torna en culpa, a ese proceso en el que se revisita cada decisión del pasado deseando, anhelando y ansiando poderlo cambiar. Deshacerse de esos pensamientos intrusivos será parte del proceso de elaboración del duelo", asegura.
En efecto, lejos de la isla asiática, se encontraba otra madre, la de Mateo, el hijo que tuvo con Fernando Martín Carreras. Ella no estuvo presente y enterarse de lo sucedido estando a miles de kilómetros y sin esperarlo también es un shock paralizante.
"Se trata de un duelo iniciado a distancia, sin posibilidad de poder haber hecho algo por proteger a unos hijos que en ese momento están confiados al otro progenitor. En este caso, la aceptación de la fatalidad es la única vía posible para no enfrentarse a aquella persona que sufre tanto o más que uno mismo y que es la que principalmente puede servir de apoyo", dice Villarubia.
Y, sin embargo, reconoce que, tristemente, una situación como esta puede romper relaciones: "La mente humana tiende a buscar culpables allí donde no los hay, allí donde lo que ha de prevalecer es el vínculo. Esto último resulta mucho más terapéutico: refugiarse en eso".
La culpa vuelve a ser protagonista, según explica Ferreiro: "Piensas 'no debería hacerle dejado ir...'. Además, el no haber estado presente hace que la mente se vaya a lo peor a imaginar cosas muy duras. Los duelos diferidos suelen ser los más complejos".
El hecho de que este caso sea tan mediático ayuda en cuanto a la visibilización y oportunidad de medios de rescate, aunque también puede afectar mucho emocionalmente, porque se convierte en público.
Pero no todo es negativo. Así lo analiza la experta en duelo traumático: "El calor y el apoyo de toda la sociedad pueden ser útiles por varios motivos: están lejos y ayuda a no sentirse solos y desvalidos y el agradecimiento es la mejor estrategia y el afrontamiento más humano para reconciliarte con la vida en un momento en el que la tragedia se ha cebado contigo y te ha roto todos los pilares básicos de tu existencia".
Ambas profesionales coinciden en afirmar que la terapia, pese a ser compleja y larga, es el único modo de tratar de salir adelante. "Se da un solapamiento entre el dolor, el trauma y la supervivencia. Entre el 40 y el 60% de supervivientes de este tipo de tragedias desarrollan múltiples traumas, depresión, estrés, ansiedad... Es importantísimo el papel del psicólogo", afirma Lara Ferreiro.
El tratamiento ha de ser necesariamente integral, tal y como lo estructura Villarubia.
- Apoyo médico para calmar la angustia y poder descansar.
- Apoyo psicológico (quizá de por vida) para elaborar la ausencia, acallar pensamientos irracionales y convivir en esa búsqueda de una dirección valiosa alternativa.
- Apoyo social para que los suyos sean recordados y ocupen un lugar físico y simbólico en este mundo, a pesar de que ese lugar ya nunca pueda ser físico.
- Apoyo vecinal y de la familia extensa que es fundamental.
- Apoyo institucional para darle trascendencia pública y para saberse respaldados. También deben acompañar las autoridades para entender que no están solos a pesar de la tremenda y desgarradora soledad percibida, para que les doten de los medios necesarios en cada etapa, que irán variando…
En este camino, Andrea Orduño tiene una razón poderosa para seguir adelante, que a su vez es un reto. Tiene un hijo pequeño, que se quedó en Valencia mientras ellos viajaban, otro mayor, que no les acompañó, y a la pequeña de siete años que sobrevivió a la catástrofe. Ayudarla en su propio duelo y seguir cuidándolos a todos la 'obliga' a levantarse.
Equipos de rescate de Indonesia durante la búsqueda de desaparecidos.
"Se agarrará a esto y puede ser positivo, aunque también hay que tener cuidado con poner su duelo en segundo plano e invisibilizar su sufrimiento", advierte Ferreiro. Lo mismo opina su compañera de profesión, que incide en otro aspecto importante que es en sí mismo, como comentan, un desafío.
Seguir adelante
"Un hijo del que cuidar, aún con la devastadora pérdida de todo lo demás, permite reunir fuerzas, pero también es importante entender que no se le puede proteger de todo y de todos, que no se le podrá ahorrar el sufrimiento, que llevará un proceso emocional en ocasiones paralelo y en otras ocasiones independiente en el que no sufrir no podrá ser una opción", analiza.
En su opinión, Andrea y su pequeña tendrán que rediseñar sus esquemas y sus propósitos de vida, encontrándole un nuevo sentido a un futuro que jamás hubieran imaginado.
Mientras las autoridades indonesias siguen trabajando por recuperar los cuerpos de Fernando y los dos niños —el de la otra víctima ya fue hallado—, la familia de Ortuño asegura que no se marchará de allí mientras no estén "todos juntos" y que su "obsesión" es que aparezcan. Para ella, como también en el caso de Silvia, dar con sus seres queridos es crucial para empezar a sanar.
"Encontrarlos… o al menos intentarlo. ¿Recordáis el caso de la mamá de Anna y Olivia? Solo encontró el cuerpo de una de sus hijas, pero en él simbolizó el de ambas. Si quedó “tranquila” y pudo empezar su duelo con cierta paz dentro del drama. Es importante sentir que su parte está hecha al 200 por 100, que puso todo de sí misma para regresar todos a España", asegura Ana Villarubia.
Por su parte, Ferreiro incide en una frase rotunda: "sin cuerpo no hay duelo. Encontrarlos es clave, porque puedes enterrarlos, ir al cementerio, supone un símbolo de cierre". No hay una duración mágica para afrontar el dolor de una pérdida, pero lo que sí está constatado es que el 10% de las personas desarrollan un duelo patológico muy difícil de gestionar.
Andrea sigue y seguirá en Indonesia pendiente de las labores de rescate. En España, Silvia García, según ha declarado una persona muy próxima a ella en el diario Las Provincias, se encuentra en un estado de "profunda devastación emocional". Ha perdido a su único hijo, de nueve años, que había heredado la pasión por el fútbol de su padre, Fernando. Ahora, su familia y su círculo íntimo de amigos la apoyan en la desolación.
Y, como insisten las psicólogas consultadas por este medio, ese soporte debe permanecer a lo largo del tiempo. Los duelos serán largos.
